Vivimos en un mundo hiperconectado pero paradójicamente por momentos más desconectado emocionalmente. Preferimos escribirnos a mirarnos, reaccionamos con emojis sin escuchar, opinamos sin realmente buscar comprender. Y en medio de esta realidad de la inmediatez, pasamos por alto un componente que nos hace esencialmente humanos: la empatía.
Habilidades blandas
En el mundo actual, este es un término que se utiliza bastante, como una de las competencias fundamentales de las interacciones humanas: resiliencia, capacidad de trabajar en equipo, empatía.
Como psicóloga compruebo que la presencia de la empatía transforma y su ausencia fractura vínculos. ¿Qué es realmente la empatía?
Empatía
Se describe como la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir con él o tener la sensibilidad de desear comprender cómo piensa y siente sin caer en el juicio. No es sinónimo de simpatía o condescendencia, sino una disposición activa a mirar al otro con sus propios ojos, no con los nuestros o con lo que debería o tendría que ser.
Se clasifica en la empatía cognitiva, entender al otro en lo que piensa, y la empatía afectiva, sentir lo que el otro siente además de la preocupación empática, que implica una motivación activa por ayudar.
Neuronas espejo
Desde los estudios en neurociencias se ha descubierto el papel fundamental que tienen las neuronas espejo en este proceso. Son las responsables de que bostezamos cuando el otro lo hace, o por ejemplo al ver una escena muy triste o muy alegre experimentemos ese contagio del otro a nivel emocional.
Estas células nos permiten vivir lo ajeno como propio, no es magia, es biología al servicio de la conexión humana. Aunque existe esta base biológica, necesita cultivarse. Se aprende desde la infancia con el ejemplo de los adultos, con la validación emocional y con el contacto humano genuino.
Desarrollar la empatía
Desarrollarla implica un esfuerzo consciente, con esto quiero decir: escuchar atentamente, evitar prejuicios, abrirse emocionalmente, ofrecer ayuda y atención verdadera son actos revolucionarios en tiempos de indiferencia marcados por exceso de tecnología.
A nivel social, la empatía es un antídoto contra muchos males: reduce el bullying, el racismo, la violencia, mejorando la calidad de las relaciones personales, laborales y comunitarias.
Empatizar tiene un costo emocional, por eso es importante no confundir empatía con absorber el dolor del otro sin límites. La clave está en encontrar el equilibrio entre sentir sin desbordarse, y comprender sin fusionarse.
Educar desde la empatía
En un mundo donde los contenidos están a un clic, el verdadero desafío de la educación en general, no es solo la transmisión de información, sino la construcción de vínculos. Aulas y docentes que escuchen, comprendan y acompañen para que logre considerarse desde la escuela una competencia esencial.
Diversos estudios demuestran la importancia del aprendizaje desde el factor emocional, cuando un estudiante siente que es visto, escuchado, cuando su malestar no es minimizado sino comprendido se favorece un mejor clima escolar o liceal.
Porque ningún cerebro aprende cómodamente en estado de amenaza, y la empatía desactiva justamente eso: la amenaza emocional. Comprender antes de corregir y cuidar sin descuidar los límites, formando ciudadanos más sensibles, reflexivos y preparados con fortaleza emocional para convivir en un mundo diverso y cambiante. (097352937)

