
A sus 82 años, Luis Gervasio Furtado González disfruta en su tiempo libre de construir autitos de colección en madera, pero además comparte esa habilidad innata con otros adultos mayores a quienes enseña a realizar juguetes artesanales que siempre mantienen ese encanto singular, frente aquellos más sofisticados que se adquieren en las tiendas. Acompañado de su hija Yanela, recibió a Pasividades en su confortable hogar para contarnos más acerca de este hobby que nació siendo muy joven aunque por falta de tiempo recién pudo concretar siendo adulto mayor.
Nació en la localidad de Algorta el 10 de octubre de 1941, en un hogar de 6 hermanos; su padre era ferroviario y su mamá ama de casa. Concurrió a la Escuela 67 de Parada Rivas. Cuando tenía 17 años, su familia se traslada a Paysandú porque su padre es enviado a la estación de AFE de nuestra ciudad. “Entré a trabajar en un taller mecánico porque eso fue lo que aprendí. Seguí en la mecánica, siempre trabajando y siempre con la intención de hacer una fábrica de juguetes”, nos contó el amable entrevistado.
Recordó que “en calle Varela había una familia que se dedicaban a hacer juguetes de madera y de lata y yo miraba y me encantaba, pero no aprendí, solo miraba”.
Ingresó al Ejército y tras 15 años de servicio se jubiló, pero las obligaciones le absorbieron todo su tiempo y tampoco pudo dedicarse a esta actividad. En aquel momento “me vino mucho trabajo de mecánica”, comentó.
Además, también debía ocuparse de su propia familia, la que formó junto a su esposa Antonia Poncet cuando ambos eran muy jóvenes. Como era habitual en aquellos años, se casaron cuando tenían apenas 19 años, él, y 17 ella. “Nacieron los dos hijos, Yanela y Eduardo”, y hoy además tiene una nieta, Lucía.
“Cuando quedé viudo, nos mudamos con mi hija a una casa más chica, y el día era muy largo y resolví hacer algo como jubilado: crear juguetes en miniatura, a escala. Ahí los tengo”, nos dijo orgulloso mientras señala hacia una vidriera donde se pueden observar varias unidades de autitos clásicos de colección en madera prolijamente dispuestas. Según nos explicó, para confeccionarlos en forma totalmente artesanal, se inspira en fotos de revistas, y utiliza como herramientas apenas una sierra y un cortaplumas, trabaja cada detalle minuciosamente –como pudimos observar– y una vez terminado, en su parte inferior escribe el modelo de cada auto. No están a la venta, sólo los hace para satisfacer su propio gusto.
Reconoce que es tan solo un aficionado, pues nunca recibió formación alguna, pero debemos decir que sin dudas es una habilidad innata por el resultado que pudimos apreciar al admirar cada una de las réplicas que gentilmente accedió a sacar de su vidriera para mostrarnos, mientras nos relataba las historias de esos coches clásicos que en el siglo pasado circulaban por las calles.
ENSEÑAR A OTROS
Su talento no pasó desapercibido y es así que desde el Centro Diurno de la Tercera Edad de Zelmar Michelini lo contactaron para solicitarle “les enseñara a las personas que asisten ahí a hacer juguetes”. Trabaja de este modo con abuelos creativos que hacen distintos tipos de juguetes y que luego se obsequian en escuelas.
Esta tarea de compartir con otros sus habilidades le ha dado una gran satisfacción, reconoció. “Fui e hicimos cantidad de juguetes, tengo cajas llenas para cuando se reinicien las clases. Allá hacemos juguetes más rústicos, como para llevar a las escuelas” y regalar a los niños, contó.
En este espacio, además, ha encontrado en sus pares la posibilidad de relacionarse con personas de la misma edad, con las mismas inquietudes, una comunicación que le resulta difícil establecer con generaciones más jóvenes. “Es bueno porque se cambia de tema, y siempre hay temas lindos. Los viejos tenemos temas de viejos que siempre nos interesan, porque una persona que tiene edad no tiene tema con una persona joven”, consideró. “Cuando yo hablo con las personas jóvenes, veo que están siempre con el celular mirando y mostrando fotos”, dijo, por lo que no logra “conectarse”. En su visión, manejan “otro vocabulario y eso lleva a separarlo. Entonces uno busca otra persona de la misma edad, habla de lo que uno hizo y ahí tiene armonía, podemos hablar de cosas de antes que los jóvenes no las conocieron y no les interesan”, apuntó.
CAMINA 30 CUADRAS POR DÍA
Su rutina diaria refleja una persona saludable y con mucha vitalidad. “Me levanto muy temprano, a las 6 de la mañana y camino 30 cuadras por día. Vuelvo y ayudo a mi hija con las tareas de la casa, cocino, lavo, limpio, hago mandados, tomo mate que es el único vicio que tengo”, señaló. Además cada tanto visita el taller mecánico y hasta en algunas ocasiones es consultado por algún colega acerca de algún trabajo en particular, dada su extensa experiencia en el rubro.
Ya finalizando lo que fue una muy grata charla, le preguntamos si está conforme con lo que ha vivido y su realidad actual, frente a lo que no duda en responder: “por supuesto que sí. ¿A los 82 años qué más puedo pedir? No tomo remedios, nada más que la pastillita para dormir más tranquilo”.