Paysandú expulsa a sus ciudadanos

Hace algunos días publicamos un artículo sobre los cambios demográficos en nuestro departamento, ya que, “de acuerdo a los datos del último censo poblacional en Uruguay, el departamento de Paysandú cuenta con 121.843 habitantes, frente a los 117.023 con que contaba en 2011, cifra del último censo anterior, pero a la vez se han registrado cambios demográficos en este período que no necesariamente siguen en todos los aspectos la media nacional (…) A su vez en lo que refiere a la migración también hay otro dato interesante: en cinco años, más precisamente entre 2018 y 2023, Paysandú ha tenido una tasa de migración negativa: ha emigrado un 0,8 por ciento y ha inmigrado un 0,6 por ciento, por lo que el departamento ha perdido un 0,2 por ciento de población por esta causa. (…) A la vez en 2023 hubo 1.189 nacimientos, contra 981 defunciones, lo que da un crecimiento natural de 208 habitantes por la diferencia entre estos dos parámetros. En 2011, este crecimiento natural fue de 672 personas, y en 2021, año con mayor número de defunciones debido a la epidemia de COVID-19, esta diferencia natural fue de solo 99. En 2011 nacían 1.640 niños, en 2021 nacieron 1.386 y en 2023 lo hicieron 1.189, con una tendencia sostenida a la baja”.
De los números antes mencionados, uno de ellos debe sumarse a las prioridades departamentales: la tasa de inmigración negativa o, en otras palabras, que dejan de vivir en el departamento más personas de las que se radican en él. Este problema de “vaciamiento” constituye, a pesar del porcentaje detectado (0,2%), una problemática que debe ser atendida por las autoridades departamentales, así como por los legisladores electos por Paysandú. El norte de estos esfuerzos debe estar claro desde el principio: se trata de que personas de otros departamentos o países se radiquen en territorio sanducero para contar con una masa crítica de población que dinamice la economía local, a través de las distintas manifestaciones del quehacer cotidiano (construcción, gastronomía, estaciones de combustibles, talleres, supermercados, etcétera). En pocas palabras: “enamorar” a los individuos y a las familias para que consideren a Paysandú como un lugar donde radicarse, algo que el desarrollo actual del teletrabajo ha facilitado en gran forma. Está claro que sea tarea no se logra de un día para el otro porque no estamos hablando de una tarea fácil sino más bien de un proceso complejo y de largo aliento. Por ejemplo, en la época del “milagro industrial” de Paysandú, entre 1940 hasta fines de los ’60, la población creció a valores históricos para el país, atraídos por el desarrollo fabril en pleno auge y el progreso de la ciudad y el departamento. Hoy ocurre exactamente lo contrario.

En términos generales, los diversos informes sobre la materia señalan algunos aspectos valorados por las personas para radicarse en una ciudad, como por ejemplo la oferta de trabajo de calidad, la seguridad en sus calles, sistema sanitario, costo de la vivienda, oferta educativa, calidad ambiental, infraestructuras, seguridad digital, paseos públicos, transporte público, etcétera. Existen ejemplos de ciudades uruguayas que atraen a residentes de otros departamentos e incluso de otros países, precisamente porque logran conjugar algunos o todos de esos aspectos, tal como sucede con Punta del Este, Colonia del Sacramento o San José de Mayo. Muchas de esas personas provienen de Montevideo, cansadas de vivir en una ciudad sucia, con aire contaminado por el transporte público, con espacios públicos “colonizados” por personas sin un lugar de residencia y las paredes llenas de grafitis que afean completamente la ciudad.

El hecho de que Paysandú tampoco posee un especial destaque en cuanto a su contribución al Producto Bruto Interno (PBI) uruguayo el cual totaliza un magro 3,1% nos hace pensar que el tren que nos puso a la cabeza de la economía nacional con el proceso de industrialización en los años ‘40 ha pasado hace rato por la estación y ni siquiera sentimos su silbato. Así es que muy lejos han quedado los tiempos en los cuales nuestro departamento era un llamador para trabajadores de todo el país e incluso de Argentina, en pleno furor de la instalación de las fábricas históricas que nos distinguieron en Uruguay y en el mundo. Supimos ser, hace mucho tiempo, un sinónimo de trabajo y de progreso, pero seguimos viviendo en el pasado mientras el mundo y la Historia nos pasó por arriba. Dicho de otra forma, cada vez importamos menos en el contexto nacional. Le hablamos a un mundo que ya no existe sobre cosas que tampoco existen al mismo tiempo que somos incapaces de pensar, organizar y ejecutar un futuro para nuestro departamento. Refiriéndose a nuestro país, el especialista Juan José Calvo ha señalado que “En general, en todo el territorio existe una tendencia a la competencia entre localidades, o entre departamentos, por recursos y/o población, que eventualmente permitiría superar algunas carencias o mejorar las condiciones locales”. Es precisamente para esa competencia que debemos prepararnos como departamento: al igual que sucede como lugares como California que lograr atraer a las personas que trabajan en el área de tecnología, Paysandú debe visualizar, diseñar y ejecutar políticas públicas para transformarse en un lugar atractivo para los migrantes internos. El crecimiento del Centro Universitario (Cenur) Litoral Norte en nuestro departamento es una acción concreta y por demás valiosa para dicho objetivo. En el año 1970 la Editorial Nuestra Tierra publicó un libro destinado a Paysandú en el marco de una serie denominada “Los Departamentos”. En el mismo, las investigadoras Beatriz N. de Pareschi y Shirley S. de O´Neill (cuyos nombres aparecen publicados de esa forma) expresaban lo siguiente sobre el proceso migratorio local: “La ciudad de Paysandú ha constituido siempre un centro dinámico de actuación laboral y comercial. Podemos afirmar que de 1930 en adelante se convierte en uno de los centros más importantes de la República, presumiblemente el más activo después de Montevideo. Las cifras comparativas que incluimos más adelante dan una idea clara de su condición de polo de atracción migratoria. Es claro apreciar que la mayor afluencia proviene de los departamentos limítrofes, Río Negro, Salto, Tacuarembó, Artigas y Soriano. El pico máximo se registra en la década 50-60, período en que entran en funcionamiento las industrias principales y se produce el auge de la construcción, tanto privada como estatal”.

En esas palabras, escritas hace más de 50 años, radican las respuestas que deben darse al despoblamiento de Paysandú: generar oportunidades de trabajo sustentable, sostenible y de calidad parece ser la primera, pero no la única. Los otros factores pesan y mucho a la hora de elegir donde vivir. Debemos poner manos a la obra ya mismo, creando un ámbito que nos permita proponer, discutir, resolver y ejecutar medidas simples, realizables, claras y concretas para que cuando alguien piense en un lugar en el cual donde irse a vivir podamos con orgullo sugerirle Paysandú y sus variadas posibilidades para alcanzar y mantener una buena calidad de vida. No se trata sólo de devolverle a los vecinos sanduceros en servicios y obras lo que ellos sostienen con el pago de los diversos tributos, sino también de sumar a nuevos vecinos que nos elijan para sumarse a nuestra comunidad y formen parte, con sus ideas, esfuerzo y apego a este terruño, del bien llamado “Espíritu de Paysandú”.

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