Un campo magnético muy distinto al de hoy habría sido la clave para que la vida prosperara hace más de 500 millones de años, en el período Ediacárico.
Así como otros componentes de nuestro planeta han cambiado a lo largo de la historia geológica, el campo magnético, que nos permite la vida que conocemos, no siempre ha estado en las mismas condiciones.
El campo magnético funciona como una capa que nos protege de la dañina radiación cósmica y de las partículas cargadas emitidas por el Sol. Y sí, la forma en la que lo conocemos ha sido fundamental para el desarrollo de las especies. Por eso llama la atención que una versión más débil de este haya sido el responsable de impulsar la proliferación de la vida.
Esa es la conclusión a la que llega un equipo de la Universidad de Rochester (Estados Unidos) que descubrió pruebas de que el campo magnético de la Tierra se encontraba en un estado muy inusual cuando los animales macroscópicos del período Ediacárico (entre hace 635 y 541 millones de años) se diversificaron y prosperaron. El estudio que muestra los resultados se publicó recientemente en Nature Communications Earth & Environment.
La vida prosperó
El trabajo de estos investigadores plantea que las fluctuaciones en el antiguo campo magnético provocaron cambios en los niveles de oxígeno que podrían haber sido cruciales para la proliferación de la vida.
“Las ideas anteriores sobre la aparición de la espectacular fauna ediacarana incluían factores genéticos o ecológicos, pero la estrecha coincidencia con el campo geomagnético ultrabajo nos motivó a volver a examinar cuestiones medioambientales y, en particular, la oxigenación atmosférica y oceánica”, afirma en un comunicado John Tarduno, catedrático del Departamento de Ciencias de la Tierra y Medioambientales de la Universidad de Rochester.
Conforme a los resultados de los autores, el campo magnético de la Tierra, durante el período señalado, era el más débil conocido hasta la fecha. En esas condiciones se mantuvo por 26 millones de años.
Con esto se debió facilitar que las partículas cargadas procedentes del Sol desprendieran de la atmósfera átomos ligeros como el hidrógeno. Esto, según el comunicado, provocaría su escape al espacio. Dado ese panorama, en la atmosfera terrestre quedó más oxígeno.
“Si el campo extraordinariamente débil hubiera permanecido después del Ediacaran, la Tierra podría tener un aspecto muy diferente del planeta rico en agua que es hoy: la pérdida de agua habría secado gradualmente la Tierra”, concluye Tarduno en el mismo comunicado.