El enfoque debería ser nadie sin alimento

Uruguay es un país productor de alimentos. Seguramente la afirmación no sorprenda porque se ha repetido hasta el hartazgo, lo que en cambio debiera inquietarnos es que en un país que produce alimentos haya personas que tengan dificultades para acceder a ellos, o que sea tan costoso alimentarse, para plantearlo desde otro punto de vista. Pero más aún debe llamarnos la atención la cantidad de alimento que el país produce y se pierde o se desperdicia en los diferentes momentos de la cadena productiva. Ojo, aclaremos que este no es un problema exclusivo de Uruguay, es un dolor de cabeza a nivel mundial y de hecho es una problemática a la que se le está buscando la vuelta, hasta ahora sin éxito. Tanto es un problema que se le ha dedicado un día internacional. El 29 de setiembre se celebra el Día Internacional de la Concientización sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en nuestro país se desarrolló una semana de actividades en este marco, a lo largo de la cual se pretendió visibilizar la problemática y mostrar las acciones que se vienen desarrollando. Ente ellas hubo seminarios, talleres, apertura de espacios interinstitucionales de trabajo y un concurso de recetas. Siempre bajo la premisa de buscar prevenir y reducir la pérdida y desperdicio de alimentos.

La pérdida y desperdicio de alimentos (PDA) es una terminología técnica que alude a la reducción de la cantidad o la calidad de los alimentos en la cadena de suministro alimentario. Las pérdidas son las que se producen al inicio de la cadena: en la producción y la cosecha de vegetales, en el sacrificio o la captura de animales. El término desperdicio alude al que ocurre en el nivel de la venta al por menor y el consumo, tanto doméstico como en los servicios gastronómicos, públicos o privados, es decir, en los últimos eslabones de la cadena alimentaria.

El problema no es pequeño y tiene un impacto significativo en varias dimensiones, con consecuencias ambientales, sociales y económicas. En términos de impacto ambiental, supone el uso ineficiente de recursos como semillas, agua, energía, tierra agrícola, fertilizantes y horas de trabajo, entre otros. Se estima que con las pérdidas y desperdicios de alimento se va el 21% del agua dulce utilizada y que casi 30% de la tierra agrícola del mundo se utiliza para producir alimentos que nunca serán consumidos (de acuerdo a un estudio de FAO –Agencia de ONU para la Alimentación y la Agricultura– del año 2016). A ello se suma que estos alimentos se transforman en residuos que van a parar a los vertederos, contaminando suelo, agua y aire. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático estimó que entre 2010 y 2016, la pérdida y el desperdicio de alimentos a nivel mundial de alimentos representó entre el 8 y el 10% del total de las emisiones de GEI. La dimensión social es bastante evidente, a escala mundial entre 720 a 811 millones de personas padecen hambre y una de cada tres sufre inseguridad alimentaria, ambos problemas vinculados con la dificultad de acceso a la alimentación. Reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos permite aumentar la oferta de alimentos. Si a la vez se lograra mediante la distribución de los alimentos excedentarios contemplar el acceso de la población más vulnerable, se podría incidir en la reducción de ambos problemas a escala global, considera la ONU.
Muchas de las pérdidas de alimentos se deben a ineficiencias de los sistemas productivos y de la logística de distribución y podrían ser minimizadas, para que su reducción conlleve también beneficios económicos para el sistema productivo.

¿Pero qué pasa en concreto en Uruguay, donde el tema es manejado desde el Ministerio de Ambiente, como una parte del Plan Nacional de Gestión de Residuos? En el contexto de esta semana se lanzó una convocatoria a integrar el Comité Nacional para la Prevención y Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en Uruguay.
Las primeras estimaciones en nuestro país indican que aproximadamente un 11% del total de alimentos disponibles para consumo humano se pierde o se desperdicia anualmente. Eso equivale a cerca de 1 millón de toneladas al año. Si lo quiere en plata, las pérdidas o desperdicios rondan los 600 millones de dólares al año. Cerca del 70% de ellas se concentran en las etapas de producción y poscosecha, es decir en las etapas iniciales de la cadena agroalimentaria.

En el país hay varias organizaciones, tanto públicas como privadas, de la sociedad civil y de la academia, que desarrollan iniciativas relacionadas con el abordaje de las pérdidas y desperdicios de alimentos. Algunas dedicadas al rescate o recuperación de alimentos, otras que buscan promover una alimentación consciente que reduzca los desperdicios, saludable, nutritiva y de estación. Además hay varias investigaciones disponibles al respecto.

La convocatoria para integrar este Comité Nacional para la Prevención y Reducción de las Pérdidas y los Desperdicios de Alimentos (Comité PDA), llevará la creación de una Estrategia Nacional para atender este problema. El comité se concibe como un ámbito participativo y ampliado de consulta. Se pretende que la Estrategia Nacional PDA, que establecerá objetivos y metas para todos los actores de la cadena agroalimentaria, esté definida para junio de 2023.

¿Por qué usted no ha prácticamente escuchado hablar de todo esto? Porque tenemos un problema de enfoque y las discusiones políticas terminan siendo por intereses electorales y la disputa del poder y no por solucionar los problemas reales de los uruguayos.