Giordano (Por Tía Nilda)

Este apellido proviene de “Jordán”, el nombre del río donde fue bautizado Jesús. Significa “agua que fluye”, “río que desciende”. Y vaya si ha descendido, son miles los Giordano dispersos en distintos países del planeta, la gran familia Giordano.

Existen documentos de la Edad Media, donde se menciona este apellido, que al principio fue un nombre. Y la historia cuenta sobre Giordano Bruno, un monje, que fue condenado por la Inquisición y quemado vivo por defender el libre pensamiento. En realidad –me contó un amigo italiano– se llamaba Filippo Bruno, y se le puso ese nombre cuando se hizo sacerdote dominicano. Apoyaba la teoría de Copérnico, que la Tierra gira alrededor del Sol y tenía ideas revolucionarias sobre la religión, lo que le valió 7 años de prisión en una mazmorra. Pero no se retractó y fue condenado a la hoguera en el Campo dei Fiori.

Parece que la familia Giordano es originaria del Veneto. Son datos bastante imprecisos. Lo que sí se sabe es que son miles las familias Giordano y desde varios siglos están sus nombres en los documentos.

Mi abuelo Paschoale Giordano –así dice en su partida de nacimiento– nació en 1865, en Mongiardino Ligure, provincia de Alessandria, región Piamonte. Es un pueblito que actualmente tiene muy pocos habitantes, 165 más o menos. Se puede ver algo en Internet, entiendo que está en un lugar alto en la montaña.

Sus padres fueron Pascual y María, los dos del mismo apellido Giordano, no sabemos si eran parientes. Su nacimiento fue el mismo año de la Defensa de Paysandú.

Nosotros, sus nietos, sabemos muy poco de su vida, sólo algunos datos que nos proporcionaron nuestros padres y algunos primos que lo conocieron. Sabemos que en 1903 se casó con María Gumersinda Langone, nacida en Canelones, Las Piedras, hija de Miguel Langone y Teresa Danella, ambos lucanos, de la provincia de Basilicata.

Esta abuela no sabía leer ni escribir, pero era muy hábil para tejer y para hacer acolchados con restos de telas, (patchwork), en su vejez, por lo menos. Recuerdo que me enseñó a jugar al tute con las cartas, jugábamos con ella y unos primos. Con 83 años, cosía y tejía sin lentes. Recuerdo que le gustaba escuchar los relatos que yo le hacía, sobre los cuentos de Monteiro Lobato, que leía en la Escuela. Cuentos donde los personajes eran, por ejemplo, la Mazorca de maíz y otros personajes de fantasía, pero le resultaban divertidos.

Ella era viuda en ese entonces, usaba unos vestidos negros y largos, y se peinaba con rodete. Vivía con mi tía Teresa, en una casa que construyó tío Manuel, cuando se vino de la chacra, después de enviudar.Pascual falleció a los 80 años, en 1945, cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial y al poco tiempo de nacer mi hermana. Yo tenía un año y poco más.

La familia Giordano llegó al Uruguay, no sabemos en qué año, ni en qué barco, ni dónde desembarcaron, si en Montevideo o en Buenos Aires. Porque parece que el gobierno argentino de esa época facilitaba la inmigración y ofrecía tierras a los que querían hacerlas producir. No sabemos si aquí en Uruguay pasaba lo mismo. Pienso que sí, porque la población era escasa y se necesitaba gente de trabajo para llevar adelante el país.

Eran varios hermanos: Pascual, Luis (Luigín, abuelo de Graciela), Carlos, alias Tiuca (abuelo de Bocha, Elbio y Raquel): Antonio (esposo de Amalia, no tuvieron hijos), Juan (abuelo de Cristina y de unos cuantos Lanterna Giordano y Parodi Giordano), y Rosa (la nonna de Rita, Coca y José Lanterna Giordano). Me han dicho que Rosa nació en Sorrento, pero no hay seguridad. Se sabe que algunos nacían en el barco, en aguas internacionales, y los anotaban como si hubieran nacido en Italia.

Existe en Paysandú una gran red formada por los Giordano, los Lanterna, los Parodi, los Faccini, todos descendientes de italianos, sería muy largo de explicar.

Los hermanos Giordano se establecieron todos en sus chacras, en una extensión de 200 hectáreas, al Este y al oeste de Bulevar Artigas , que entonces era un camino de tierra.

Fueron 10 los hijos de mis abuelos: María Vicenta (China), Asencia Josefa (Pepa), Teresa (Petisa), Pascual Carlos (el primer hijo siempre llevaba el nombre del padre), Miguel (Miquelín), Manuel, Fructuoso (Pichula), Juan (Veggiotto), Celia (mi madre) e Inés. Pichula, le decían así, porque de niño, a la hora de la siesta, siempre “pichuleaba” las uvas.

En total, éramos 40 nietos, quedamos muy pocos.

Pascual y Luis, no sabemos los otros, tenían canteras, donde, usando pólvora, extraían grandes piedras que luego cortaban en trozos pequeños, usando puntas y masetas. Los llamaban “Picapiedras”, dice una prima, pero eran grandes artesanos. Un viejo amigo me contó que él veía pasar a Pascual transportando piedras, en un carro tumbero, con cuatro caballos. Subía y bajaba la cuchilla, que entonces era más alta, porque después se fue sacando tosca para hacer las calles de la ciudad.

Con esas piedras se construyó una parte del muelle del puerto de esta ciudad, los bordes de las veredas en Avenida Brasil, los adoquines para la principal calle de la ciudad, algunos frentes de casa, una casa de alto en Bella Vista. En esta casa vivió el jefe de Estación del tren, el señor Coubrough, quien en los días de fiesta izaba la bandera inglesa en el techo de tejas, hasta hace poco estaba el mástil en lo alto. Ver ese mástil siempre me hacía recordar que fueron los ingleses quienes trajeron el tren al Uruguay.

La dirección postal del abuelo era la Estación de trenes, porque él vivía en la chacra.

Pasando un montón de años fui maestra de un descendiente del señor Coubrough, allá en Algorta.

La casa de piedra de Bella Vista nos recuerda que allá en Italia los Giordano vivían en casas de dos pisos, de piedra, con el techo a dos aguas. La familia vivía arriba, y debajo estaban los animales, sobre todo en invierno, cuando caía nieve.

Nunca pude entender cómo unían las piedras, el portland no existía. También los Giordano construían pozos y aljibes. El Pozo de Bella Vista, cuyo brocal se conserva en Avenida Salto y Zorrilla, lo construyeron ellos, no sabemos bien quiénes, ni en qué año. Pero el hecho es que tanto el abuelo Pascual como sus hijos, fueron auténticos ingenieros sin título, capaces de hacer cualquier trabajo, con una gran habilidad, a pesar de tener sólo tres años de escuela.

El abuelo Pascual era picapedrero, pero también cultivaba la tierra. Se llamaba Pascual Bautista, y le decían Batistín. He visto que en Mongiardino Ligure está la iglesia de San Juan Bautista.

Con respecto a los nombres, he visto que los italianos acostumbraban usar el mismo nombre para el primero de sus descendientes, y así sucedía, y creo sigue ocurriendo, que se repiten los nombres.

Las casas de los Giordano, todas tenían un sótano, para guardar papas, boniatos y otras hortalizas, además de damajuanas de vino. Hacían ristras con ajos y con cebollas. Criaban cerdos y gallinas. He visto fotos de la abuela dando de comer a las gallinas.

Creo que mi primer gran susto fue, a los tres años más o menos, en la chacra del abuelo, cuando fui a pasar por la puerta del galpón donde colgaba un cerdo recién faenado, que se movía con el viento. Me costó una tartamudez que duró un tiempo.

Continuando con los Giordano, me contó Walter, un primo, que su padre Manuel, con los tíos Juan y Miguel, construyeron un puente sobre la Ruta 3 y también la calzada del arroyo San Francisco, en el Paso de las Piedras. Otra nieta asegura haber visto la foto de algunos Giordano trabajando en la construcción del puente sobre el Queguay.

Cuenta Graciela que los Giordano eran famosos en Paysandú. Y que recuerda haber oído que su abuelo, Luigín, trabajó en la construcción de un caño colector en la ciudad. Y cuenta Cristina que su padre, Miquelín, fue quien realizó el trabajo fino en la construcción de la bandera en piedra, del Tiro suizo.

Y no olvido que fue un Giordano, Silvio, quien creó la Bandera de Paysandú: hijo de don Antonio Giordano, de otra rama, pero también venido del Piamonte.

Es importante destacar, que cuatro de los hermanos Giordano supieron tener una orquesta con cuatro instrumentos: acordeón, mandolina, bandurria y flauta traversa. Walter conserva la flauta del padre.

Otro cuento, sobre la gripe de 1918, que fue terrible, en algunas casas enfermaban todos. En cuanto moría alguien, lo enterraban y llegó a suceder que hubo algunos enterrados cuando aún estaban vivos, en el apuro y el miedo.

Y en la época de la Guerra Mundial comían pan de sorgo, porque el trigo era exportado.

En fin, los Giordano, como muchas familias, pasaron innúmeras peripecias, pero nunca aflojaron, tenían un gran espíritu de trabajo y de sacrificio.
En diciembre de 1920, Pascual viajó a Italia, a visitar a sus parientes y volvió en marzo de 1921, así figura en su pasaporte, que conservo. Trajo un baúl lleno de castañas. ¿Vivirán aún algunos descendientes de esos parientes?

El bisabuelo Miguel Langone, lucano, hablaba siempre de Nápoles, no sé si había vivido allí. Había conocido a Garibaldi y usaba la barba y el cabello largos. Y estaba atento a las noticias de la radio, en tiempos de guerra. Cuando llegó al Uruguay vivió en Canelones, y allí plantaba árboles frutales y otros. En la casa donde vivió, en Paysandú aún quedan laureles, un azufaifo (le llamaban pelapácaro, da unas pequeñas manzanitas) y algún árbol de lima. Había una carroba, pero un rayo lo quemó.

Sólo espero no haber aburrido con tanto relato. Gracias a quien se toma el trabajo de leerlo.

La tía Nilda