Productividad laboral: un debate urgente

En varias ocasiones suele afirmarse que el libro “El Capital” del filósofo alemán Carlos Marx (1818-1883) es una obra sobre la cual muchos hablan, pero pocos han leído; circunstancia que puede aplicarse a la discusión sobre la productividad laboral, un tema que siempre está en la agenda de la negociación colectiva tanto a nivel de rama de actividad como de empresa, pero que nunca (o casi nunca) ha podido ser plasmada en el día a día de las relaciones laborales de nuestro país. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “la productividad laboral representa el volumen total de producción (medido en términos de Producto Bruto Interno (PBI) producido por unidad de trabajo (medido en términos de número de personas empleadas u horas trabajadas) durante un período de referencia temporal determinado. Se trata de un importante indicador económico “que está estrechamente vinculado al crecimiento económico, la competitividad y el nivel de vida dentro de una economía”. Como ha señalado la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) del año 2018, “El crecimiento económico moderno está basado principalmente en el aumento de la productividad y no en el incremento de la ocupación, más allá de que este crecimiento pueda generar efectos sociales positivos”.
En Uruguay, los políticos de todos los partidos, así como las organizaciones de trabajadores y empleadores han señalado la importancia de la productividad, así como la necesidad de discutir mecanismos que la incorporen al mundo del trabajo. A modo de ejemplo, el exministro de Trabajo y Seguridad Social Ernesto Murro, sostuvo en el año 2016 que “Uruguay debe continuar mejorando imprescindiblemente la productividad de su trabajo y producción para alcanzar mayor desarrollo” porque “mejorar la productividad es vital para Uruguay”. Murro fue más allá en sus declaraciones y ligó la productividad a otra de las urgencias sociales y económicas que tiene nuestro país, como lo es la seguridad social de nuestro país, señalando que “hoy tenemos un financiamiento basado en impuestos e importes. Habrá que pensar en la productividad. Yo pienso que la productividad puede y debe ser una fuente de financiamiento de las políticas de seguridad social”. Por su parte el actual ministro de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), Pablo Mieres sostuvo el año pasado que “mejorar la productividad es una pata fundamental para mejorar el crecimiento económico y por tanto también de la generación de puestos de trabajo, y de la mejora de las condiciones y posibilidades de generación de riqueza”, destacando que sin aumento de la productividad “la competitividad queda renga” y que “no hay futuro sin mejora de la productividad”. Hasta el lector más distraído sabrá apreciar que importante resulta el tema que dos ministros de trabajo pertenecientes a distintos partidos políticos coinciden en la importancia de la productividad para el desarrollo de nuestro país.
A pesar de su importancia, la productividad tiene en nuestro país un primer “cuello de botella” que dificulta (cuando no impide) su adopción y aplicación: su adecuada medición basada en criterios objetivos. Como ha señalado el estudio Ferrere en el año 2017: “saber cuánto y cómo se produce en Uruguay es fundamental para mantener un buen relacionamiento laboral. El acuerdo sobre los mecanismos de medición y crecimiento salarial adecuados permitiría disminuir la conflictividad laboral además de mejorar la calidad de los productos y la competitividad del país. Existe consenso en que el crecimiento sostenido y a largo plazo del salario real debe estar atado al crecimiento de la productividad. Sin embargo, esa aceptación generalizada no se aplica con frecuencia. El gobierno, la oposición, las cámaras empresariales y sindicatos están de acuerdo, al menos en eso. Pero lo que está ausente es una mecánica concreta que permita ajustar los salarios en base a la productividad”.
Es importante señalar que en varias ocasiones distintas figuras de la central sindical Pit Cnt han señalado su disposición a discutir los temas relacionados con la productividad. En el mismo sentido, la economista Alejandra Pico (integrante del Instituto Cuesta Duarte) expresó en el año 2019 que “los Consejos de Salarios hay que modernizarlos e incorporar productividad. Se plantea erróneamente que los trabajadores están en contra y no es cierto: hay que tener información y disposición de las dos partes. También hay que activar más negociación por empresa” (…) “el sistema de negociación colectiva no está contribuyendo a mejorar la productividad”. Para el sindicalista Richard Read el tema también posee una gran importancia y por ello sostuvo el pasado mes de junio que “no discutir productividad en Uruguay es no exigirle a un cuadro de fútbol que se entrene. Es apostar a que vaya y juegue el domingo. Hay que entrenarse; la productividad es parte de la sobrevivencia de Uruguay, un país que no tiene energía propia, que es dependiente, que el mercado es chico, que lo que tiene es una gran logística de salida al océano; que tiene muchas buenas cabezas pensantes, lo vimos en la pandemia, lo vemos con el tema del software, pero para cooptar capitales se necesita algo más que retribución tributaria. También mano de obra calificada”. Sobre la productividad Read reconoció: “Yo la puteé muchos años. Después un día la vi pasar y me di cuenta de que estaba muy rica. Le dije: “Vení, vení, te pido disculpas; vení que tengo que hablar contigo”. Cuando me di cuenta de que realmente estaba equivocado, totalmente equivocado, que me había comido todos los Billiken y toda la perorata que todavía siguen vendiendo”.
Según Néstor Gandelman (doctor en Economía y profesor de la Universidad ORT) “en Uruguay estamos atrasados en los procesos de medición de la productividad”, quien afirmó que es un recurso que debe emplearse para diseñar políticas y para que las empresas puedan conocer su situación respecto a la competencia. Como contrapartida se manifestó en contra de considerar mediciones de productividad por sector en los Consejos de Salarios ya que “no reflejan la heterogeneidad de las empresas”. Este es, precisamente, uno de los desafíos más grandes de la medición de la productividad: resulta imposible aplicar los mismos criterios a empresas que aplican diferentes procesos de producción o de prestación de servicios, con distintos equipos y en diferentes lugares del país, entre otras situaciones particulares y concretas que deben ser contempladas en forma individual. De la misma forma que no es justo exigirle a un pequeño comerciante del Interior que pague los mismos sueldos y otorgue los mismos beneficios laborales que una gran cadena internacional ubicada en un shopping del Montevideo o Punta del Este.
Ante esta situación, resulta imperante que tanto empleadores como trabajadores resuelvan en forma conjunta iniciar una negociación real sobre productividad, una discusión que no puede demorarse más. Nuestro país puede y debe producir y prestar más y mejores bienes y servicios como forma real y sustentable de poder generar fuentes de trabajo genuinas y duraderas para apostar al desarrollo social y económico de sus trabajadores.