Un compromiso social y político

Cuando aún permanecen en la sensibilidad ciudadana los casos de abuso y posterior asesinato de las niñas Valentina Walter, en Rivera, y Brissa González, en Montevideo, asistimos a un nuevo caso de femicidio ocurrido en Malvín Norte, con la muerte de una mujer y su hija de 8 años a manos de su expareja. Hasta el Día Internacional de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, se contabilizaron 25 asesinatos, pero en cuestión de horas el número se elevó a 27. Y en este último caso –como en tantos otros– el asesino no cumplirá la condena por femicidio, de acuerdo con el objetivo planteado con el agravamiento de las sanciones, simplemente porque se ahorcó.
Entonces, lo que no lograron visibilizar las eternas marchas, lo demuestra la realidad. Si creían que el agravamiento de las penas o la continuidad de las denuncias en las calles, iban a presionar el flagelo a la baja, allí lo demuestran las estadísticas.
Esta sociedad violenta puertas adentro y altamente hipócrita por sus comentarios en las redes sociales, derrama en los hechos cuestiones que serán muy difíciles de resolver con discursos “políticamente correctos” o argumentos basados en que atravesamos por procesos complejos que no verán la solución de un día para otro, al tiempo que otros ponen todas sus fichas en la educación desde edades tempranas, con campañas incluidas.
Mientras tanto, esta evolución de hechos se ve acompañada por las transformaciones que impulsan los tecnócratas del lenguaje, bastante más preocupados en cómo se habla del tema que en las estadísticas que nos imprimen desde fuera. Como es el caso del último documento presentado por Unicef, donde nos demuestra que en promedio hay “unos 270 homicidios consumados por año, de los que aproximadamente el 8% tiene como víctima a uno niño, niña o adolescente”. Paralelamente, “en los últimos cinco años 108 niños, niñas y adolescentes fueron asesinados”, y las cifras prácticamente se duplicaron entre 2015 (con 13 casos) y 2016 (con 22 casos). De ese total, “28% eran mujeres, 67% varones y del 6% se desconoce el sexo. Los homicidios se concentran en los primeros años de vida y en la adolescencia”. O más detallado aún: “el 30% de los niños y niñas que murieron tenían entre 0 y 5 años de edad, y la mitad de ellos tenían menos de un año. Los adolescentes, de entre 13 y 17 años, representan el 62% de las víctimas, de las cuales casi ocho de cada diez son varones”.
El problema está en la tardanza del abordaje de una problemática que se minimizó, por tanto fue creciendo conforme pasaron las décadas y ciertamente nada tiene que ver aquí ni la “herencia maldita” provocada por gobiernos anteriores, ni el entorpecimiento de “los medios de comunicación y las redes sociales” en las investigaciones, como también se resaltó ante el caso ocurrido con Brissa. Es que la campaña publicada en las redes, con la foto de la niña incluida, motivó a la desesperada participación de aquellos a los que le pareció ver algo o escuchar algo, aunque estuviera a varios kilómetros del lugar.
Pero lo ocurrido en los últimos días motivó a la reacción e indignación de los políticos, como hacía tiempo no se observaba. Y si un legislador se indigna ante hechos específicos de esta naturaleza, entonces deberá abandonar su banca porque perciben salarios astronómicos como para observar el panorama cómodamente sentados en sus bancas o asientos frente a sus computadoras, y desde allí convocar a la reflexión.
En realidad, se encuentran en lugares donde tienen una activa participación desde el “hacer” antes que el “decir” y si conforman una minoría parlamentaria, entonces propongan y denuncien que sus iniciativas no son aceptadas en un ámbito parlamentario escaso de proyectos de interés general, donde se pasan las sesiones con homenajes a ilustres o la utilización de sus nombres en edificios, calles o centros educativos.
Si el problema está en otro lado, en este caso en la violencia hacia lo más preciado de nuestra sociedad, entonces se deberá presionar de tal manera durante todo un período legislativo, de la misma forma como lo hicieron con las denuncias de Ancap –que provocaron hasta la renuncia de un vicepresidente– o los hechos de aparente corrupción ocurridos en ASSE, que también indujeron a la separación del cargo de autoridades hospitalarias y su comparecencia ante la justicia.
Así como la oposición se unió y sus fuerzas sirvieron para algo, entonces deberán hacer lo mismo ante una problemática severa como el abuso sexual a niños y adolescentes, de lo contrario continuaremos interpelándonos como sociedad las razones por las cuales el asesino de Brissa obtuvo una licencia de conducir profesional y trabajaba con un vehículo, es decir que sus víctimas pueden estar a su merced, sin que pesaran sus antecedentes por mala conducta. Salió del Comcar en marzo de 2016 y estuvo internado en el Hospital Vilardebó, además de otras supuestas denuncias por “atentado violento al pudor” en su contra durante los últimos meses, que parece no fueron pruebas suficientes para su seguimiento. ¿O un cadáver es prueba suficiente para constatar este delito?
Porque el asesino de Brissa, al igual que el asesino de Valentina se encuentran en prisión preventiva hasta el que los respectivos fiscales junten las pruebas suficientes y los jueces dicten sentencia. Todo esto amparado por el nuevo Código de Proceso Penal.
Mientras tanto, la abogada defensora del caso ocurrido en Montevideo, pidió una reclusión especial que salvaguarde la vida del taxista, a quien seguramente algún día le caerá el denominado “código carcelario”.
Por eso, como sociedad no nos queda otra que dejarnos de buscarle explicaciones a un flagelo que surge desde nuestras propias entrañas y no achacarle todo al “sistema”. De lo contrario, haremos siempre lo mismo que hacen nuestros gobernantes, a quienes les cuesta bastante la autocrítica. Además, la búsqueda continua de culpables nos aleja de nuestras responsabilidades individuales y nos deja aún más indefensos ante resoluciones que podemos adoptar.
Sin embargo, lo realmente triste es que parece que estos hechos no alcanzaron para que diversos “colectivos” y el gobierno de turno dejen de manipular y hablar disparates.