Los más amenazados

Transitando por uno de los caminos vecinales cercanos a la ciudad, nos llamó la atención días atrás la gran cantidad de aves de diferente tipo, tales como garzas blancas y rosadas, patos y hasta ejemplares de chajá, que se habían congregado en una zona relativamente modesta de un humedal. Y más aún, la existencia de ese humedal cuando en los días anteriores habíamos visto en diferentes lugares del territorio nacional decenas de cañadas y tajamares secos, así como ríos con muy bajos caudales.

La gran sequía que estamos viviendo, que también desata incendios un día y otro y genera pérdidas de ganado en diferentes partes del país, es también la responsable de que distintas especies busquen encarecidamente agua para sobrevivir. Esa sea seguramente la explicación de la gran cantidad de aves que pudimos apreciar en los alrededores de Paysandú.
En el Día Mundial de los Humedales, hoy 2 de febrero, quizá sea pertinente llamar la atención sobre la importancia de estos espacios existentes en el territorio –a los cuales aquí llamamos “bañados”– y la necesidad de considerar seriamente su importancia, así como el hecho de la gran velocidad de su desaparición.

De acuerdo a la convención de Ramsar los humedales se definen como “extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de agua, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad de marea baja no exceda de seis metros”.
Debido a su capacidad de retener grandes cantidades de agua, dado que son verdaderas “esponjas” naturales, estos ambientes son importantes para la regulación de flujos de agua y control de inundaciones dado su potencial de retener grandes cantidades de agua y permitir luego su lenta evaporación. También son importantes para el filtrado del agua y la recarga de acuíferos subterráneos, así como la amortiguación de condiciones climáticas locales, en especial las lluvias y la temperatura.

Por otra parte, constituyen el hábitat de diversas especies de flora y fauna características, especialmente las aves acuáticas, para las cuales funcionan como áreas naturales de cría y alimentación tanto para especies residentes como migratorias.

Además, son una solución natural al cambio climático y los sumideros de carbono más eficaces de la Tierra, encargándose de capturar y almacenar el doble de carbono que todos los bosques del mundo juntos, es por eso que cuando se drenan y destruyen, emiten grandes cantidades de carbono. “Los humedales también nos protegen de catástrofes naturales. Ante la subida del nivel del mar, los humedales costeros reducen el impacto de los huracanes y los tsunamis, fijan la línea de costa y resisten la erosión” destaca la ONU.

Hoy en día son uno de los ecosistemas que sufren mayor deterioro, pérdida y degradación, y se prevé que esta tendencia negativa continúe como consecuencia del rápido crecimiento de la población, la producción y el consumo insostenible, el desarrollo tecnológico y el cambio climático.
Con una pérdida del 35% a nivel mundial en los últimos 50 años, los humedales son nuestro ecosistema más amenazado, desapareciendo tres veces más rápido que los bosques, según el organismo internacional.

Entre las actividades humanas que provocan la pérdida de humedales se incluyen el drenaje y relleno para usarlos para agricultura y construcción, la contaminación, la pesca excesiva y la sobreexplotación de recursos, las especies invasoras y el cambio climático.

En el Uruguay existen aproximadamente 4.000 kilómetros cuadrados de humedales, de agua dulce y salada, que se encuentran distribuidos en diferentes zonas del país. Los más destacados de agua dulce son los Humedales del Este y lagunas costeras (humedales Ramsar), los Esteros de Farrapos (humedales Ramsar) y los Humedales de Carrasco. Entre los de agua salada, se destacan los humedales del río Santa Lucía. Según un artículo publicado por los investigadores uruguayos Mario Clara y Raúl Maneyro (UdelaR), uno de los principales impactos sobre los humedales costeros ha sido la urbanización, en particular en los Departamentos de Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha. También como consecuencia del aumento de la superficie utilizada para construcciones, se han perdido diversos cuerpos de agua de carácter semipermanente que existían detrás de la faja de dunas. Asimismo, el aumento de la densidad poblacional sin una planificación adecuada trajo como consecuencia la contaminación con efluentes y basura ciudadana. En otros lugares del país pueden llegar a estar también en riesgo debido al interés en la explotación de recursos costeros, como la arena o el canto rodado, o por el desarrollo de obras de riego, canalización y desecación.

“El círculo vicioso de desaparición de humedales, medios de sustento amenazados y agudización de la pobreza es el resultado de una forma de pensar que, de forma errónea, ve los humedales como meros terrenos baldíos en lugar de considerarlos fuentes de vida, empleos, ingresos y servicios ecosistémicos esenciales. Uno de los retos clave pasa por cambiar la mentalidad de la gente y alentar a los gobiernos y a las comunidades a valorar y priorizar los humedales”, sostiene la ONU, que este año llama a conmemorar el día bajo el lema de “Es hora de la restauración de los humedales” con la finalidad de despertar una mayor empatía por estos ecosistemas que están desapareciendo a gran velocidad.

En diferentes lugares del mundo actualmente se trabaja por la restauración de humedales, tarea que tiene un efecto positivo en la revitalización de la biodiversidad, dado que la restauración fortalece la cadena alimentaria local y atrae fauna silvestre, lo cual es muy importante ya que el 40% de las especies del mundo viven o se reproducen en humedales.
Por otra parte, los humedales restaurados pueden actuar como esponjas frente al exceso de lluvia y las inundaciones, amortiguar las mareas de tempestad costeras y proteger a las comunidades ante los fenómenos meteorológicos extremos. Asimismo, proveen de medios de subsistencia relacionados con la pesca, la acuicultura y el ecoturismo.

Cuando los mapas de incendios forestales y de campo en el Cono Sur evidencian las alarmas de la crisis climática, los llamados a proteger el agua y los humedales deberían ser integrados firmemente a la agenda ambiental y de ordenamiento territorial de nuestros países con la consecuente inversión de capital financiero, humano y la adopción de las decisiones políticas necesarias.