Nuevos paradigmas empresariales

La reciente polémica por la ubicación de una fábrica en nuestra ciudad –que se laudó con la elección de una nueva locación para el proyecto– es una nueva muestra de cómo han cambiado algunos paradigmas, y valores como el impacto ambiental son no solamente considerados por la normativa vigente, sino además por la población del entorno, como se vio en la firme oposición que se planteó en el vecindario.

Pero esto que ha ocurrido en Paysandú no es un fenómeno aislado, ni cerca. De hecho en la reciente Expo Uruguay Sostenible las empresas tuvieron un rol preponderante, las que han nacido y crecido al impulso de estas nuevas corrientes de sensibilidad ambiental, dedicadas al reciclaje y a ofrecer nuevas soluciones amigables con el cuidado del planeta, por supuesto, pero también grandes empresas, y empresas que de buenas a primeras no se relacionarían, por su propósito, con preocupaciones de este tipo, como las multinacionales de las áreas de fabricación de cemento portland, pulpa de celulosa y de productos cosméticos y alimenticios, como se vio en una de las conferencias, en la que en específico se hablaba de las empresas y los ODS, Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Simultáneamente en el mundo se han desarrollado en los últimos tiempos numerosos instrumentos para apoyar a las empresas en esta transformación, parámetros de acción, formas de trasladar estas preocupaciones al lenguaje financiero; en fin. Uno de estos instrumentos, a escala mundial, es el denominado Pacto Global de Naciones Unidas, cuya referente en el país es su directora ejecutiva, Paola Rapetti, quien refirió en el ámbito de la Expo al camino que vienen transitando en el país, donde llevan menos de un año de trabajo, dado que comenzaron en agosto de 2021. El público objetivo del pacto es el sector privado en el que se ve una gran oportunidad de trabajar para acercarse al cumplimiento de las metas globales asociadas a los ODS. El Pacto Global propone la búsqueda de los estándares más elevados en esto de la sostenibilidad, dijo, “entender el desarrollo sostenible como satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las de las generaciones futuras, pero de una perspectiva que no es solo la ambiental, sino también lo social y lo económico”. El cometido del pacto es ser guardián de la agenda hacia el cumplimiento de estas metas, en lo inherente al sector empresarial. “Colaboramos para que cada una de estas empresas encuentre su fórmula especial y única, pero que esté intrínsecamente relacionada con el negocio”, agregó. Es decir, no se pretende de las empresas que se aparten de su principal objetivo que es ser un negocio rentable, pero sí que este se desarrolle de una forma que permita acercarse a estos objetivos globales.

Este pacto es, de hecho, la iniciativa corporativa más grande del mundo, con más de 16.000 empresas adheridas en 160 países. En el país son ya más de 40. Es además global y voluntaria.
La filosofía de este pacto, de alguna manera es que “está inserto en un mercado que funciona, que no va a detenerse, pero que necesita operar bajo otro paradigma”, fundamentó.
El pacto tiene 10 principios, ordenados en cuatro áreas: Derechos Humanos, Medio Ambiente, Normas Laborales y Anticorrupción. Son parámetros éticos que pautan de alguna forma un código de conducta a las empresas que se adhieren.

A la vez el pacto ofrece instrumentos a las empresas que se quieran asesorar, por ejemplo en la elaboración de Reportes de Sostenibilidad, un instrumento en el cual ya la Facultad de Ciencias Económicas está empezando a formar a sus futuros egresados. “El reporte es una de las herramientas fundamentales que tiene el pacto para que puedan ir comunicando el progreso que va llevando adelante. No importa cuánto avance, lo importante es que avance”, señaló Rapetti.
Estos reportes están además publicados en las páginas web de las empresas, es decir, son de alcance público.
Por supuesto que esta del pacto global no es la única forma de cambiar algunas cosas dentro de una empresa para empezar a funcionar de manera más alineada a los nuevos estándares.

Todo esto, que para quien lo ve por vez primera puede parecer sofocante, forma parte de una tendencia de la que el país busca beneficiarse, identificándose con prácticas de producción que facilite la entrada a nuevos, mejores y más exigentes mercados. Con la misma lógica puede entenderse que una empresa alineada con los parámetros de producción y desarrollo sostenible puede aspirar cuando no a una mejor inserción de sus productos, sí al menos a una mejor visibilidad. No son cosas tan nuevas tampoco, basta ver cuántas empresas tienen en sus pautas mensajes alineados a este nuevo paradigma y desarrollan acciones que favorecen el ambiente y la biodiversidad, a veces por sí mismas y otras veces asociándose con organizaciones de la sociedad civil especializadas en la materia. Con una preocupación creciente por la problemática ambiental, con problemas de contaminación, la amenaza del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, es de esperar ver cada vez más de este tipo de acciones.La reciente polémica por la ubicación de una fábrica en nuestra ciudad –que se laudó con la elección de una nueva locación para el proyecto– es una nueva muestra de cómo han cambiado algunos paradigmas, y valores como el impacto ambiental son no solamente considerados por la normativa vigente, sino además por la población del entorno, como se vio en la firme oposición que se planteó en el vecindario.

Pero esto que ha ocurrido en Paysandú no es un fenómeno aislado, ni cerca. De hecho en la reciente Expo Uruguay Sostenible las empresas tuvieron un rol preponderante, las que han nacido y crecido al impulso de estas nuevas corrientes de sensibilidad ambiental, dedicadas al reciclaje y a ofrecer nuevas soluciones amigables con el cuidado del planeta, por supuesto, pero también grandes empresas, y empresas que de buenas a primeras no se relacionarían, por su propósito, con preocupaciones de este tipo, como las multinacionales de las áreas de fabricación de cemento portland, pulpa de celulosa y de productos cosméticos y alimenticios, como se vio en una de las conferencias, en la que en específico se hablaba de las empresas y los ODS, Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Simultáneamente en el mundo se han desarrollado en los últimos tiempos numerosos instrumentos para apoyar a las empresas en esta transformación, parámetros de acción, formas de trasladar estas preocupaciones al lenguaje financiero; en fin. Uno de estos instrumentos, a escala mundial, es el denominado Pacto Global de Naciones Unidas, cuya referente en el país es su directora ejecutiva, Paola Rapetti, quien refirió en el ámbito de la Expo al camino que vienen transitando en el país, donde llevan menos de un año de trabajo, dado que comenzaron en agosto de 2021. El público objetivo del pacto es el sector privado en el que se ve una gran oportunidad de trabajar para acercarse al cumplimiento de las metas globales asociadas a los ODS. El Pacto Global propone la búsqueda de los estándares más elevados en esto de la sostenibilidad, dijo, “entender el desarrollo sostenible como satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las de las generaciones futuras, pero de una perspectiva que no es solo la ambiental, sino también lo social y lo económico”. El cometido del pacto es ser guardián de la agenda hacia el cumplimiento de estas metas, en lo inherente al sector empresarial. “Colaboramos para que cada una de estas empresas encuentre su fórmula especial y única, pero que esté intrínsecamente relacionada con el negocio”, agregó. Es decir, no se pretende de las empresas que se aparten de su principal objetivo que es ser un negocio rentable, pero sí que este se desarrolle de una forma que permita acercarse a estos objetivos globales.

Este pacto es, de hecho, la iniciativa corporativa más grande del mundo, con más de 16.000 empresas adheridas en 160 países. En el país son ya más de 40. Es además global y voluntaria.
La filosofía de este pacto, de alguna manera es que “está inserto en un mercado que funciona, que no va a detenerse, pero que necesita operar bajo otro paradigma”, fundamentó.
El pacto tiene 10 principios, ordenados en cuatro áreas: Derechos Humanos, Medio Ambiente, Normas Laborales y Anticorrupción. Son parámetros éticos que pautan de alguna forma un código de conducta a las empresas que se adhieren.
A la vez el pacto ofrece instrumentos a las empresas que se quieran asesorar, por ejemplo en la elaboración de Reportes de Sostenibilidad, un instrumento en el cual ya la Facultad de Ciencias Económicas está empezando a formar a sus futuros egresados. “El reporte es una de las herramientas fundamentales que tiene el pacto para que puedan ir comunicando el progreso que va llevando adelante. No importa cuánto avance, lo importante es que avance”, señaló Rapetti.
Estos reportes están además publicados en las páginas web de las empresas, es decir, son de alcance público.

Por supuesto que esta del pacto global no es la única forma de cambiar algunas cosas dentro de una empresa para empezar a funcionar de manera más alineada a los nuevos estándares.
Todo esto, que para quien lo ve por vez primera puede parecer sofocante, forma parte de una tendencia de la que el país busca beneficiarse, identificándose con prácticas de producción que facilite la entrada a nuevos, mejores y más exigentes mercados. Con la misma lógica puede entenderse que una empresa alineada con los parámetros de producción y desarrollo sostenible puede aspirar cuando no a una mejor inserción de sus productos, sí al menos a una mejor visibilidad. No son cosas tan nuevas tampoco, basta ver cuántas empresas tienen en sus pautas mensajes alineados a este nuevo paradigma y desarrollan acciones que favorecen el ambiente y la biodiversidad, a veces por sí mismas y otras veces asociándose con organizaciones de la sociedad civil especializadas en la materia. Con una preocupación creciente por la problemática ambiental, con problemas de contaminación, la amenaza del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, es de esperar ver cada vez más de este tipo de acciones.