Intelectuales a derecha e izquierda

En una entrevista al escritor uruguayo Hugo Fontana publicada en el diario El País, se pueden leer las opiniones que éste tiene sobre la literatura, la cultura y la relación de ellas con la política.
Cuando se explaya sobre la literatura policial no se puede estar más de acuerdo con este escritor nacido hace 66 años en Toledo, Canelones que ha dedicado su vida a la literatura publicando cuentos y novelas con ya profusos reconocimientos a nivel nacional. Y siempre es placentero escuchar a los que saben hablar de lo que entienden mucho más que uno.
Entonces, después de recomendaciones sobre sus gustos personales que son para ir anotando, recuerdos sobre grandes de la literatura uruguaya como Onetti, Idea Vilariño, Benedetti o Emir Rodríguez Monegal –que es el tema central de su última novela–, Fontana habla también del viejo y conocido maniqueísmo uruguayo de colocar a los “buenos” de un lado de la política y a los “malos” del otro, según desde donde preferentemente se mire. Hasta ahí no se puede más que estar de acuerdo. Pasa de esa manera al tema del olvido en el que están Onetti y Rodríguez Monegal –con su fama de ser autores “derechistas”–, para terminar diciendo que, en realidad, “la derecha no produce intelectuales, no tiene nombres de referencia a nivel cultural o narrativo”.
Pues bien, ante tal declaración, la primera pregunta que surge es si Fontana quiso decir que eso es lo que ocurría en nuestro país o en el mundo. Porque si se refería a Uruguay, puede llegar a tener cierta razón, pero si, como se venía dando la entrevista hasta ese momento, se refería al mundo –a esa altura ya había citado a numerosos autores norteamericanos que le gustaban–, le estaba errando feo.
Porque los autores “de derecha”, que vienen a la mente en una rápida mirada del panorama literario mundial no son dos o tres, son muchos. El poeta Ezra Pound, el inglés enamorado de la India Rudyard Kipling, el vecino Jorge Luis Borges, el mexicano Octavio Paz, el peruano Mario Vargas Llosa, el estadounidense con fuertes inclinaciones machistas Ernest Hemingway, el francés filonazi Louis-Ferdinand Céline, el incansable fabulador J.R.R. Tolkien, el español Camilo José Cela, el italiano Curzio Malaparte y la lista puede seguir y seguir.
Y eso solo si nos fijamos en la literatura. En todas las demás artes hay inclinaciones políticas para aquí y para allá, incluso en nuestro país. Además no estamos hablando de intelectuales de segunda sino de grandes nombres del panorama literario.
Ahora bien, Fontana, como buen lector que es además de escritor, tiene que saber eso. Tiene que saber que no son “excepciones” y que, en el mundo, hay tantos intelectuales así como asá. Entonces ¿por qué dice lo que dice? Muy sencillo, porque está convencido de ello. Está tan convencido de que ser un intelectual es un sinónimo de “izquierdismo”. Hay que aclarar, por supuesto, que Fontana no ve eso como algo necesariamente malo. Solo que le molesta que, por la fama de derechistas, algunos autores queden rezagados ante otros que son más apoyados. Si bien vuelve a tener razón en ese aspecto, la idea de equiparar a la izquierda con la intelectualidad se ha extendido y repetido tanto que ha permeado incluso en la cabeza de la gente que realmente entiende del tema, como Fontana.
Que esto sea así, es un gran problema para cualquier país que quiera avanzar en materia cultural. Como pasó en cuanta dictadura de derecha o izquierda, donde se fomentaba y permitía solamente a los autores que apoyaban al gobierno, de alguna manera, más sutil, se puede seguir haciendo lo mismo en plena democracia.
Todo esto tuvo un momento de eclosión no hace mucho cuando el también escritor Valentín Trujillo opinó públicamente que “la dictadura también apoyó a la cultura”. Especificando que lo hizo a su manera, pero, también había hecho su aporte en tal rubro social.
Las respuestas fueron varias. Trujillo no puede decir algo así y salir impune. Para muchos trabajadores de la cultura, esta había sobrevivido “a pesar de” la dictadura. La polémica siguió por algunos días y se aquietó.
Pero Fontana puede opinar que no existen los intelectuales de derecha y nadie va a decir nada. Porque tanto entre los consumidores culturales de uno y otro lado, la idea de que “prácticamente todos” los intelectuales son de izquierda ya está muy arraigada. El relato se ha repetido y machacado tanto que, aunque no sea verdad, lo parece, y con eso es suficiente. Así, la propaganda izquierdista logró su cometido.
¿Debemos entonces dejarlo ahí? No. Porque si lo hacemos, esa idea no hará más que crecer y afirmarse más todavía. Si quien lee esto también ha pensado así toda su vida quizás esté razonando que entonces, la cultura tendría que ser más de derecha, o que eso es lo que se quiere decir en estas líneas. Aunque también ahí se equivocaría. Porque la cultura, como tal, no tiene que ser ni de derecha ni de izquierda. Para ser realmente cultura, para ser realmente arte, no tiene que tener ninguna atadura política.
Claro, se podrá decir, hay ciertos intelectuales a los que no se los puede concebir sin una mirada política sobre el mundo. Está bien, es cierto. ¿Pero qué pasa con tales autores cuando se les saca la política? ¿Tienen algo más que decir? ¿Son solo eso? En algunos casos su trabajo sobrevivirá, pero en muchos otros, con carreras enteras apoyadas por un sesgo político que levantaban como una bandera cada vez que escribían o hablaban, lo que puede quedar de ellos es bastante poco.
Es muy difícil pensar en la cultura separada de la política en nuestro país. Han sido muchos años de ahondar una grieta que, como se trata de lo cultural, nunca se le prestó demasiada atención. Pero ahí está. Lo intelectual sigue siendo patrimonio ficticio de una parte de la política. Mientras tanto, el arte, la cultura y la propia expresividad sensible del ser humano corre libre por otras vías. Pasado el tiempo, cuando el olvido nos alcance a todos nosotros, seguramente el arte seguirá existiendo saltando de un talento a otro, sin preguntar nunca a quién se vota, a quién se prefiere políticamente o a qué utopía de inclina quien quiera seguir propagando la cultura por este ancho mundo.