Nada nuevo bajo el Sol

Las encuestas de opinión que preguntan sobre las principales preocupaciones de los uruguayos son reveladoras. Allí se destaca el cambio de ánimo de quienes responden y confirman que, a pesar de ser una foto de la realidad de ese momento, los problemas persisten con o sin pandemia.
Es decir, los consultados no mencionan a las políticas públicas orientadas al tabaco o la Ley de Medios, o lo que ocurre con el exjefe de la custodia presidencial. Ni siquiera la Rendición de Cuentas, que define recursos para diversas áreas que afectan la vida diaria y que ha sido largamente discutida en el Parlamento. Tampoco la reforma de la seguridad social, aún en anteproyecto y con modificaciones previstas para su ingreso al Poder Legislativo. Una iniciativa que aún no ha tomado forma ni ha llegado a la población a manera de información completa, sino solo con sus principales titulares.
Es decir, la clase política discute en sus ámbitos. Pero la mayoría de la población parece preocupada por otras cosas.
La última encuesta de Equipos Consultores asegura que después de dos años “convulsionados por la pandemia”, la inseguridad y la economía son los principales problemas que perciben los uruguayos. Según los datos relevados, el 46 por ciento de la población sostiene que la inseguridad es el primero o segundo principal problema, seguido por la situación económica.
En el aspecto de la inseguridad, se transformó en el “problema individual más mencionado”, pero por debajo de los niveles de 2019.
Es importante recordar que en el mes de setiembre del año previo a la pandemia –de acuerdo a la misma empresa– el 53 por ciento de los uruguayos consideraba a la inseguridad como el principal problema. El año anterior a ese informe, es decir en 2018, involucraba al 58 por ciento de los consultados. Asimismo, en 2019, la preocupación por la economía desplazaba del primer lugar a la inseguridad.
Aquella encuesta, efectuada un mes antes de la primera vuelta electoral revelaba otro dato. Concluía que los juicios sobre la situación económica “están muy teñidos de política”. Los disconformes “deciden votar a la oposición” (de entonces), “los “satisfechos prefieren votar al oficialismo” y “los indecisos están más cerca de la oposición”. Y concluye que “eso sugeriría que la mayoría de ellos terminaría votando a la oposición”. Es decir, confirmaba una regla no escrita que asegura que el votante “vota con el bolsillo”.
En los dos años siguientes, una pandemia sin antecedentes para las generaciones modernas, desestabilizó todos los esquemas y obligó a repensar el mundo del trabajo y a afinar estrategias de empleo. Consolidó diversas formas de relaciones laborales que antes de la pandemia no eran prevalentes y puso a prueba el sistema de seguridad social en su protección a los trabajadores. Incluso, incrementó los índices de desempleo y pobreza a nivel global. Por lo tanto, Uruguay no es ajeno.
Con toda esa base de experiencia, las preocupaciones son las mismas. Con la excepción de que la humanidad no salió igual en sus condiciones personales o familiares, después de la contingencia sanitaria mundial. Por lo tanto, la inseguridad, la situación económica y el empleo son problemas estructurales que atraviesan a las diversas administraciones y coyunturas históricas.
Es evidente que, además, no se visualizan en el pensamiento colectivo otras cuestiones que quedaron después de este contexto. El estado de la salud mental y de otras enfermedades que la pandemia relegó a un segundo plano e influirán en los recursos humanos y de atención sanitaria. Sin dejar de mencionar, el deterioro en la desigualdad a largo plazo.
Esos temas aparecen bastante más aplazados en las prioridades, donde el desempleo ocupa el 25 por ciento de las preocupaciones, la educación el 16 por ciento, los problemas sociales el 9 por ciento y el gobierno el 7 por ciento.
En el caso del mercado de trabajo, el deterioro llevaba varios años y algunos guarismos de la economía estaban “planchados” por lo menos desde 2014. Y el Banco Central del Uruguay describe claramente esa situación en su Informe de Cuentas Nacionales. Desde entonces, venían cayendo las inversiones privadas y se notaba una expansión de las ramas exportadoras que se afianzó en los últimos tiempos.
Y si Uruguay no ha logrado un mejor desempeño económico en forma sostenida –que era medible antes de la pandemia y notorio después de ella– no es posible satisfacer las demandas que se repiten en las encuestas.
Incluso, varían por zonas del país. En el litoral, el desempleo es más elevado que en otras partes del territorio y la afectación es tan conocida como reiterada por la diferencia cambiaria con Argentina. Su incidencia sobre el nivel del consumo local, pesa negativamente sobre la recuperación del empleo y resta dinamismo a las pequeñas economías.
Por su parte, la inseguridad tampoco ha sufrido mayores variaciones en las preocupaciones de los consultados desde los últimos cinco años. Las encuestas realizadas durante 2017 arrojaban resultados elevados y al menos el 45 por ciento de los encuestados, consideraba necesario “reducir la inseguridad”. De hecho en Opción Consultores, ese reclamo se repetía en los ocho años anteriores. En esa encuesta, por ejemplo, el 29 por ciento de los consultados, demandaba fuentes de empleo, mejores salarios y jubilaciones.
En proporción, las cifras son similares aunque la población haya atravesado por una coyuntura diversa. Las preocupaciones persisten en el tiempo y ha sido el desafío de los gobiernos, dar una respuesta.
En este caso, el presidente se encuentra justamente a mitad de su mandato. La clase política, en general, está frente a una etapa que empieza a movilizarse bastante antes de tiempo en el aspecto electoral.
Lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol de las preocupaciones. Permanecen allí, enquistadas desde hace años.