Un aumento preocupante

Entre los balances típicos de estas fechas, se encuentra el que realiza la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev) respecto a los fallecidos por siniestros en carreteras, calles y caminos de todo Uruguay durante el año. Los datos, divulgados ayer, no son alentadores más allá de las campañas que se realizan para prevenirlos y de la decisión del cero alcohol de los conductores.
Seguramente el lamentable estado de la gran mayoría de las rutas nacionales se suma a la impericia, las distracciones y la alta velocidad como causas de accidentes que terminan con la vida de las personas. En el caso de las motos, se ha constatado una disminución en el uso del casco, algo que además de inconsciencia de la gente refleja una falta de control por parte de las autoridades, las que muchas veces están empeñadas en aplicar multas y cobrar. Pero no solo se está usando menos el casco, sino que en la mayoría de las veces se usa mal: sin abrocharlo, con la correa floja, mal puesto, cascos deshechos o hasta incluso partidos, que es lo mismo que no llevar nada.
De acuerdo a las cifras de Unasev, entre el 1° de enero y el 15 de diciembre pasados, 435 personas murieron en siniestros de tránsito en todo el país, lo que implica un aumento de 3,6% respecto a 2016. A su vez, se proyecta que al cierre de este año el número de muertos por ese motivo se ubicará en 460, un 21% por encima de los Objetivos del Decenio de Acción, un programa promovido en 2010 por la ONU con el objetivo de disminuir la mortalidad en el tránsito.
La meta para Uruguay en 2017 era terminar con un máximo de 380 fallecidos, algo que solo se logró en 2012 donde la mortalidad en el tránsito estuvo por debajo del máximo fijado. Además, si a la cifra de fallecidos se suman los heridos leves y heridos graves, se constata un total de 26.336 personas lesionadas por siniestros de tránsito en todo el país, un aumento de 2% respecto al año anterior. Y hay más números: del total de lesionados, el porcentaje de fallecidos es de 1,6%. Por otro lado, 85,5% fueron lesionados leves y 12,9% fueron lesionados graves.
En tanto, la incidencia del alcohol en los siniestros de tránsito se mantuvo en niveles similares a años anteriores, con 93,4% de alcoholimetrías negativas en 16.397 controles: del total de conductores que participaron en siniestros de tránsito, solo a un 6,6% se le detectó presencia de alcohol en sangre, de lo que se desprende que no es la causa de la gran mayoría de los siniestros de tránsito, sino de una mínima parte. Ciertamente también revela que aquí las campañas en contra del alcohol en los conductores han surtido efecto y que la población –quizá temerosa de tener que pagar abultadas multas o peor aún, perder la habilitación para conducir– ha tomado buena nota al respecto, pero aún así la siniestralidad sigue aumentando.
El reporte de la Unasev denota una variante en la distribución de los fallecidos según jurisdicción. Los decesos en accidentes de tránsito sucedidos en ciudades y caminos departamentales bajaron a un 45,7%, mientras que las rutas nacionales fueron el escenario del 54,3% de los accidentes fatales. Y reiteramos el punto: el estado de las rutas necesariamente tendrá alguna incidencia en ese sentido.
En Uruguay hay pocas rutas en buenas condiciones –la 3, 5, 1, Interbalnearia y pocas más– y el resto carece de mantenimiento o se encuentra directamente destrozada. Además, la señalización es deficiente y están en constante reparación. En estos días que tendremos una afluencia importante de turistas argentinos, brasileños y en menor medida paraguayos y chilenos que entrarán al país para veranear y que cruzarán nuestras carreteras, nos recuerda la apatía gubernamental para atender este problema, reclamado con hartazgo por estos lares.
Vergüenza causó –no por la advertencia, muy prudente por cierto– la alerta de las autoridades argentinas cuando repartieron volantes en las aduanas fronterizas con recomendaciones acerca de las rutas de Uruguay. Los papeles fueron repartidos durante las vacaciones de enero-febrero y la situación se repitió durante Semana Santa. Las autoridades uruguayas se molestaron con la decisión argentina por la imagen que dejaba sobre la infraestructura uruguaya por lo que decidieron hacer gestiones a través de la embajada en Buenos Aires, mostrando una pobre respuesta ante una situación que rompe los ojos… (además de los vehículos y la vida de quienes transitan esas rutas).
La advertencia estaba enfocada especialmente en la ruta 26 –bien conocida por nosotros– pero también en parte de la ruta 3 (Paysandú-Salto) y la ruta 30 que atraviesa Artigas: “200 kilómetros de ruta peligrosa. Es una ruta desierta y en reparación. No hay estaciones de combustible, ni auxilio. Con puentes angostos y curvas. Ceda el paso. Banquinas y calzadas con poca adherencia”, alertaban los volantes que fueron entregados a los turistas por las autoridades aduaneras argentinas.
El país no ha acompasado el crecimiento del sector agrícola y forestal con una buena infraestructura vial, y ya hace tiempo que se hace agua en ese sentido. Hoy parte del plan de la infraestructura nacional está en los requerimientos que ha planteado la empresa UPM para su segunda planta.
Volviendo a las cifras de la Unasev, cabe agregar la relevancia de las motos en la mortalidad del tránsito.
Algo que no ha cambiado. Del total de fallecidos, 46,8% circulaba en una moto (203 motociclistas perdieron la vida). Además, en el caso de los motociclistas se detecta un descenso en el uso del casco protector en el momento del siniestro, ubicándose en 75%. En 2016 esa cifra había estado en un 78,6%.
En definitiva, el tránsito se ha vuelto algo cada vez más estresante, con cada vez más vehículos. Los controles y una buena infraestructura vial deben prevalecer. La conducta de los conductores, por supuesto, también. Y antes que seguir inventando leyes, el Estado debe hacerse responsable de su cuota parte de culpa, que no es menor.