Derechos y obligaciones ante la única barrera contra la COVID-19

El azote de la pandemia en este año y medio de avatares a nivel global no solo ha tenido un fuerte impacto en la economía y en el aspecto sanitario — con matices, de acuerdo al país y la región– sino que incluso desde ya, a partir del retroceso del flagelo en base a la vacunación y medidas de contención, surgen conflictos en el campo de las libertades, derechos y obligaciones, cuando el mundo lentamente se va asomando al escenario pos pandemia y de paulatina recuperación de la “normalidad”.

Es que tras millones de muertos y otras consecuencias en el plano sanitario, además del azote que ha significado para la economía y la destrucción de millones de empleos, sobre todo en los sectores directamente afectados como el turismo, el transporte, los eventos, entre otros, surge claramente la magnitud de la catástrofe para la humanidad y la necesidad de que ésta considere fundamental el coordinar acciones que permitan prevenir situaciones similares en el futuro, en este caso empezando por cortar radicalmente la circulación del virus y de eventuales reservorios desde donde pueda agazaparse y reciclarse en mutaciones para reaparecer con mayor agresividad en el momento menos pensado.

Es que el mundo ha tenido un antes y un después a partir de la vacunación contra el COVID-19, como ha ocurrido en la historia de la humanidad en un sinnúmero de enfermedades que a lo largo de los años han sido erradicadas gracias a esta barrera de la inmunización masiva, producto del avance científico basado en la investigación y el desarrollo tecnológico para potenciar el combate del propio organismo contra los agentes invasores.

Y cuando gracias a la vacunación y medidas preventivas como la reducción de la movilidad, los aforos en eventos públicos, sobre todo en lugares cerrados, los protocolos de medidas sanitarias, asoma en el horizonte la esperanza del retorno a la normalidad, el sentido común, pero sobre todo la comunidad científica en un 99 por ciento, considera que la batalla no está todavía ganada, y que durante un tiempo por ahora imposible de determinar es preciso potenciar la barrera de contención contra el virus para evitar o por lo menos reducir la aparición de eventuales focos que hagan peligrar lo trabajosamente ganado.

El valor diferencial con el escenario de hace un año es la disponibilidad de vacunas, y esta es por ahora el arma por excelencia contra el coronavirus. Sin discusión posible…. aunque nunca faltan delirantes que lo cuestionen, como ocurre con algunos que niegan que la Tierra sea redonda, o van más allá y aseguran que la realidad que vivimos es una fantasía creada por una “matriz” que nos gobierna, así como otras leyendas urbanas que son más parte de un acto de fe o de negacionismo del mundo que los rodea, de diferenciarse de todos los demás “tontos” que les creemos a los científicos y en los avances que éstos cuentan.
Por lo tanto, la discusión a darse dentro de cada país, es cómo hacer para que la vacuna se extienda al mayor porcentaje posible de población, para la protección de todos los ciudadanos, aún de aquellos que no creen en las vacunas.
Sin dudas, el aprobar mecanismos para hacer que la vacuna sea de carácter obligatorio es la medida no solo más lógica sino imprescindible, aunque broten cuestionamientos de quienes sientan vulnerada su “libertad” de enfermarse, si así lo quieren, aunque se olviden de mencionar que al contagiarse también se erigen en riesgo para sus semejantes, para quienes los rodean, aún –sobre todo– para sus seres queridos, para su entorno cercano.

En esta línea se encuentra el presidente de Francia, Emmanuel Macron, al anunciarse que hará obligatoria la vacunación en su país, lo que ha generado protestas de sectores radicales.
Sin embargo, también han surgido fuertes apoyos, como el del músico estadounidense Steven Van Zandt quien ha felicitado a Macron a través del poco convencional elogio de “¡Por fin un político con pelotas!”
“¡Presidente Emmanuel Macron! ¡Te saludo! ¡Por fin un político con pelotas! ¡Se requiere vacunación obligatoria para todo! Cafés. Barras. Restaurantes. Autobuses. Trenes. Taxis. Aviones. Tiendas. ¡Eventos deportivos! Así es como vuelves a la normalidad. Pero todos los países tienen que hacerlo”, disparó. “La ‘gente’ es idiota. Pueden tener toda la libertad que quieran para suicidarse. El problema es que mantienen vivo el virus, mutando y propagándose. Es el primer trabajo del gobierno proteger a su gente. ¡De enemigos (y tarados), extranjeros y (especialmente) domésticos!”, sentenció.

Pero en la vereda opuesta se encuentra otra leyenda del rock, el británico Eric Clapton, quien tuvo la mala idea de anunciar que no se presentaría en aquellos espectáculos donde se exigiera que los asistentes presentaran carné sanitario o comprobante de que se han vacunado, como forma de evitar nuevos casos del virus, por considerar que se trata de un forma de “discriminación”.
Pero el tiro le salió por la culata, porque todo indica que el mundo no está dispuesto a seguir a quienes se consideran por encima del bien y del mal, y no atienden más razones que las que provienen de su propia concepción de como son o deberían ser las cosas, sin ningún asidero. Y así lo que ha logrado es que se le cierren potenciales contratos, porque ni los productores pero sobre todo la gente, el ciudadano de a pie, están dispuestos a exponerse a los peligros de estar entre una multitud sin las mínimas garantías de seguridad de que le pasen una película que ya vio y que no quiere repetir. Es que saber tocar bien la guitarra no quiere decir que también se sepa de pandemias ni de vacunas, ni de por qué la gente siente como siente.

Y si para muestra basta un botón, podemos remitirnos a lo expresado a Montevideo Portal por el virólogo compatriota Santiago Mirazo, en el sentido de que “las personas que hoy están en mayor riesgo es la población no vacunada. Se habla de que la pandemia se va a dividir entre los vacunados y los no vacunados, de hecho, en Estados Unidos algunos investigadores plantean las dos Américas”.
En ese sentido, Mirazo dijo que “en Estados Unidos si uno separa por estados con buena o baja cobertura de vacunación son dos países totalmente distintos en cómo se mueve la epidemia. Hay una reducción de casos graves, muertes e internaciones en el primer ejemplo y todo lo contrario en donde hay baja cobertura”.

Mejor explicación imposible, y una razón más que contundente para que en nuestro país, como seguramente va a ocurrir en gran parte del mundo, se evalúe seriamente la posibilidad de incorporar la vacuna como obligatoria, por lo menos por un tiempo prudencial, como ocurre con otras enfermedades –o por lo menos que se cuente con la vacuna para poder acceder a espectáculos masivos–, como una forma lógica de preservar la salud de la población, de autopreservarse y de poner en pie de equilibrio derechos y obligaciones hacia el prójimo.