Atentado contra La Mona Lisa: Otra vez sopa

Hace ya unos años que los activistas contra la crisis climática o alimentaria han elegido un método de protesta que, efectivamente, los ha puesto en el centro de la atención mundial; atentar contra obras pictóricas. Las majas de Goya, Los Girasoles de Van Gogh o La Venus del Espejo de Velázquez fueron cuadros puntualmente agredidos por activistas que reclamaban más atención de los gobiernos en cuanto a la ecología o la alimentación de la población de su país y del mundo.
Y también puntualmente los medios del mundo dieron cuenta de cada una de esas protestas que consistían en pegarse las manos a esos cuadros, es decir, a los vidrios que protegen los cuadros, o lanzarles algún líquido que bien podría llegar a dañarlos si no fuera porque están protegidos por cristales antibalas. Esa protección, específicamente la de la última pintura agredida que ha sido La Mona Lisa o Gioconda el pasado domingo, fue colocada porque, por más increíble que pueda parecer, esta nueva “intervención” activista no ha sido la primera.
La primera fue en 1956 y si bien no se trataba de una protesta sociopolítica sino simplemente de un hombre con problemas mentales, fue la que más logró su objetivo. Porque la piedra que ese hombre arrojó llegó a dañar el cuadro que estaba protegido por un vidrio sencillo. Aún hoy puede verse en uno de los codos de La Mona Lisa el resultado de ese impacto.
Así que se pasó al cristal antibalas. Por suerte. Porque en 1974, cuando el cuadro estaba en una exposición en Japón, una mujer le arrojó pintura en protesta a la dificultad que tenían las personas discapacitadas para acceder a ver las obras expuestas. Si bien no hubo daño alguno, los responsables del Museo del Louvre decidieron que el cuadro no saldría más de Francia.
Pero eso no impidió que en el 2009 una mujer rusa le lanzara una taza que había comprado como souvenir porque le habían negado la ciudadanía francesa. Eso solo en cuanto a los atentados, porque en 1911, un nacionalista italiano llamado Vicente Peruggia, empleado del Louvre, sencillamente se robó la obra. Su intención era devolverla a Italia, su país de origen, pero cuando las cosas se pusieron difíciles, quiso venderla y fue descubierto, La Mona Lisa volvió al Louvre para ser admirada por unos y para ser objetivo de atentados proselitistas también.

Crisis francesa

Las últimas dos personas, una mujer mayor y una joven, que protestaron de esa manera este domingo lo han hecho tirándole una especie de sopa. A estas alturas se supone que todo el mundo sabe que cualquier tipo de líquido no llegará al cuadro mismo, pero como publicidad sigue siendo de lo más efectivo que se pueda hacer. Y lo que estas dos damas querían decirle al mundo era que el tema alimentario en Francia está con graves problemas. Algo que es cierto por un lado pero que por otro ya tuvo una furibunda respuesta del gobierno francés en la voz de su ministra de Cultura, que ha dicho que ninguna situación amerita que se atente contra una obra de arte, sea esta cual fuera.
El caso es que en Francia el gobierno de Macron afronta una crisis alimentaria que lleva a parte de la población a saltearse alguna de las comidas diarias y tiene a los agricultores en pie de guerra con manifestaciones que han paralizado al país. Los bloqueos de las rutas por parte de los agricultores son cosa de todos los días y lo que piden es que bajen los combustibles y la simplificación de las regulaciones.
La llegada de importaciones más baratas de países como España han obligado a los productores franceses a vender con pérdidas, provocando una crisis debido a la cual se ha producido el suicidio de un productor cada dos días, y eso desde hace varios años ya.
Pero claro, cortes de ruta y manifestaciones no ponen en el mapa mundial a ningún movimiento, en el nacional puede ser, pero el mundo no se entera. Para que se entere el mundo tiene que pasar otra cosa y los adherentes a las protestas de los agricultores eligieron tirar sopa contra la Mona Lisa. Un cuadro visitado por millones de personas todos los años. Quien lo vea ahora lo verá como siempre ya que, rápidamente, la seguridad del Louvre actuó para que todo volviera a la normalidad. Pero los quince minutos de atención prestados este domingo a lo hecho por la pareja de activistas enteró al mundo de una situación nacional francesa realmente insostenible.
Tal vez para quienes están sufriendo esa crisis ese acto de subversión fue muy razonable. Viéndolo desde afuera parece una locura. Mientras tanto, la eterna sonrisa de La Gioconda, un logro único de Leonardo Da Vinci, observa los avatares de la historia con la misma sutileza y suavidad con que el maestro italiano la pintara hace cinco siglos. La vida de los seres humanos y la eternidad del arte chocaron una vez más el domingo en el Louvre. Por ahora, nadie tiene la respuesta final a este enfrentamiento.
Fabio Penas Díaz