Proyectos sostenibles para el medioambiente

Este domingo el planeta fue testigo de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, en tanto este año las Naciones Unidas han propuesto al respecto el lema #UnaSolaTierra, apuntando una vez más a que a través de la toma de conciencia la propia población tome la iniciativa y sea protagonista en la cruzada por la preservación del medio ambiente y se ponga firme contra la depredación de los recursos naturales.

Los desafíos son vastos a nivel global, pero también cada región, cada país, cada comunidad, tiene sus propios desafíos ambientales particulares y exacerbados. Tenemos a nivel del planeta el problema del avance del calentamiento global, –aunque no haya unanimidad de opiniones de la comunidad científica– en el sentido de que el clima se calienta a un ritmo demasiado rápido para que las personas y la naturaleza se adapten, en tanto por otro lado la pérdida de hábitat y otras presiones sobre la naturaleza han conllevado a que aproximadamente un millón de especies esté en peligro de extinción, mientras la contaminación continúa afectando nuestro aire, tierra y agua.

Ocurre sin embargo que en el tema medioambiental no debería haber lugar a los extremismos del todo o nada, porque están por un lado grupos fundamentalistas que se oponen prácticamente a todo lo que de una u otra forma aparezca como una intervención en la naturaleza, y por otro los displicentes e irresponsables que consideran que vale todo para hacer lo que sea aunque se estén depredando recursos naturales hasta llegar a situaciones de agresión irreversibles.
El equilibrio, la relación costo – beneficio, los avances tecnológicos, son factores clave a tener en cuenta en lo que refiere a la intervención en el ecosistema con la menor afectación posible, porque de lo contrario seguiríamos en la época de las cavernas, sin tocar nada pero también sufriendo las consecuencias en la calidad de vida. Y hablando de desafíos, la idea es compatibilizar los cambios sostenibles con las necesidades que implica el desarrollo de los centros urbanos, entre otros consumidores de bienes y servicios, que son los que “queman” la mayoría de los recursos para obtener la producción, la consecuente industrialización y procesamiento de materias primas.

Se requieren además cambios sostenibles desde lo local con impacto nacional y global, compatibilizando las actividades necesarias para el desarrollo humano con la conservación de los recursos y servicios ambientales que son el sostén de la vida y de dichas actividades. El ministro de Ambiente, Adrián Peña, en el marco de esta problemática, recordó que Uruguay entre otros aspectos trabaja en un bono soberano, denominado bono sostenible “que es como cualquier otra emisión de deuda, aunque con la diferencia de que va atado a un cumplimiento ambiental, a un cumplimiento climático en este caso específico”.
“En este marco hemos trabajado desde noviembre de 2020 junto a la unidad de deuda del Ministerio de Economía y Finanzas y creo que se ha avanzado lo suficiente para lograrlo este año. Más allá de los beneficios económicos para Uruguay, supone reforzar el compromiso del país con la acción climática, con metas en cuanto a la reducción de gases de efecto invernadero. El bono está atado a ese cumplimiento y Uruguay será castigado si no cumple y premiado si lo cumple”, explicó.

Pero sin dudas una de las apuestas firmes del país, que es ya una política de Estado, refiere al uso de energías renovables, como es precisamente el caso de la transformación de la matriz energética para la generación de electricidad, y con la mirada puesta ahora en el denominado hidrógeno verde, en el que Uruguay comienza a experimentar con un programa piloto para transporte de pasajeros y carga pesada.

Al respecto el secretario de Estado dijo que “ese programa piloto va generando las capacidades para el desarrollo a nivel local, aunque la ambición más importante tiene que ver con la posibilidad de exportación. Hoy Europa está transformando esa matriz, con mucha inversión, en base a renovables, y las iniciativas que se están dando en Uruguay pueden llevar a la exportación a los países europeos para que asuman esa transición a la que están obligados”. Otro punto destacable tiene que ver con la movilidad eléctrica, energía más amigable con el medio ambiente –nada es 100% “ecológico”– y que se procura desarrollar en nuestro país, mientras que en lo que refiere al hidrógeno verde, la idea es poder incorporarlo sobre todo en los grandes vehículos, para reducir el consumo de los combustibles fósiles, apostando al uso en el transporte de pasajeros y carga pesada. Peña considera que existe la posibilidad de que en el futuro cercano alguna empresa incorpore vehículos con ese combustible en nuestro país, a la vez que subrayó que la aspiración más importante tiene que ver con la exportación a países europeos.

La preservación medioambiental, las políticas sustentables y amigables con el medioambiente no solo tienen que ver con la energía y la preservación y optimización de los recursos naturales, sino también con la disposición para invertir el plus que se necesita para no borrar con el codo lo que se escribe con la mano, puesto que el frente de acción es mucho más extenso que el de la energía y el calentamiento global, y la ecuación costo-beneficio es la parte de racionalidad que se necesita frente a los fundamentalismos.

En Paysandú por ejemplo tenemos pendiente desde hace décadas la concreción del proyecto de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales por OSE, compuesta por pretratamiento, tratamiento secundario, tratamiento terciario, desinfección y disposición final mediante emisario subacuático al río Uruguay.
Lamentablemente, pasan los años, los gobiernos de todos los partidos y por diversas causas –léase postergación de prioridades en el uso de los recursos– no se ha concretado el emprendimiento, que significa que como en los albores del siglo XX, la ciudad sigue volcando aguas cloacales crudas al río Uruguay, en la zona de desembocadura del arroyo Sacra a través de un canal a cielo abierto.

Lo mismo ocurre con otras ciudades a lo largo del litoral uruguayo-argentino y desde Brasil, lo que indica que en este tercer milenio, y tras un sustancial crecimiento de los emplazamientos urbanos y consecuente volumen de descarga, se sigue aplicando el sistema utilizado desde los albores de la civilización, altamente contaminante de los recursos naturales.

Es que en cuanto a políticas medioambientales –y por supuesto, no solo en Uruguay– el apostar a las acciones de impacto en la preservación del medio ambiente requieren de decisiones políticas y una buena dosis de dinero adicional junto a los avances tecnológicos disponibles para corregir lo que no se hizo bien en su momento.

Es hora de aprender de los errores para no repetir y potenciar efectos devastadores de las omisiones que se han sucedido a lo largo de los años, por lo que es fundamental que todo proyecto que se presente, además de la ecuación costo – beneficio económico, aporte el adicional de sustentabilidad medioambiental indispensable, respetando las normas, en el entendido de que solo con acciones preventivas en tiempo y forma, –además de los correspondientes controles– será posible mitigar la degradación del ecosistema ante el constante crecimiento de la población y el consumo que presiona sobre la oferta de bienes y servicios.