Trilla y cosecha

Intento contar sobre la trilla y la cosecha del trigo y de otros cereales basándome en la información de algunos parientes y amigos, en la lectura de textos extraídos de la web, y en entrevistas con personas que conocieron las máquinas, segadora, hiladora y trilladora antiguas. Es difícil escribir sin haber visto nunca una máquina de esas en la realidad. Sólo conocí el arado, la rastra, la guadaña y la horquilla que usaba mi padre para hacer las parvas de chala o de alfalfa. Pero me han contado que mi abuelo José Faccini, italiano, participaba en esos días de trilla, con los vecinos.
Cuando llegaba el tiempo de la cosecha, el grano maduro y las plantas sin humedad, en verano y con sol fuerte, los vecinos trabajaban en grupos, participaban hombres, mujeres y aún niños. Al principio cortaban las plantas con una hoz o una guadaña, a mano, era un trabajo penoso que llevaba muchas horas si el predio era grande. Formaban gavillas y luego las golpeaban para separar el grano de la paja. Ignoramos en qué años exactamente se trabajaba a mano. Sólo sabemos que en el año 1922, el cura Horacio Meriggi, un salesiano, fundó, con un grupo de agricultores de Paysandú, el primer sindicato agrícola del Uruguay. Su finalidad era la de conseguir semillas y la maquinaria necesaria para la siembra y la cosecha, trabajando en forma cooperativa. En 1949 ya eran 60 estos agrupamientos en todo Uruguay, muchos de los cuales llegaron a encarar la industrialización láctea. Fueron al principio en Paysandú, pero se extendieron por todo el país.
La capilla San José, de Pueblo Esperanza, centenaria capilla, luce en su frente una placa que dice: “Aquí nació el primer sindicato cristiano del Uruguay .8.1.1922.
Agricultores y productores, pueblo de Paysandú, a su fundador, padre Horacio Meriggi s.d.b, en homenaje y gratitud 19-IX-1957”.

En ese mismo lugar, en 1923, se formó una cooperativa de trilladoras y otras máquinas agrícolas con socios del citado Sindicato Agrícola y una cooperativa de consumo destinada a habitantes de la ciudad y fundamentalmente a los hombres de campo. (Conocí algunos amigos que participaron con el padre Meriggi, en la ciudad y el padre de una amiga aprendió con Meriggi en la Colonia San José, que hoy es Guaviyú). Contaba este señor, que el cura le ensenó sobre las constelaciones de estrellas, la orientación y un montón de conocimientos sobre hierbas medicinales y otros.
Meriggi creó la Cajas Ruraless, la primera fue en Paysandú, que luego se transformó en el Banco del Litoral.
Decía el productor rural Thomaset: “En la Colonia 19 de Abril estaban todos los grupos de inmigrantes; italianos, canarios, alemanes, judíos, todos convivían. A la larga uno aprendió a respetar y valorar a personas con las que mantuvo enormes diferencias, pero que con sus capitales fomentaron el trabajo, que de otra forma no habría sido posible”.
Cuenta Carol Guilleminot Coelho en su obra “Tierra de la Esperanza”: El agricultor Carlo Pagani trascendió a la historia por ser el protagonista de una anécdota que marcaría el inicio del sindicato. Este hombre se encontraba en una situación angustiante, la tierra ya no le daba lo suficiente, no podía sostener la chacra y cumpilr con las obligaciones económicas. Solicitó al padre Meriggi que lo ayude a conseguir un empleo en el Ferrocarril del Uruguay. Meriggi respondió: “¿Cómo? ¿Será posible que la tierra de Artigas no alcance para alimentar a sus hijos y a quienes se cobijan bajo nuestra bandera? ¡No puede ser! Reúnanse ustedes, los agricultores de Parada Esperanza, el domingo que viene, que yo estaré ahí para conversar con todos”.
Al domingo siguiente, el párroco Moratorio, el padre Meriggi, el doctor Fagalde y un grupo de chacreros de la zona, se reunieron en la capilla y fundaron la cooperativa, origen del cooperativismo agrario en el Uruguay.

Se fundó el sindicato cristiano Agrícola de Parada Esperanza, Pueblo Porvenir y Colonia 19 de Abril, que comenzó con la compra de semillas y continuó después con la compra de maquinaria agrícola. Esta obra se expandió luego por todo el Uruguay. (Lástima que hace mucho tiempo de esos sucesos, y ya no ocurre lo mismo).
Dice Milton, bisnieto de don Carlo Pagani: “Sé que pasaron muchas penurias en esos tiempos… Mi bisabuela, Doña María Grandi (tenía bien puesto el apellido, digo yo), se dedicaba a la cocina y hacía unos panes muy grandes y los ponía debajo del brazo y se acercaba a cada trabajador… y decía en su lengua mezcla de español e italiano: “¿Ti quiri pan”, o sea “¿Tú quieres pan?”… y luego de dar la gran tajada de pan lo guardaba. Al que decía que no y luego pedía ya no le daba”.
Originariamente, la trilla era manual, con el esfuerzo humano y ayudado por los caballos. Hoz y guadaña para cortar el trigo, luego ataban en gavillas y trillaban: sacudían y golpeaban las gavillas para separar la paja del trigo. Almacenaban las semillas en bolsas, que luego transportaban en carros tirados por caballos, al molino. También se machacaba usando caballos que daban vueltas pisando las plantas. Con una horquilla sacaban la paja y formaban parvas, para dar de comer a los animales. Este trabajo insumía mucho tiempo y esfuerzo. Colaboraban las mujeres de los vecinos, y aún los niños, porque el trabajo no era muy pesado, ¡aunque había que trabajar para ganarse el pan!

Con el paso del tiempo, los agricultores, trabajando unidos, pudieron comprar máquinas, o solicitar su servicio a algunos contratistas. La trilladora funcionaba con la fuerza motriz de una caldera a vapor, como los trenes. Como combustible se usaba leña, o la misma paja. Había que segar el trigo, engavillar, es decir atar las gavillas y luego llevarlas a la trilladora, con horquillas. Las primeras segadoras cortaban el trigo y lo dejaban amontonado. Las cuadrillas, unas 25 personas, formaban y ataban las gavillas. Apareció después la segadora hiladora que formaba hileras de montones (es bastante difícil de explicar, este asunto).
La trilladora rompía las espigas, con zarandas, cernidores y ventiladores. El grano caía para un cilindro, la paja era aventada por otro. Al pie de la máquina, los trabajadores recogían el grano en bolsas, había quien las cerraba con las dos orejitas (creo que mi explicación es bastante acertada, pero me ha costado bastante).
Quién sabe qué papel cumplía mi abuelo en la trilla, sólo sé que participaba y que en San Francisco había agricultores que trillaban y cosechaban, así como en Sacra. Y que el mate cocido y la galleta de campaña eran infaltables en estos encuentros de trabajo. A partir de 1930, la cosechadora cumplía todas las funciones, segar, engavillar, trillar. Me gustaría saber más sobre el tema, pero no hay registros, sólo algunas fotos de las máquinas, en el Álbum de Paysandú, de 1930. Creo que actualmente la cosechadora se maneja por computadora, ya no se necesita tanta mano de obra. Ya no hay encuentros de trabajo, charlas, risas y adversidades compartidas. Ya no panes provenientes de hornos de barro, ni panes dulces intercambiados en épocas navideñas. La sociedad se ha vuelto muy individualista. Sólo quedan los recuerdos de una época dorada, en que los agricultores trabajaban ayudándose mutuamente, sin hacer distinciones de ningún tipo, sin divisiones por ideologías, mancomunados por el bien común. Eso sí, es nostalgia. Tía Nilda