La soledad, un tema de nuestro tiempo

Dice Charles Bukowski : “Y cuando nadie te despierta a la mañana, y cuando nadie te espera en la noche, y cuando puedes hacer lo que quieras, ¿cómo lo llamas?¿libertad o soledad?”
Da para reflexionar mucho; ¿puede ser la soledad un infortunio o puede servir para crecer espiritualmente? Depende del caso, de las circunstancias, de la elección de cada uno.

Porque existen dos tipos de soledad: la impuesta y la de libre elección. Muchos ancianos y enfermos son reducidos a la soledad por las circunstancias o por la falta de solidaridad de quienes deberían ocuparse de ellos. Es el caso de los enfermos mentales, que son aislados en un centro para su tratamiento, donde no se tiene en cuenta que todo ser humano necesita estar con otros, que somos seres sociables, y que la depresión es causada justamente por la falta de contacto social. Claro, es muy fácil decirlo, pero nada fácil llevarlo a la práctica, cuando faltan instituciones, médicos y personas que se encarguen de estos problemas, cuando faltan la voluntad y los medios económicos.

Es alarmante el número de suicidios de adolescentes y jóvenes por causa de la depresión, no sólo en nuestro país. Los italianos hablan también de ese tema, de la soledad de los enfermos mentales, y de los ancianos abandonados en este mundo consumista, que busca el dinero y el placer por encima del amor.
En Salerno y en Nápoles, al sur de Italia, se han creado recientemente sociedades Scacco Matto, han propuesto un programa de ayuda al enfermo mental, buscando insertarlo en la sociedad, con ayuda de personas que ya han pasado por lo mismo, como esquizofrénicos o bipolares que han mejorado mucho su condición, gracias al apoyo de familiares y allegados. Se busca eliminar los prejuicios, el miedo, la desconfianza hacia los que son “locos”, que generalmente son rechazados y excluidos del trato social. En fin, se trata de aliviar sus soledades con el apoyo de los otros que supuestamente están “sanos” (porque todos tenemos algo de locura en nuestro comportamiento. Se puede estar loco por una causa justa).

En estos casos, la soledad es muy perjudicial, porque se está negando la esencia del ser humano, que ha nacido para vivir en sociedad, que llega a formar su propia identidad viviendo entre y con los otros que encuentra en el camino de su vida.
Pero existe también otro tipo de soledad, la soledad productiva, la de quienes voluntariamente se apartan de la sociedad, a veces sólo por un tiempo, para reflexionar y limpiar su “aura” (creo que se dice así), encontrarse consigo mismo y crecer espiritualmente. Los grandes escritores y otros artistas, los religiosos, generalmente necesitan un tiempo y un espacio de soledad, para meditar y para sacar a luz lo mejor de sí, para después darlo a los demás. Es una soledad productiva y beneficiosa para quien la vive y para sus congéneres.

A veces oímos a alguien decir que más vale estar solo que mal acompañado, pero eso es verdad sólo cuando el “otro” resulta ser una persona tóxica, como se dice ahora. Y una cosa es estar solo y otra muy diferente sentirse solo. Hubo un poeta que hablaba de “soledad acompañada”, es lo que sucede a muchas personas que sienten la soledad a pesar de estar rodeados de gente. Porque no hay conexión, no hay comunicación, no hay comunión con los otros. Es una soledad subjetiva, del individuo. Se puede estar solo físicamente, pero no sentir la soledad si tenemos la mente abierta y el corazón dispuesto a brindarse, aunque estemos distantes geográficamente. Es el caso de quienes viven solos, pero se comunican a diario con sus familiares, esa es la gran ventaja de Internet.

Agrego las palabras de mi amigo, el doctor Antonio Frunzio, porque yo no sabría decirlo mejor: “El ser humano se define a partir de su capacidad para relacionarse con el propio ambiente y con el mundo. Si la calidad de nuestras primeras relaciones (en primer lugar la relación con la madre) es precaria y decadente tendremos dificultades para relacionarnos para toda la vida. Por lo tanto, aparte de los casos de soledad impuesta, los casos de soledad voluntaria se dividen. Existe una soledad que se debe a la incapacidad para establecer relaciones constructivas con los otros y una soledad elegida, en realidad una soledad “poblada” de rostros, lugares, recuerdos, emociones, sentimientos”, una soledad acompañada, agregó.

La soledad objetiva, impuesta, que muchos han experimentado debido a la pandemia, ha servido –o debería haber servido– para reflexionar sobre la existencia y nuestro modo de vivir, sobre el estado de las cosas actuales. Todos aquellos que viven aturdidos por los ruidos del mundo necesitan un poco de soledad para tomar conciencia de la necesidad de cambiar para el bien propio y de todos. Todos necesitamos momentos de soledad para redescubrirnos, para lograr la paz interior y así poder transmitirla a los demás.
La tía Nilda