Avatares de las micro y pequeñas empresas

La salud y permanencia de las empresas, su crecimiento y la reinversión, son un punto de apoyo y a la vez también un reflejo de una economía sana, además naturalmente, de fuente de trabajo por excelencia en cualquier país donde funcionen las leyes de la economía, por lo que estamos ante un punto crucial para el desenvolvimiento del tramado socioeconómico.

El Uruguay, por supuesto, no escapa a esta regla, pero la estabilidad en los últimos años es un tema pendiente en la problemática empresarial, aspecto este que es confirmado a través del relevamiento efectuado por los economistas de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) Gastón Carracelas y Paola Regueira, según surge de un artículo de El País en el que se da cuenta de este estudio.

Un resumen de este análisis indica que las empresas en Uruguay “nacen y mueren” en mayor número cada año, lo que representa una fuerte turbulencia en la dinámica empresarial local. Se traduce asimismo en un bajo porcentaje de supervivencia y menor aún de crecimiento de dichas unidades productivas.
El estudio de referencia se centra en el período 2008- 2021, a partir de registros administrativos de empresas en actividad, e indica entre otras conclusiones que una de cada dos empresas, a los tres años está afuera de circulación, a la vez que se advierte que las barreras a la entrada y salida de las empresas no parece ser tan relevante como la existencia de barreras al crecimiento o al ingreso al mercado de empresas con grandes carencias para poder sobrevivir.

En el período considerado para el estudio, se observa que la cantidad de empresas que nacen anualmente supera a la cantidad de empresas que mueren cada año. En promedio nacen anualmente unas 28.000 empresas en todo el país, en tanto mueren unas 23.000, por lo que el saldo positivo de la diferencia entre estos números revela que ha crecido el número de empresas en este período, aunque con altibajos de acuerdo a la coyuntura y con “mucha turbulencia empresarial”, incluyendo la creación y destrucción de negocios, sobre todo en lo que refiere a las microempresas.

Este último aspecto es vital para poder entender el fenómeno que se da en nuestro país a partir de dificultades propias, y tiene que ver con la destrucción de empleos en el sector privado en empresas medianas y grandes, por lo que la dinámica ha ido apuntando al autoempleo como último recurso para poder subsistir, ante un mercado de trabajo muy difícil y en el que los trabajadores que se necesitan muchas veces no se corresponde con la capacitación de la potencial mano de obra que se forma en el sistema educativo.

Se está por lo tanto ante un escenario en el que aparecen personas expulsadas del mercado de trabajo en busca de oportunidades a través de sus microemprendimientos, implicando muchas veces una aventura en actividades que desconoce, y mucho menos en lo que refiere a la gestión empresarial, generalmente sin regularización, y por ende en un principio manejándose con bajos costos pero que se van incrementando cuando se ingresa en el período de formalización.
Además, la aparición de nuevas empresas tiene un carácter procíclico, cuando se generan emprendimientos a partir de personas emprendedoras que captan oportunidades en determinado período de bonanza y entienden que tienen mejores horizontes que continuar en el empleo en el que estaban.
Este es el lado positivo de la ecuación, pero el menos común, lamentablemente, desde que va de la mano con el emprendedurismo y la inversión, en lugar de salir al “rebusque” ante la necesidad, que es el sector donde precisamente se da más la precarización, la informalidad y la vulnerabilidad del emprendimiento, muchas veces de carácter unipersonal o familiar.

Destacan los profesionales de ANDE que “claramente las empresas más pequeñas son más vulnerables a los ciclos económicos y hay bastantes evidencias sobre eso. Tienen menos espalda financiera y menos capacidad de sobreponerse a situaciones de coyuntura”.
El período clave para estos emprendimientos por regla general se enmarca en una definición no mayor a los cinco primeros años, período en el cual la empresa ya quedó de baja en el mercado o logró afianzarse y sobrevivir, y en el mejor de los casos, aunque son los menos, se logra superar este primer escalón y dejar de ser micro.

Por otro lado “la otra cuestión vinculada a la baja tasa de sobrevivencia de las empresas más pequeñas es que en general hay también bastante evidencia de que las empresas ingresan con un tamaño subóptimo”, o sea muy pequeñas, y eso es justamente lo que las hace más vulnerables en los primeros años de vida.
Pero además, consignan los especialistas que cuando se observan los tramos de empresas muy pequeñas hay un tema de falta de capacidades empresariales que juegan en contra. “Gente que busca independencia, no tener jefe, pero adolecen de falta de conocimientos, de un buen análisis de mercado, no están preparados para las situaciones a las que se van a enfrentar y eso dificulta la curva de aprendizaje que tienen que recorrer. Muchas veces no lo logran y salen del mercado en corto lapso, y la realidad indica que una de cada dos empresas a los cinco años está afuera”, subrayan, al señalar que naturalmente, en el 95 por ciento de los casos se trata de microempresas.

El punto clave es que por regla general las microempresas nacen por necesidad, sobre todo en países subdesarrollados, como consecuencia de contar con menores oportunidades de empleo, ya sea por las características de las economías como por falta de capacitación para acceder a los empleos mejor remunerados, y consecuentemente se paga un peaje muy costoso para insertarse en el esquema empresarial por falta de capital, conocimiento del negocio y de formas de captación de clientes.

Es decir, que el factor de riesgo es muy grande, y ello se refleja en la baja supervivencia de estos negocios. Nacen muchas empresas, al fin de cuentas, por lo que hay iniciativa empresarial –generalmente ante la necesidad de sobrevivir cuando se pierde el trabajo– pero que esta forma de salir a lucharla en la vida es muy riesgosa y con bajo porcentaje de éxito si no se cuenta con las herramientas necesarias para hacerlo, incluyendo capital para inversión, capital de giro, cierta capacitación empresarial y un estudio de mercado, por mínimo que sea.
Y en este sentido, es fundamental el apoyo que se dé a través de organismos como ANDE, entre otros que cuentan con programas de asistencia, líneas de crédito y herramientas varias en esta dirección, pero a la vez ello debe estar enmarcado en una política de Estado que de continuidad a las acciones por encima de las turbulencias de la economía, lo que requiere un trabajo continuado, acuerdos y coordinaciones para detectar falencias, corregirlas y evaluar resultados, a efectos de actuar en consecuencia en el mediano y largo plazo.