
Se define como una ITS a aquella infección dada por ciertas bacterias, virus u otros microorganismos y que se transmite de una persona a otra a través de la sangre, el semen, las secreciones vaginales u otros líquidos corporales durante el sexo oral, anal o genital con un compañero infectado.
La primera etapa de la adolescencia es desde los 10 años hasta los 13 años, la segunda fase es desde los 14 años hasta los 16 años y la adolescencia tardía tiene lugar entre los 17 y 19 años. El desarrollo psicosocial normal de los adolescentes abarca un deseo de autonomía y un aumento de conductas de riesgo, lo que hace que sean particularmente vulnerables a las ITS. Las conductas sexuales no coitales son características de la adolescencia media. La edad promedio del primer coito es de 16 años. La adolescencia tardía se asocia con altos niveles de actividad sexual y adquisición de ITS. Un 50% de las ITS ocurren entre los 15 y 24 años.
Síntomas
Úlceras genitales, flujo uretral o vaginal con mal olor, dolor durante las relaciones sexuales, ganglios inguinales dolorosos, dolor en la parte inferior del abdomen, fiebre, erupción en tronco, manos y pies.
Factores de riesgo
Uso inconstante del preservativo, uso del alcohol o drogas ilícitas recreativas o intravenosas, redes sociales que facilitan un mayor número de parejas sexuales, inseguridad alimentaria, depresión, experiencias infantiles adversas como maltrato, cuello uterino inmaduro.
Complicaciones
Cáncer genital (HPV), cáncer de recto, parto prematuro, enfermedad pélvica inflamatoria, abortos, infertilidad, esterilidad, embarazo ectópico, infecciones posparto. Recién nacidos: malformaciones, daño ocular y neurológico.
Diagnóstico
Examen genital.
Analítica sanguínea: HIV, Hepatitis B, C y VDRL.
Cultivo de secreciones.
Tratamiento
Antibióticos vía oral o intramuscular.
Conclusión
Se debe insistir en realizar controles médicos periódicamente si se mantienen relaciones sexuales. A veces las ITS no presentan síntomas o son leves, por lo que si no se llevan a cabo pruebas periódicas no se pueden diagnosticar. Y así se pierde la posibilidad de recibir tratamiento adecuado que evite el desarrollo de síntomas o empeoramiento de las infecciones, además de poner en riesgo de contagio a otras parejas sexuales.