Sanducero denunció estafa e investigó por sus medios que provendría de Senegal

Quién no conoce la expresión “el cuento del tío”. Esa artimaña, ideada por personas que dedican sus horas a aprovecharse de los demás y estafarlos, ha ido mutando a lo largo del tiempo. Actualmente es acompañada por la tecnología y va de la mano con su avance. Por eso es común recibir llamados al celular, mensajes de WhatsApp, Facebook o correos electrónicos en los que nos ofrecen la mejor solución a nuestros problemas. Pero nada de eso es real.
Los “cuentos” y los “tíos” también cambiaron. Desde el tradicional familiar que llama del exterior pidiendo dinero porque está varado en algún aeropuerto, hasta la hija de un príncipe de África que fue vilmente engañada y necesita de nuestra ayuda, ese que –claro– promete compartir en porcentaje con quien caiga en la jugada. Y, la preferida: personas de tan buen corazón que dedican su vida a ayudar a niños necesitados de tal país y que, para continuar con esa misión, requieren de una ayuda económica. Las formas de estafa son muchas y la posibilidad de caer en alguna de estas trampas, está a un solo click de distancia.
Si bien hay casos en que las personas acceden a colaborar y luego descubren que se trató de una maniobra fraudulenta, con otros (tal vez con más mundo) no se les hace fácil. Ese fue el caso del sanducero Iván Shtanko que se “divirtió” siguiéndole el juego a un supuesto reverendo que colaboraba con niños en Senegal. Al notar los estafadores que efectivamente se toparon con un jugador más preparado, dejaron sin efecto el intento de estafa. Asimismo, consideró oportuno alertar a la población porque sí han habido hechos en que sanduceros han depositado o girado dinero, en cifras de entre 4 y 5 mil pesos para colaborar con verdaderas causas perdidas.

UN MAIL CON HISTORIA

Shtanko comenzó su relato indicando que esta no era la primera vez que se topaba con un estafador. Cuando vivía en Estados Unidos le llegó un correo electrónico a su cuenta de Hotmail en el que la famosa princesa de África le pedía ayuda. “Cuando estaba en Estados Unidos me llegó un correo donde me decía que era la hija de un rey que había fallecido y su madrastra le había sacado todo su dinero y no tenía forma de sacarlo. La única manera era si yo le daba mi número de cuenta de banco, que seguramente después me iban a vaciar, donde depositarían 10 millones de dólares y recibiría el 10%. Me di cuenta y les dije que si. Así los tuve por un tiempo que hasta me llegaron a llamar por teléfono desde África para decirme que por favor los ayudara”, dijo. “Les di una serie de números largos y que mejor tratara de hacerlo a través de mi cuenta (ficticia) de un banco de Suiza que busqué el nombre y todo para darles. Hasta que terminé mandándolos bien lejos y nunca más me contactaron”, comentó. Hace como cuatro meses, “me pasó algo similar”. “Me contactó una muchacha por Facebook que decía ser de Estados Unidos y que estaba estudiando enfermería en Kenia y que necesitaba dinero. Me di cuenta que era todo falso porque miré su perfil y no tenía información alguna”, agregó.
“Me volvieron a mandar un mail, una mujer que se hace llamar Fátima Feruzi, que no se había olvidado de mi. Que sabía que la había querido ayudar una vez y que ahora estaba en Canadá con otro socio, que había podido sacar el dinero, y que como no se había olvidado de mi me mandaría un cheque por 300.000 dólares. En otro correo me dijo que me llegaría una tarjeta de débito para que pudiera sacar ese dinero”, dijo Shtanko. A partir de allí, Iván comenzó su juego. “Le respondí que me alegraba saber de ella y que sí, que me mandara el cheque. Ahí me contestaron que ella le había dado las instrucciones al reverendo Michael Madi, que estaba en otro lado que era con quien debía comunicarme para concretar el cheque”.

EL REVERENDO…

De inmediato, Shtanko recibió un nuevo correo electrónico en que el reverendo le dio explicaciones de cómo debía proceder para obtener el cheque de su amiga Fátima. “Que la paz del Señor esté contigo”, comienza el mail. Y le indica que para poder enviar el cheque de la bienaventurada Fátima es necesario que se envíe nombre completo, domicilio y número de teléfono. “Para la entrega postal de su cheque porque voy a enviarla a través del servicio de mensajería y usted cobrará el dinero en cualquier banco de su país tan pronto como reciba el cheque”, indica la comunicación. No sin antes despedirse con una lluvia de bendiciones para el lector.
Al sospechar cómo venía la mano, el sanducero respondió. “Enseguida me mandó otro correo diciéndome que para recibir el cheque tenía que pagar un costo de envío que era de 250 dólares. Para eso tenía que depositar o girar el dinero en una cuenta que me sería proporcionada a través del servicio de Western Union. Claro que enseguida me di cuenta que era una estafa pero le envíe una serie de mails explicando que me mandaran el cheque a contrareembolso y que a cambio yo le enviaría una bonificación para su obra de caridad”, relató Shtanko. Le dijo que ya lo había depositado pero el estafador explicó que eso no era posible “porque debe mandarme el comprobante con el número para poder rastraerlo”.
Tras ello, se dio una serie de mails en que el supuesto reverendo ponía excusas de que aún no podía enviar el cheque sino le depositan los 250 dólares. Cuando el jugador uno (el estafador) quiso dejar todo sin efecto ni siquiera aceptó la “donación” que Iván le haría a su cruzada; tal vez porque advirtió que la otra parte no caía, el jugador dos (Iván) redobló las apuestas. Comenzó a enviarle varios mensajes en que le daba a conocer su imperiosa necesidad de ayudar a la causa y llegó a rastrear, a través de Google Maps, una posible ubicación del reverendo. “La ubicación era en Dakar, Senegal, y la dirección que obtuve es una agencia de Western Union y otras compañías. Con esto fui a Western Union en Paysandú y consulté sobre cómo podía saber que persona estaba recibiendo dinero de una cuenta falsa, o con identidad falsa, en ese lugar.
Me dieron un número de teléfono. Hablé con Abitab en Montevideo y como me dejaron más de 10 minutos esperando y no le prestaron atención, terminé colgando”, expresó. “Denuncié en la Policía pero como no se llegó a la estafa, no pueden hacer mucho más”, sostuvo. Más allá de lo ocurrido, que no llegó a ser una estafa –“porque no caí”– Shtanko manifestó que la preocupación es que “no haya a nivel de ley algo que permita establecer si se trata de algo real o no”. Independientemente del sentido común y la alerta permanente en que se debe estar, “sería importante que las propias empresas tengan más recaudos con esto porque si permiten que un estafador use su servicio para hacer eso, terminan siendo cómplices de la estafa”, dijo.