Sin humo (¿y vapor?) de tabaco

La noticia la publicó días atrás El Economista, de España, y refería a que una de las principales empresas productoras de cigarrillos, y tal vez la más conocida internacionalmente, “pide a los gobiernos acelerar el fin de los cigarrillos”, citando que “Deberían estar en los museos”. Agregó su vocero que las políticas actuales para reducir la prevalencia del hábito de fumar no están funcionando lo suficientemente rápido y pueden estar prolongando el hábito de fumar. Lo que pareciera de buenas a primeras una enorme contradicción, se explica en la línea siguiente del texto: “dice que es absurdo limitar las alternativas sin humo”. Partiendo de “un nuevo modelo hipotético basado en datos, estimaciones y métodos de la Organización Mundial de la Salud”, según el medio español, “explicó que incluso asumiendo que los productos sin humo sean sólo un 80% menos peligrosos que los cigarrillos, si las personas que fuman actualmente se pasaran por completo a ellas, a lo largo de su vida existe la posibilidad de una reducción de 10 veces en las muertes atribuibles al tabaquismo en comparación con las medidas tradicionales de control del tabaco por sí solas”. Lo cierto es que el mundo científico no ha logrado todavía determinar qué tan seguro o inseguro es este hábito con el que la industria tabacalera, o al menos parte de ella, pretende sustituir al tradicional cigarrillo, cuya nocividad se comprobó después de largos años de despistes, por la colaboración de “científicos afines” a los intereses de la industria, por decirlo elegantemente.

Un informe de la American Cancer Society (ACS), sobre los cigarrillos electrónicos, que incluye a los dispositivos que se conocen con diferentes denominaciones alrededor del mundo, entre ellos los “vapeadores”, responde algunas preguntas al respecto. Si bien no contienen tabaco como tal, muchos de ellos contienen nicotina, la cual se origina de la planta de tabaco y es la misma sustancia adictiva (droga) de los cigarrillos convencionales. Señala el informe que “el aerosol que sale de un cigarrillo electrónico no es vapor de agua y puede ser perjudicial. El aerosol del cigarrillo electrónico puede contener nicotina y otras sustancias adictivas que pueden causar enfermedades pulmonares, enfermedades cardíacas y cáncer”. Por supuesto que al igual que en el caso de los productos tradicionales debería estar prohibido su uso durante el embarazo, dando que la nicotina puede causar nacimientos prematuros y bebés con bajo peso al nacer. Pero luego ingresa en los pormenores del contenido de este “vapor”. Contiene, por ejemplo, propilenglicol y/o glicerina vegetal, sustancias utilizadas para producir el efecto de niebla en los escenarios que, según el artículo de ACS, “aumenta la irritación pulmonar y de las vías respiratorias después de la exposición concentrada”. También se han encontrado otros productos químicos o sustancias como compuestos orgánicos volátiles (VOC), químicos saborizantes con diferentes niveles de toxicidad, y formaldehido. Sumado a ello hay riesgo de que los productos presenten alteraciones y que incluyan “sustancias ilegales de fuentes desconocidas”. Dirá la ciencia, y esperemos que más pronto que tarde, y contundentemente, si existe y es deseable esta “reducción parcial de daños” que propone la industria como alternativa.

De cualquier forma, casi todos estos aparatos en Uruguay están prohibidos por dos decretos, de 2009 y de 2017, que se amparan en la Ley antitabaco del año 2008 (N.º 18.256). Y decimos “casi todos” porque la excepción es la de los dispositivos de tabaco calentado (no quema el tabaco, solamente lo calienta), específicamente excluidos de esas prohibiciones por medio del decreto N° 87, de marzo de 2021, que habilitó su registro y venta en el territorio nacional. Ello pese a que también hay reparos en el mundo respecto a estos dispositivos.
Este de la reducción de daños es un concepto al que también ha apelado nuestro país en setiembre del año pasado, cuando el actual gobierno flexibilizó algunas de las múltiples restricciones que pesan sobre el consumo de tabaco, a pedido de una empresa tabacalera. El argumento entonces fue que era preferible que el fumador uruguayo accediese a este producto antes que a los cigarrillos de contrabando que siguen entrando por miles y que se siguen vendiendo a la vista de todos en el comercio informal, en el establecido y hasta por las redes sociales, y eventuales falsificaciones.

En el mundo se están dando otros pasos, apuntando a una reducción significativa de los cultivos de tabaco sustituyendo su cultivo por el de alimentos. La iniciativa de la Organización Mundial de la Salud “pretende animar a los gobiernos a poner fin a las subvenciones al cultivo de tabaco y utilizar los recursos ahorrados para ayudar a los agricultores a cambiar a cultivos más sostenibles que mejoren la seguridad alimentaria y la nutrición”.
En un nuevo 31 de mayo, Día Mundial sin Tabaco, es oportuno señalar que es indiscutible que la calidad del aire en espacios cerrados ha mejorado desde que el país estableció las primeras restricciones, en el ya lejano año 2006, y marcó una senda por la que transitaron luego muchas naciones –afrontando en el proceso un duro juicio del que salió airoso y fortalecido–. No obstante, quedan todavía algunas puntas sueltas en esta madeja, como la ya mencionada del contrabando, que no solo afecta directamente a la salud y a la economía del país, sino que además, como vimos, puede justificar nuevas acciones que se interpreten como un retroceso en estas políticas, que debieran ser de las consideradas “de Estado”.