Verano 2022

No hace mucho que dejó de llover. De hecho, si se observa con atención el cielo, se aprecian nubes de tormenta. El cielo va camino al atardecer, pero aun falta un rato. El ejercicio físico se disfruta en la ciclovía de la costanera. Pero si algo realmente sorprende es esa “mirada” en color amarillo ocre, con tonalidades doradas. Incluso en el “cielo azul que viaja”.

Enero inicia su última semana, aunque tendrá como yapa dos días más; felizmente uno de ellos domingo, para seguir disfrutando. Vaya primer mes del año, con tres olas de calor. También con el crecimiento del coronavirus que ahora ha cambiado de nombre, que aunque parece propio de un robot –ómicron– es en realidad una letra del alfabeto griego. Un esfuerzo de la Organización Mundial de Salud para no identificar las variantes con el lugar donde primero aparecen, para no estigmatizar a quienes allí residen.

La playa sanducera fue muy concurrida, incluso en días de semana. Había que escapar de la ciudad hormigonada y con sus construcciones de ladrillo, que concentran el calor. Quienes podían de tarde, disfrutaban de baños en el Uruguay, cuyas aguas en estos días están tan templadas como si fuesen termales (29ºC, según mediciones de CARU); quienes no, aprovechaban la tardecita para disfrutar de mate y buena charla. O la noche con algo a la parrilla.
Por supuesto, no ha sido el único lugar ni las únicas actividades. Las islas del paterno también mantuvieron su atracción.

Y aquellos que no pudieron por trabajo, o lo que fuera, abandonar las famosas “cuatro paredes”, se tuvieron que conformar con estar tan cerca como fuera posible de un equipo de aire acondicionado. O el mejor ventilador al alcance.

“Verano: el cabello se aclara. La piel se vuelve más oscura. El agua se calienta. Las noches se hacen más cortas. La vida se pone mejor”. Cuanta claridad en una sola frase. No se sabe quien la dijo o escribió. Es de autor anónimo. Suele suceder, muchas de las mejores reflexiones sobreviven a sus autores y los entierran en el olvido. En realidad, importa más lo que se dice que quien lo dice. Del mismo modo, lo que realmente importa del verano, es que con él la vida se pone mejor.

Con toda la comodidad que proporcionan las sillas playeras, la mesa de madera y las tres conservadoras (cosa que no falte nada), la familia Suárez encontró su lugar apartado y bien arbolado para pasar la tarde. Como lo escribiera el irlandés John Boyne, “un hogar no es un edificio, ni una calle ni una ciudad; no tiene nada que ver con cosas tan materiales como los ladrillos y el cemento. Un hogar es donde está tu familia”.

 

Faltan los barquitos de papel, pero por lo demás la imagen es perfecta. Tras la lluvia –que a su vez llegó en medio de un calor sofocante– algunos niños que residen en el barrio de plaza Bella Vista disfrutan de un gran charco de agua.

 

Si alguna vez necesita exponer qué significa “amor de padre” o “amor de hijo”, con esta foto será más que suficiente. En un atardecer junto al río Diego Ayala y su hijo Camilo disfrutan de uno de esos momentos que quedan para siempre. El padre malabarista y su hijo que mira admirado, pero también con ganas de comenzar a entrenar.

 

Esto es lo que se llama disfrutar del verano. Con las mismas cosas simples de siempre. Como en las aventuras de Tom Sawyer y su amigo Huckleberry Finn, simplemente tratando de pescar en un curso de agua de poca profundidad. Y permanecer en silencio, esperando que el movimiento de la improvisada caña deje en claro que un pez ha mordido el anzuelo.

 

Vista privilegiada, belleza sanducera con ojos de esmeralda. Gimena Hermín disfruta el verano, en la piscina en la cima de un edificio que ya compartimos en esta página, mientras espera trasladarse a Montpellier, Francia, para seguir su especialización en el idioma galo, estudiando el DALF C1, Diploma Avanzado de Lengua Francesa.

 

Micaela, Natalie y Valeria Logiurato posan en la arena de la playa, con el río a sus espaldas. El verano se disfruta mejor en familia.