Los chilenos aprovechan la crisis argentina

Comparaciones de precios en la TV chilena.

(Por Horacio R. Brum)
“¡Llevé cien mil pesos y compré comida como para seis meses!”, comentaba a su colega un funcionario de la oficina municipal donde este corresponsal fue a hacer un trámite, pocos días atrás. Tal vez el hombre exageraba un poco, pero lo cierto es que los chilenos están asombrados de que su peso es moneda fuerte frente al atribulado peso argentino y cruzan por miles la Cordillera, para hacer compras en las ciudades fronterizas. En el momento de escribir esta nota, 100.000 pesos chilenos son unos 125 dólares, los que al otro lado de los Andes, en el cambio paralelo denominado blue, dan alrededor de 60.000 pesos. Una suma suficiente para una buena compra de productos alimenticios y otros para el hogar, si se tiene en cuenta que en Chile con 100.000 pesos es casi imposible pagar los suministros de un mes para una familia de cuatro personas.

En el extremo sur del país, donde las montañas se funden con las pampas patagónicas, siempre fue habitual viajar a Argentina para comprar provisiones e incluso para la atención de la salud. Por la difícil geografía chilena, hay lugares donde solamente pasando por territorio argentino es posible llegar por tierra más allá de Puerto Montt, 1.000 kilómetros al sur de Santiago. Además, como en otros tiempos el país vecino ofrecía mejores oportunidades laborales, miles de familias se establecieron allí y hoy hay innumerables lazos de parentesco transfronterizos. La crisis actual solamente ha intensificado algunos comportamientos y frecuencias de compras de los chilenos; a los habitantes de Punta Arenas, por ejemplo, les sale en cuenta ir a cargar nafta a la localidad argentina de Río Turbio, aunque tengan que recorrer 500 kilómetros de ida y vuelta, porque llenan el tanque por la tercera parte de lo que gastan en Chile. En Puerto Natales, que está a apenas 30 kilómetros de Río Turbio, la gente dedicada a los servicios turísticos suele cobrar por ellos sin problemas en pesos argentinos a los visitantes de esa nacionalidad, debido a que luego emplean los pesos para comprar del otro lado todo lo que necesitan para sus negocios, ya sea combustible o suministros para los hoteles.

En los 5.300 kilómetros de línea fronteriza, son numerosos los cruces hacia varias provincias argentinas, pero el principal es el Paso Los Libertadores, a 200 kilómetros de la ciudad de Mendoza y a 154 de Santiago. Este dato es engañoso en cuanto al tiempo de viaje, porque el paso está a 2.900 metros de altura y una buena parte del recorrido se hace por las carreteras cordilleranas, llenas de curvas. Por otra parte, no es raro que las nevadas invernales obliguen a cerrar el cruce por horas o días.

De todos modos, en los recientes feriados largos del Viernes Santo y el Día de los Trabajadores, los chilenos cruzaron en aluvión a Mendoza, a razón de 10.000 personas por día, y cargaron todos los rincones de sus vehículos con productos a veces no muy usuales en las compras en el extranjero, como el papel higiénico. Los medios de comunicación estimularon el viaje, al difundir comparaciones de precios. Según una lista elaborada por el diario El Mercurio, el litro de aceite cuesta la sexta parte de lo que se paga en Chile; el precio del kilo de harina es cinco veces más bajo; el litro de leche cuesta la mitad y un kilo de lomo se consigue por la cuarta parte del precio chileno. En este último caso, no obstante, ningún comprador puede disfrutar de la excelente carne argentina, porque los que se atreven a comprarla tienen que enfrentarse al celo sanitario del Servicio Agrícola y Ganadero chileno, el SAG, un organismo que quita sin piedad alguna todo producto que tenga el potencial para introducir pestes al país. Sin embargo, los funcionarios de Aduanas observan entre asombrados y divertidos los cargamentos que abarrotaban los autos, porque en Chile no hay “fronteras del kilo” ni medidas proteccionistas del comercio local. Las autoridades chilenas sólo controlan que no se realicen compras cuyo volumen sugiere que se destinarán a fines comerciales.

En Mendoza y las otras ciudades de la frontera la preocupación es el potencial desabastecimiento y en algunos supermercados se ven carteles con advertencias como: “Solamente se venden tres productos iguales por grupo familiar”. En Santa Cruz, la provincia de los Kirchner, algunos políticos han instado a que se limiten las ventas de alimentos a los chilenos y es obvio que este es un comercio que se escapa de las manos de unas autoridades nacionales argentinas obsesionadas con capturar todos los dólares que puedan. Durante los feriados pasados, el mercado mendocino del dólar blue sí llegó al borde del desabastecimiento, porque en determinado momento no hubo pesos suficientes para satisfacer la demanda chilena por cambio.

En Chile no reina una preocupación mayor por los efectos de esta situación en el comercio nacional, porque se compensa con los argentinos que vienen en busca de ropa y productos electrónicos. También por las erradas políticas económicas proteccionistas vigentes al otro lado de los Andes –que determinan que buena parte de los artículos electrónicos deben ser producidos en Tierra del Fuego–, una computadora o un televisor tienen precios tres o cuatro veces más altos que en Chile, donde la importación es libre. Dos ejemplos: el Smart TV Samsung de 85 pulgadas, uno de los televisores más caros que se encuentran en los comercios chilenos, cuesta 1.950 dólares, pero para adquirir el mismo aparato en Argentina se necesitan 5.500 billetes estadounidenses; una computadora portátil (notebook) Lenovo, con pantalla de 15 pulgadas y memoria de 8GB se compra en Argentina por 770 dólares; en Chile, por 490 dólares. Estos precios se calcularon con la cotización de la divisa blue para Argentina y el cambio oficial en Chile, donde no existe un mercado de moneda paralelo o clandestino. Si el cálculo se hubiese hecho a la cotización oficial argentina, la diferencia de precios sería aun mayor.

“La pérdida de valor del peso argentino revela la pérdida de competitividad y mal desempeño de la economía, además del aislamiento frente a los mercados de capitales internacionales… mientras no se aúnen las miradas políticas, este período de inestabilidad se puede mantener por un período prolongado”, dijo a los medios el principal analista económico de uno de los mayores bancos de Chile. Mirando la tragicomedia política que se desarrolla en estos días, centrada en las elecciones de octubre para designar al próximo ocupante de la Casa Rosada, más realistas que cualquier análisis resultan las palabras de un cómico chileno que fue a actuar a Mendoza: “A los 10 minutos de estar aquí en Mendoza me sentí un millonario. De maletín, con millones de billetes para comprar fideos, arroz, aceite, papel y toallas higiénicas. Me voy cargadito mañana”.