
Hace algunos días el youtuber argentino Joaco Santos difundió testimonios de vecinos del barrio montevideano de Malvín Norte en el cual relatan sus experiencias con la marginalidad, la delincuencia y la policía montevideana. Al igual que sucedió en el año 2002, cuando el cineasta, escritor y docente uruguayo Mario Handler dio a conocer le película “Aparte” que retrataba la marginalidad uruguaya, el trabajo del argentino desató una polémica sobre varios aspectos de una realidad que existe y crece a escasos minutos del centro de Montevideo. Como lo ha señalado Santos, “que se dedica a “conocer los barrios más peligrosos, las barras bravas del fútbol” y las “villas y barrios profundos de los que poco se conoce”. Se trata de un video que echa por tierra el mito del Uruguay solidario, culto, civilizado, alfabetizado que supuestamente “la Suiza de América” del cual muchos uruguayos nos sentimos orgullosos, una realidad que por cierto no comenzó en los últimos años, sino que tiene varias décadas de existencia y que, lamentablemente, seguramente seguirá existiendo.
Días después, el youtuber denunció en su cuenta de Instagram lo siguiente: “Quieren bajar el video de Malvín Norte. Se ve que se mostró una realidad fuerte. Si lo bajan, obvio que digo qué organismo fue”. Hasta el momento, Santos no ha aclarado qué autoridad pública uruguaya le habría solicitado la censura de su trabajo. Tampoco este proceder es nuevo por parte de los poderes públicos: los políticos, y el Estado en general, siempre han cultivado una política de “matar al mensajero” intentando así tapar el Sol con un dedo. Esto ocurre en un país cuya Constitución Nacional establece, en su artículo 29, que es “enteramente libre en toda materia la comunicación de pensamientos por palabras, escritos privados o publicados en la prensa, o por cualquier otra forma de divulgación, sin necesidad de previa censura…” O sea: en los hechos en Uruguay la libertad de pensamiento y de expresión existe siempre y cuando no moleste a las autoridades de turno.
Y lo que le sucedió al youtuber argentino no es casualidad. Es que las denominadas “fuerzas sociales”, que muchas veces se llenan la boca hablando sobre las situaciones de pobreza y marginalidad que se viven en nuestro país, nunca tratan ese tipo de fenómenos con el realismo que lo hace Santos en su video. Y las leyes actuales de nuestro país son un reflejo del trabajo metódico e implacable de estas organizaciones con alto sesgo político ideológico que se han enquistado a través de un enjambre de organizaciones no gubernamentales, oficinas públicas y organismos internacionales entre las cuales se cocina “a fuego lento” la aplicación de las agendas internacionales en cada uno de los países, pero bajo la batuta de las Naciones Unidas. Se trata de la misma Naciones Unidas que se niega a considerar a Hamás como un grupo terrorista a pesar de su historial de asesinatos y violaciones de los derechos humanos, uno de cuyos peores ejemplos fue el ataque llevado a cabo contra Israel el 7 de octubre de 2023. ¿Qué se puede esperar de las Naciones Unidas que no sea un respaldo cada vez menos disimulado a la ideología woke y al terrorismo internacional? Con estos antecedentes, es claro que “una mano lava la otra y las dos lavan la cara” o que, como dijera el fallecido cantante argentino Luca Prodan, “mejor no hablar de ciertas cosas” ya que no le conviene a los burócratas internacionales y a sus jugosos salarios.
El video de los “niños pirañas” dejó al descubierto otra contradicción de las autoridades uruguayas y de la propia ideología woke (la cual además atraviesa transversalmente todos los partidos políticos): los menores de edad son filmados a cara descubierta, haciendo orgullosas declaraciones sobre eventuales delitos y en muchos casos atribuyéndose los mismos. Por supuesto, esto vulnera claramente el derecho a la imagen de esos menores, que con mucho celo protegen tanto el INAU como las organizaciones sociales. Incluso la Ley de Medios dispone, además, que “los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a que se respete la privacidad de su vida. Tienen derecho a que no se utilice su imagen en forma lesiva, ni se publique ninguna información que los perjudique y pueda dar lugar a la individualización de su persona”. A estas normas nacionales deben sumarse los diferentes tratados internacionales sobre la materia suscriptos por nuestro país.
Así pues, si esas mismas imágenes fueran difundidas por un diario o canal de televisión uruguayo, inmediatamente el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) estaría aplicándoles duras sanciones que comprometerían incluso su propia existencia, por lo cual la sociedad sólo puede ver más allá de la venda legal en trabajos como el del youtuber argentino o a través de publicaciones de usuarios en las redes, donde la “justicia social” no está imposibilitada de aplicar la censura.
Al fin y al cabo, a estos “niños pirañas” (calificativo que los estigmatiza una vez más), cuya realidad es conocida, pero respecto de la cual nadie hace nada se le aplica la famosa frase del afiche de la película del cineasta Mario Hendler: “Esto es Uruguay, lo que ves, es lo que hay”.