La brecha después de la COVID

La existencia de desigualdades de género refuerza la vulnerabilidad de las naciones ante la interdependencia y fragilidad de la economía global que nos ha puesto ante la vista la pandemia. A pesar de importantes avances en las últimas décadas, los países del Cono Sur aún enfrentan importantes desafíos relacionados con las desigualdades de género, por lo que es necesario conocer y considerar muy bien las brechas existentes a la hora de la formulación de políticas públicas.
Una reciente investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulada “Cerrando Brechas de Género en el Cono Sur: Un potencial de crecimiento desaprovechado” y editada por las especialistas Verónica Frisancho y Virginia Queijo, tiene en cuenta la incidencia de la pandemia por COVID-19, que golpeó también fuertemente a nuestros países del Cono Sur de América Latina, y la conclusión es que la igualdad de género sufrió verdaderos retrocesos evidenciando la fragilidad de los logros alcanzados en los últimos años. En materia de empleo, las mujeres de la región continúan rezagadas con respecto a los hombres en términos de participación en el mercado laboral, horas de trabajo e ingresos, y dedican tres veces más horas por semana a actividades laborales no remuneradas que sus pares masculinos.
A su vez, también están subrepresentadas en las ocupaciones mejor pagadas y son mayoría en el sector informal, que se caracteriza por salarios variables e inseguridad laboral, según el referido estudio del BID, que analizó la situación de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
“Las mujeres asumieron la mayor parte de la carga del trabajo adicional en el hogar debido al cierre de escuelas y guarderías, y su participación en el mercado laboral disminuyó drásticamente. La recuperación del empleo ha sido muy lenta desde entonces”, señalan las especialistas.
En la misma línea el estudio sostiene que “las mujeres luchan con barreras explícitas e implícitas que permean su esfera de acción privada y pública, limitando el logro de su pleno potencial”.
En el informe se cuantifican los costos económicos que experimentan las economías del Cono Sur como consecuencia de las brechas de género en el mercado laboral. En este sentido, se estima que la eliminación de barreras ocupacionales que enfrentan las mujeres en relación a los hombres, como la discriminación salarial, las brechas de acumulación de capital humano y los efectos de normas sociales sesgadas en desmedro de la mujer, generarían ganancias agregadas considerables en los países del Cono Sur que van de 4% a más de 15% del Producto Bruto Interno, dependiendo del país.
De acuerdo a la información del estudio, en 2019, en los países del Cono Sur la tasa promedio de empleo femenino fue 49%, 21 puntos porcentuales por debajo de la de los hombres (en Estados Unidos esta brecha es de 11 puntos porcentuales).
La publicación también analiza otros factores, además de la formación de capital humano, pueden contribuir a las desigualdades de género en el mercado laboral. Por ejemplo, los diferentes patrones de movilidad pueden restringir el acceso de las mujeres a los puestos de trabajo. En este sentido, cualquier madre que trabaja y tiene hijos pequeños gastará más dinero que un hombre en transporte y, en algunos casos deberá conseguir permisos especiales de sus empleadores para hacer cosas como llevar y recoger sus hijos a un centro educativo, al médico u otras actividades cotidianas.
Aunque no significa que en todas las familias pase esto, la estadística confirma que se necesita mucho aún para avanzar en corresponsabilidad y que debido a sus responsabilidades domésticas y familiares, las mujeres tienden a hacer viajes más frecuentes que los hombres, viajan más fuera de las horas pico y utilizan más el transporte público.
“Esto hace que los costos de transporte sean relativamente más altos para las mujeres, lo que limita su acceso a las oportunidades de empleo, especialmente para las que pertenecen a poblaciones desfavorecidas”, señala el estudio.
Se trata de algo que algunas investigaciones nacionales también ha identificado en nuestro país donde las mujeres de sectores socioeconómicos más desfavorecidos padecen este tipo de limitaciones y tienen menos oportunidades de trabajar en zonas más alejadas de sus barrios, los que termina generando un encapsulamiento en el espacio cercano a la vivienda y una limitación de posibilidades.
En este sentido, se entiende que considerar específicamente la situación de las mujeres en las políticas de transporte y planificación urbana podría ayudar a aliviar algunos de estos problemas en los países de la región.
En la región son pocas las mujeres dedicadas a carreras científicas -en Uruguay son sólo el 24% de las personas empleadas en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas- pero tampoco el desarrollo de profesiones vinculadas a la tecnología o ingeniería no es garantía de igualdad de salarios. Por el contrario, en base a datos de Chile, se demostró que estudiar carreras de tecnología e ingeniería solo aumenta los ingresos y el empleo de los hombres.
En el informe se argumenta que esto no es una consecuencia de las diferencias de género en las preferencias por los atributos del trabajo (como la flexibilidad horaria), sino que las mujeres en tecnología e ingeniería pueden estar sujetas a un mayor grado de discriminación en el mercado laboral en relación con mujeres en otros campos.
Otro asunto relevante que queda en evidencia es el referido al sector de emprendedores y micro y pequeñas empresas. En este sentido, el informe muestra que la reducción de los costos burocráticos e impositivos para promover el registro de micro y pequeñas empresas aumenta las tasas de formalización, especialmente entre las mujeres, quienes “parecen valorar más que los hombres los beneficios que brinda la formalización y buscan mayor seguridad social para sus familias”. “Por lo tanto, comprender las motivaciones de las mujeres para formalizar sus emprendimientos puede orientar la concepción de futuros programas”, sostiene.
La recomendación para los gobiernos y decisores de políticas públicas de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile y Paraguay es que se implementen con urgencia programas y políticas tendientes a reducir la desigualdad de género de forma tal que las mujeres puedan alcanzar la posibilidad de desarrollar su potencial en el mercado laboral y otras esferas de sus vidas. No se trata solo de justicia social y la necesidad de saldar deudas históricas, sino también de tener en cuentas estas realidades para países aquejados por múltiples problemas y necesitados de un crecimiento sostenido e inclusivo en el tránsito hacia la recuperación de la gran piedra en el camino que ha sido la pandemia. Porque cuando al talento no se le dan las oportunidades que merece, el que pierde es el país.