Para el peluquero Néstor “Pony” Caporale, esta profesión “es apasionante” porque “nunca se deja de aprender”

Néstor Ramón Caporale Langoni, conocido por su apodo “Pony”, peluquero de varias generaciones de sanduceros, en entrevista con Pasividades en el living de su casa, habló acerca de lo que fue su extensa trayectoria, que le dio muchas satisfacciones y reconocimientos.

Hijo de Basilio Caporale y Elvira Langoni, nació en Paysandú el 28 de diciembre de 1944 y su vocación “surgió de jovencito. En aquellos años no empecé de peluquero desde un principio, sino que luego de dar un examen ingresé a AFE donde estuve trabajando 18 años en una oficina, de 7 a 13. Un día le dije a Ruben Beneventano que me gustaba la peluquería y si me podía enseñar”. Es así que durante unos meses, en las tardes asistía a la peluquería a aprender y luego es invitado a trabajar ahí. “Beneventano fue mi maestro y mi amigo. La peluquería que era solo de hombres, estaba en calle Cerrito entre Oriente –hoy Larrañaga– y Pastor –Lucas Píriz. Eran épocas lindas porque en Paysandú había mucho trabajo, era la época de la remolacha. Había algunos clientes que venían todos los sábados; cobrábamos 1,50 el corte de pelo y a veces la gente nos dejaba 1,80 o 2 pesos, y con las propinas nos daba para cubrir las salidas, los gastos, por lo que el sueldo nos quedaba entero. Así me inicié, trabajando en los dos lados”, recordó.

SU PROPIO LOCAL

“De a poco me fui formando. Llegó el momento que formé mi familia; junto a mi señora que se llamaba Aide Raquel Rodríguez y era maestra, empezamos a hacer nuestra casa, y yo siempre con la idea de que algún día iba a tener mi salón”, contó.
Entre tanto, le surgió la oportunidad de comprar un bar, negocio que trabajó junto a su cuñado y la colaboración de su propio padre, sobre quien asegura “era mi mejor amigo”. “Con el bar estuve 3 años; empecé a hacer mi peluquería al lado de casa y cuando estuvo pronta decidimos cerrar el bar”, comentó.
“Cuando inauguré mi propio local –1979–, había gente que me decía ‘Pony vos estás loco, en vez de irte para 18 de Julio, te vas a ir a un barrio’; a lo que contestaba ‘el punto lo voy a hacer yo, ese va a ser mi desafío. Me vine a una calle de tosca, que había en ese momento, y que era todo baldío, con unas pocas casas. Yo empecé a hacer el punto”, dijo orgulloso.
En un primer momento “empecé solo con varones”, pero tiempo más tarde decidió extender la atención a las damas, y para ello se capacitó y perfeccionó. “Empecé a hacer cursos en Buenos Aires y Montevideo. En aquellos años, los laboratorios hacían 2 o 3 cursos en el año, entonces, casi todos los meses tenía un curso. Muchas colegas, a las que les tengo que agradecer, también me ayudaban. Siempre me gustó estar actualizado”, aseguró.
“Hubo una época que estuvo de moda la permanente. Aprendí todos los detalles y empecé a hacer permanente.
Como era detallista, yo no escatimaba esfuerzos en comprar herramientas y buenos productos, aunque tuviera que cobrar un poco más. Llegó un momento que yo hacía 5 o 6 permanentes en el día y, como no me gustaba trabajar con guantes, los dedos me quedaban con llagas de los líquidos, pero al otro día trabajaba igual. Fueron momentos lindos porque era moda y había que aprovecharla”, refirió.
“Después surgieron los claritos, que antes se llamaban mechitas. Ya ahí tenía muchos cursos realizados, había ido varias veces a Buenos Aires. Además, el Centro de Peluqueros, del que yo integraba la comisión, organizaba los ateliers acá en Paysandú. Traíamos peluqueros de Buenos Aires, incluso llegamos a traer un peluquero español”, indicó Caporale, a la vez de señalar que siempre aprovechó todo este tipo de instancias para “aprender lo más posible”.

CONCURSOS

De su extensa trayectoria, en la que la actualización y perfeccionamiento fueron pilares fundamentales de su éxito, hoy guarda más de 30 diplomas. Pero, además, el profesional sanducero participó de muchos certámenes luciendo en su living los muchos trofeos que cosechó en estos concursos.
“Como en todo los concursos, uno sobre la marcha aprende”, comentó el entrevistado, destacando entre ellos su participación en el campeonato celebrado en Montevideo en 1987, donde obtuvo el primer premio en masculino. En esa ocasión presentó como modelo a su hijo Javier y obtener el campeonato “para mí fue una gran emoción”, reconoció Caporale. Posteriormente participó en otros certámenes, en los que obtuvo segundos y terceros premios, pero luego dejó de asistir a estas instancias porque “para competir e ir a Montevideo bien preparado, sale caro”, explicó. “Así que me dediqué a trabajar en la peluquería, lo que me dio mucha satisfacción porque trabajé muy bien. Empezaba a las 8, pero no sabía a qué hora terminaba”, aseguró, a la vez de considerar que “hubo una época muy buena, de trabajar muy lindo, y le agradezco a Paysandú y a todos los clientes porque hasta el día de hoy me reconocen en la calle”.
Si tuviera que aconsejar a los jóvenes que hoy incursionan en este rubro, “la recomendación es que hay que dedicarse y que siempre hay que superarse, porque es apasionante la peluquería; a mí me encantó toda la vida, porque nunca se termina de aprender. Yo hoy, que tengo 50 años de peluquero, igual sigo aprendiendo”, aseguró.

APOYANDO EL CICLISMO

Acompañando a su hijo en el ciclismo, donde “empezó a competir desde muy jovencito”, trabajó junto a un grupo de padres por el Club 33, organizando beneficios e incluso sumándose a la comisión de la institución. Tras hacer el curso de técnico, “dirigí la selección juvenil de Paysandú en la época en que Paysandú en ciclismo era el número uno en el Interior, por los 90. Aprovechamos esos años, íbamos a todos los departamentos; en los campeonatos del Litoral Paysandú ganaba en juveniles y en mayores, se trabajaba lindo”, reconoció.

En ese sentido, consideró oportuno “agradecer a los intendentes Belvisi, Larrañaga y Bentos, que colaboraron mucho con el ciclismo”.
“Con el ciclismo tuvimos muchas satisfacciones”, aseguró, recordando que “en el Club 33 hacíamos beneficios, vendíamos tortas fritas en la playa y con un convenio con el MTOP, hicimos un gimnasio; el club era chico y lo ampliamos. Fueron todas satisfacciones que quedaron para Paysandú”.

“UN AGRADECIDO”

“Soy un agradecido de mi profesión de peluquero porque hice amistad con mucha gente, también en el ciclismo tengo la satisfacción que mi hijo fue vistiendo la celeste a Ecuador a correr el campeonato sudamericano y también fue a Italia a correr el mundial juvenil”, resaltó.
“Me gustaría hacer un agradecimiento a toda la gente de Paysandú, a la clientela que tuve en la peluquería, pero también a profesionales como Olhalde, con quien trabajamos juntos en el ciclismo pero que también me ayudó mucho en la peluquería, y a la Dra. Cristina Parafiniuk, que me enseñó algunas cosas; también a mi hermana Gladys y mi cuñado Héctor, y mis hijos Gabriela y Javier”, indicó.
Se mostró agradecido a la vida porque “pude hacer lo que quería y, a la vez, hoy en día estoy disfrutando de mi jubilación. Quiero también felicitar a la gente de Cajupay, a donde voy los domingos y me divierto bailando”, concluyó.