¿Uruguay exporta delincuentes?

Buenos Aires (Por Horacio R. Brum).- Este corresponsal gusta de caminar por las calles de Buenos Aires; al salir de los típicos circuitos turísticos de 9 de Julio, Corrientes, Santa Fe o Lavalle, la ciudad siempre sorprende con sus pasajes y cortadas, donde las casas que mandaron a hacer los inmigrantes que prosperaron, a imitación de las que veían cuando no eran más que sirvientes o campesinos pobres en su miseria europea, dan a los barrios un aire parisino o español. Los plátanos añosos –otra herencia europea– cruzan sus copas de vereda a vereda y hacen que el paseante se sienta en un pueblo provinciano, en vez de estar rodeado por una urbe de muchos millones de habitantes.
Una mañana de dos semanas atrás, este cronista recorrió un rincón de la Recoleta no turística, al sur de la avenida Santa Fe; tomó un excelente cortado con facturas en la confitería y panadería La Recoleta, en la esquina de Charcas y Laprida y luego caminó por esta última calle en dirección a la avenida Córdoba, para pasar por el museo de Xul Solar, un pintor e intelectual multifacético que formó parte del grupo de renovadores de la cultura argentina de la primera mitad del siglo XX. Con su arbolado y las vecinas que iban a hacer las compras acompañadas por algún perro y el inevitable carrito que aquí se conoce como “changuito”, el paisaje era de una paz vecinal. Una paz engañosa, porque tres días más tarde un vecino fue asesinado en las inmediaciones con varios tiros por la espalda.
En la madrugada del jueves 12, Fabián Sturm bajó de su auto frente al kiosko Candy Shop, que atiende las 24 horas, en la calle Paraguay entre Laprida y Agüero. De otro automóvil estacionado en las cercanías salió un individuo que, sin que Sturm se diera vuelta para verlo, le descerrajó tres disparos con una pistola con silenciador. El sujeto se aseguró de que su víctima estuviera muerta y le quitó uno de esos cinturones con un bolsillo para llevar dinero o documentos, vulgarmente conocidos como “banano” o “riñonera”. Según los testimonios recogidos por la policía, el ejecutor del crimen huyó en otro vehículo que estaba en las inmediaciones, en compañía de una mujer.
Los investigadores policiales comprobaron que el muerto, de nacionalidad uruguaya, había residido con su esposa en un departamento de la misma cuadra, casi a la vuelta de una comisaría de la Policía de la Ciudad (la que depende del gobierno de la capital) y que se lo buscaba por su relación con el asesinato de su compatriota Marcelo González Algerini, el 12 de octubre. En lo que para las autoridades se trató de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes, González Algerini fue “entregado” a quien lo mató por el padre de Fabián Sturm, que hace pocos días recibió el beneficio de la prisión domiciliaria, por tener 80 años. Aunque este último asesinado también tenía una orden de captura internacional, vivía en un barrio cerrado a pocos kilómetros del centro de Buenos Aires; según la justicia, después de que éste fue muerto, Fabián Sturm robó de su casa varios paquetes de cocaína. Otros datos judiciales indican que el ejecutor de González Algerini fue el prófugo Joaquín Andrés Amorós Sanguinetti, un joven con un pasaporte uruguayo falso quien, sin tener una ocupación conocida, vivía en una casa valiosa y conducía un auto BMW avaluado en 80 mil dólares. Amorós Sanguinetti denunció en setiembre que habían intentado matarlo y desapareció poco después de la muerte de González Algerini.
La justicia y algunos medios de comunicación bonaerenses sostienen que por primera vez se detecta una guerra entre narcotraficantes uruguayos en Argentina y existen unos hilos de investigación que podrían llevar a las actividades de Sebastián Marset, el “capo” narcotraficante que se esfumó en Bolivia en 2023, pese a supuestamente estar cercado por cientos de policías de ese país. Sin embargo, los delincuentes uruguayos tienen otra presencia algo más discreta en Argentina, como aquellos que el año pasado construyeron un túnel de más de 150 metros de largo, para intentar robar un banco en el suburbio elegante de San Isidro. Esta fue una verdadera obra de ingeniería, realizada por un equipo uruguayo-argentino bajo la dirección del ex barrabrava de Nacional Alan Lorenzo, cuyos antecedentes criminales incluían vínculos con el tráfico de drogas desde Paraguay. El túnel fue descubierto por casualidad, cuando una varilla que estaba siendo empleada en la excavación perforó el pavimento de la calle, y la reacción rápida de la policía permitió hallar a algunos integrantes de la banda en ambas márgenes del Plata. No obstante, llamó la atención que los delincuentes contaban con medios para cruzar entre Uruguay y Argentina sin ser detectados por las autoridades. El argentino Alejandro Rosendo López era el “lanchero” que organizaba los cruces a través del delta del Paraná y la desembocadura del Uruguay, un hecho que crea la interrogante sobre la eficacia y los recursos de las prefecturas de ambos países para prevenir la navegación clandestina en la zona.
El intento de robo de San Isidro parece ser una versión perfeccionada del golpe exitoso –aunque todos los protagonistas fueron atrapados–, de 2006 contra un banco de Acasusso (un barrio lindero con aquél), donde fueron vaciados los cofres de seguridad mientras se simulaba una toma con rehenes de la sucursal. La banda escapó por un colector de aguas pluviales y uno de los cerebros de ese atraco fue el uruguayo Luis Mario Vitette, hoy un pacífico jubilado de joyero en San José. Vitette, quien fue encarnado en la película El Robo del Siglo (2020) por el famoso actor argentino Guillermo Francella, se pronunció por sus redes sociales sobre el arresto de los “tuneleros” y afirmó que hacer el túnel en sí no constituye un delito. Por otra parte, según los medios bonaerenses, la abogada defensora de Alan Lorenzo integró el equipo que en 2011 logró que Vitette fuera deportado a Uruguay, con la prohibición permanente de regresar a Argentina.
Un elemento que agrava la existencia de lo que podría llamarse “el Mercosur del crimen”, respecto del Robo del Siglo, es el narcotráfico y la violencia que conlleva. Rosario, la segunda ciudad más importante de Argentina, sufre permanentemente las guerras entre las agrupaciones de traficantes, por ser un puerto principal para los embarques de cocaína al exterior. Esta urbe de la provincia de Santa Fe es parte de la Hidrovía Paraná-Paraguay, que sale al Atlántico por Nueva Palmira y Montevideo. Además, son frecuentes en la zona los contrabandos de droga hechos por avioneta desde Bolivia. Aunque el gobierno de Javier Milei ha aumentado el despliegue de fuerzas en Rosario y logró reducir la cifra de asesinatos desde los 258 del año pasado, el caso de Fabián Sturm indica que el narcotráfico tiene múltiples ramificaciones en este país y que existe más de un vínculo con el crimen organizado uruguayo.