Un problema estructural

En tres años la economía uruguaya se expandió 5,1%, pero perdió 33.000 puestos de trabajo, lo que significa que el crecimiento no asegura mejoras en el empleo, alertó un informe de la consultora PwC. Es lo que muchos se preguntan. ¿Por qué, en medio de vanaglorias del gobierno por este punto, si la economía continúa creciendo –aunque menos que en años anteriores– el empleo no aumenta y el costo de vida no se reduce? Suena a que existen fallas estructurales o que los uruguayos no nos hemos adaptado a cierta modernidad o no estamos a la altura de asumir las exigencias de las nuevas tecnologías.
Cuando en marzo se conoció que la tasa de desempleo había registrado el mayor valor en casi diez años (9%), muchos se demandaron cómo podía ocurrir esto cuando, desde la segunda mitad del año pasado, la economía uruguaya había empezado a dar señales de recuperación. Según el reporte de PwC, esta doble cara se da por el cambio tecnológico que aumenta la productividad –punto positivo–, el encarecimiento de la mano de obra –punto negativo– y por los problemas de competitividad en sectores intensivos en materia de empleos, otro punto negativo. Pese al crecimiento, hay un sostenido deterioro del mercado laboral.
El diagnóstico presentado por la consultora PwC, en el marco de una conferencia titulada “El mercado laboral bajo la lupa”, destaca el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) oriental de forma ininterrumpida en los últimos 14 años, algo inédito en la historia del país; y, a su vez, subraya que el desempleo, en niveles de 2008, aleja a Uruguay de la situación de “pleno empleo” en la que se encontraba hasta hace poco.
De acuerdo con la senior manager de PwC, Mercedes Comas, se hace necesario descomponer el dato del PBI y observar cómo le ha ido a cada sector para comprender las causas que yacen detrás de esta aparente contradicción entre la buena salud de la economía y la caída del empleo.
Señala que el crecimiento de la economía ha estado explicado “de forma prácticamente exclusiva” por unos pocos sectores: las comunicaciones, el inicio de actividades de la nueva planta de celulosa, el sistema financiero y el cambio de la matriz energética; todos ellos poco intensivos a nivel de empleo, sobre todo comparados con la industria y el comercio que han pasado zozobras en los últimos años. “Al igual de lo que ha ocurrido en los últimos años, las perspectivas de aumento del PBI no necesariamente deberían estar acompañadas de un incremento de los niveles de empleo”, aseguró la firma en un comunicado.
Mientras que el PBI aumentó 5,1% en el acumulado entre 2014 y 2016, en esos tres años la actividad se retrajo en la construcción (0,5%), el comercio (1%) y en transporte y logística (1,7%). Pero además, el cambio tecnológico y su impacto en el empleo ya se está reflejando en los números de la industria uruguaya. Al comparar los valores de 2016 con los de 2008, la producción industrial aumentó 15%, pero el empleo se redujo en esa misma proporción.
En aquellas industrias que no registraron un descenso de la tasa de empleo, ese indicador creció por debajo del aumento de la producción. La única excepción es la refinería, que aumentó el empleo en 24%, pero su producción lo hizo a 18%. A su vez, se añade el encarecimiento de la mano de obra en relación con los países vecinos.
En esta línea, se señala que hasta en la crisis internacional que se desató en 2008 la evolución del salario en dólares en Uruguay era parecida a las de Brasil y Argentina, pero a partir de ese momento Uruguay se “despegó”. En abril, por ejemplo, el salario en Uruguay medido en la moneda estadounidense fue 22% superior al mismo mes de 2016. Esta “es una realidad que pesa en el sector exportador, tanto de bienes como de servicios”, subrayó el trabajo de PwC. No es de extrañar entonces que el empresario a la hora de tomar una decisión entre comprar una máquina que sustituya a uno o más empleados, elija la primera opción sin dudarlo, porque no solo se evita los incrementos salariales por encima de la productividad y que parecen no tener un techo, sino un montón de dolores de cabeza reales y potenciales por cada trabajador que deje de tener.
A mediados de febrero pasado, esta consultora divulgaba el informe “La visión a largo plazo: ¿cómo cambiaría el orden económico mundial para 2050?”, donde China se consolidaría como la economía más grande del planeta y en donde seis de las siete economías más grandes del mundo podrían ser emergentes. De acuerdo con este reordenamiento mundial, se preguntaba qué oportunidades y desafíos se le plantean a Uruguay ante ese panorama.
“Hoy el mundo nos compra alimentos y nos va a seguir comprando porque hay un déficit de producción. Nos compra servicios y algún tipo de bien industrializado. Esas tres líneas de trabajo estratégicas son las que se deben profundizar”, le afirmó a El País el gerente senior de PwC Uruguay, Marcos Soto. El crecimiento “fuerte” de algunos países asiáticos gatillará cambios en sus patrones de consumo, volcándose cada vez más hacia productos de calidad. “Ese es el partido donde juega Uruguay, donde se siente más cómodo”, aseveró.
Soto indicó que Uruguay pudo diversificar los mercados donde coloca sus bienes y servicios, pero estos están “mutando sus estrategias”, lo que implica dejar de lado –de ser necesario– el multilateralismo. “Podemos quedar afuera si no logramos procesar este obstáculo del Mercosur y no avanzar nosotros en la firma de acuerdos”, alertó. Uruguay tiene con qué sustentar su crecimiento, no hay dudas. Lo que sucede, lo que urge, es lograr ser más eficiente. Sacarnos ese perenne corsé y desplegarnos hacia el mundo.