Matrimonio fue víctima de un copamiento; exigen pronta respuesta en la investigación

Uno de los delincuentes rompió esa ventana, en la habitación donde descansaba la señora, con intenciones de ingresar.

¿De qué sirve trabajar toda una vida y solidificar una familia con buenas bases, si al llegar a adultos se está proclive a ser víctimas de hechos violentos? Esa bien podría ser la pregunta de un matrimonio compuesto por un señor de 72 años y una señora de 71, que vieron interrumpido su descanso al ser violentamente agredidos por al menos dos delincuentes en su finca de la zona de Dr. Roldán y Andresito. “Una vida de trabajo y de ser honrados para tener que pasar por estas cosas, que hasta hoy no nos dejan dormir tranquilos”, dijo la señora a EL TELEGRAFO. Así relató el copamiento, que ocurrió entre la 1.30 y 1.50 de la mañana del 22 de setiembre, “justo cuando había una lluvia torrencial”.

“Yo estaba durmiendo profundo, porque tomo pastillas como inductor del sueño. Mi esposo se había acostado hacía un rato, porque se había quedado a mirar televisión, y sintió un ruido –aunque él es sordo y usa audífonos– y se levantó. Estábamos en cuartos diferentes porque yo estaba en otro, que es donde duermo con mi nieto de 10 años, que ese día por suerte no estaba, no se había quedado. Mi esposo se levantó y fue al baño, y al volver al dormitorio escuchó ruidos de nuevo. Entonces empezó a preguntarme qué me pasaba, porque pensó que era yo, como justo me había dormido con la tele y la luz prendida. Al verme dormida siguió por el pasillo hacia la cocina. Prendió la luz y cuando va a fijarse a la ventana, se encuentra con uno escondido al costado de la heladera. Entonces le gritó qué hacía ahí y como que le intentó pegar una trompada. Mi esposo es un hombre grande, que pesa 120 kilos, y el muchacho lo empujó tan fuerte que lo mandó contra la pared, lo hizo caer y quedó todo ensangrentado con un golpe tremendo en la frente, que todavía tiene el ojo negro. Y el ladrón salió por el agujero que había quedado donde había sacado el postigo de madera y roto el vidrio de la ventana que da hacia el fondo, que es de una cocina con un estar grande. Incluso descolgaron el otro postigo, que cuando lo fui a abrir se cayó”.

Precisamente esa ventana no tiene rejas “pero tiene postigos de madera bien seguros… por lo menos eso pensábamos, porque tenemos rejas por todos lados. Levantamos muro, pusimos concertina, hace tres o cuatro años que nos estamos encerrando más. Y pensamos que ahora sí vivíamos en una casa segura”, comentó.

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La mano en la ventana

“Cuando mi esposo me grita que llame a la Policía porque nos están robando, me rompen el vidrio de la ventana del cuarto a mí y me caen los vidrios encima, y meten una mano. Yo le gritaba ¿qué hacés? Pero no se iba. Me tiró la veladora, manoteó el reloj que tenía ahí y la cadena que había dejado. Yo lo que más quería era sacarle la mano porque no sabía qué estaba pasando. Estaba tan dormida, y mientras yo luchaba con uno, no sabía que mi marido estaba con otro en la cocina y encima herido”, relató la señora. Al salir del cuarto, se dirigió a la cocina, donde se encontró con su esposo. “Lo vi todo ensangrentado y de los nervios no podía ni discar al 911. Es una situación horrible, tan espantosa, con tanta agresividad que nunca nos había pasado. Mirá que en esta casa han entrado a robar pero sin nosotros, no así”.

De inmediato, “vinieron tres camionetas y autos policiales y llevaron a mi esposo al sanatorio porque él es una persona con problemas cardíacos y un golpe en la cabeza lo podría haber matado. Le hicieron tomografía y gracias a Dios no apareció nada, salvo el golpe”.
Un poco más calmada, la señora constató además la falta del celular de su esposo que habían dejado sobre una mesa en la cocina. “No alcanzaron a llevarse más cosas porque mi esposo los sorprendió, pero fue una situación espantosa”, comentó.

Sentimiento de rabia total

Acerca de cómo están en la actualidad, el matrimonio contó que se sienten con rabia “que te da la inseguridad porque además nadie te dice nada. Mi marido está esperando que lo citen de Fiscalía y nadie lo hace, solo lo vio el forense y nada más. No sabemos si los detuvieron, si están presos o qué”, indicó la señora.
“La falta de información que hay es total y parece como que alguien ocultara información porque si no, no se entiende por qué no lo dicen ni a la prensa. Pero es necesario que estas cosas se sepan porque hay tanta gente mayor que está sola y le puede pasar algo así”, agregó. En tanto, su esposo comentó que se siente “completamente indignado” porque “parece que se ocultan las cosas. Esto fue el 22 y hoy, siete días después (por ayer), nadie me ha siquiera llamado para presentarme en Fiscalía. Todavía no me citaron. Parece que no fuera importante, pero para quienes lo vivimos sí lo fue”.

“No me tomaron la denuncia en el momento porque me llevaron a Comepa ya que estaba herido. Y después de sacarme del médico me llevaron a Investigaciones, donde me tuvieron dos horas, me sentí más un detenido que una víctima, porque no sé por qué razón me llevaron. Y todavía después de que hicieron el pamento me preguntaron si yo iba a seguir con esto adelante.¡ Y claro que sí, mirá qué pregunta hacen! Todos muy bien, muy macanudos pero sentí como si me tomaran el pelo y ya somos personas grandes que no estamos para esto. Y uno sabe lo que vivió. Además si el tipo hubiera estado armado, yo no estaba sentado ahí contando nada y ¿quedaba todo así?”, dijo el señor a EL TELEGRAFO.
Acerca de cómo viven el día a día, la señora indicó que sigue nerviosa. “Mi marido es muy tranquilo pero yo estoy nerviosa todo el tiempo. Ya cuando viene mi nieto a quedarse no tomo la pastilla por miedo a dormirme profundamente, pese a que ya vino el carpintero, arregló todo y hasta reforzó. Pero es algo muy feo, yo sigo pensando en lo que pasó y veo la mano por la ventana y paso con miedo”.

El Paysandú de las rejas

Por su parte, un familiar que se acercó a nuestra Redacción dijo que la intención al contar lo ocurrido “no es crear ningún miedo, pero se tocó a nuestra familia y como adulto mayor –que la podemos contar– tenemos que entender más que la inseguridad está presente y golpeó en este caso a través de un proceder agresivo”. “Cuando Dios nos permite llegar a esta edad, donde ya somos abuelos o –como en mi caso– bisabuelos, donde formamos nuestra familia y cada uno va buscando su destino, nos encontramos como en una casa enorme pero vacía en que muchas veces esas nuevas generaciones nos dan esa fuerza para seguir. Lo que queremos es vivir felices dentro de nuestras posibilidades. Y lo que sucedió en mi querido Paysandú, donde fueron tocados mis seres queridos, sea un llamado de que tenemos que tomar todas las precauciones posibles”. “El querido pastor Hugo Batista cuando escribía ‘Pensemos Juntos’, decía que este flagelo de la droga que está inserta en la sociedad, no es fácil de parar. Además de que somos una ciudad de frontera donde además la desocupación nos muestra que éste no es el Paysandú que nos tocó vivir a los que estamos en el pelotón de los 70”, comentó. Hoy, lamentablemente, “estamos en el Paysandú de las rejas, las alarmas, los tejidos de seguridad”, dijo.