“El perro es mío y hago lo que quiero con él”

Puede que a muchos les choque este título, a otros les intrigue y, lamentablemente, a muchos, aún les parezca normal. Desde que el hombre decidió apropiarse de todo y poner todos los recursos a su disposición y servicio, la naturaleza y los animales no humanos nacen, viven y mueren para servirnos y/o satisfacernos y/o enriquecernos y/o entretenernos.

Los animales no humanos se compran y venden como una mesa, un auto o cualquier otro objeto. Y seguimos haciéndolo, a pesar de saber que son seres sintientes que sufren, se alegran, temen, generan lazos afectivos, etc.

Los criamos para matarlos sin ningún remordimiento. Disculpen, pero algo no está bien en nosotros.

Pero el título de este pequeño espacio de reflexión hace mención a un hecho puntual que se sigue repitiendo. Ante casos de maltrato, abuso o abandono de animales domésticos, e increpado el agresor, responde que el agredido es de su propiedad y puede disponer de él como le plazca.

Bien, eso no es así, porque la ley 18.471 prohíbe las conductas que lastimen o lesionen a los animales. Y sanciona a los infractores con diferentes grados: apercibimientos, multas, prohibición de tenencia, etc.

Pero como creemos que es insuficiente una multa, pedimos la creación del delito penal de violencia/maltrato animal. Y esperamos que los legisladores lo apoyen y voten. Claro que no resuelve el problema, porque la raíz del problema es la falta de educación en estos temas. Pero un violento que comete un acto injusto y cruel contra un animal debe ser seriamente reprimido por el marco legal.

Otra de las acciones que debemos tomar para cambiar estas situaciones es involucrarnos más. Condenar las acciones de violencia, abuso y abandono. Denunciar a quienes las cometen ante las autoridades competentes. Rescatar perros en situaciones vulnerables. Apoyar a familias de bajos recursos para que mejoren su calidad de vida y la de sus compañeros no humanos.

Militar desde la palabra y el ejemplo, todo el tiempo, cambiando de a una, las realidades.

Y educar, educar, educar. Apostar a nuevas generaciones más sensibles, empáticas y respetuosas del mundo todo y sus habitantes. ¿No se puede? Pues esta es mi utopía, y hago con ella lo que quiera.
Dra. Verónica Ortiz, Diplomada en Derecho de los Animales – UMSA – Bs As