Emigración que desangra la fuerza vital del país

Un dato que puede parecer menor si lo tomamos aisladamente, como el hecho de que este año lectivo ha comenzado con seis escuelas rurales menos que las que había el año anterior, indica sin embargo la continuidad de un fenómeno que se ha manifestado hasta ahora irreversible en el Uruguay desde hace décadas, en un país de base esencialmente agropecuaria en su economía.
Y lamentablemente, no se trata de una tendencia coyuntural o de corto plazo, debido a crisis puntual en el agro, sino que es un goteo permanente, que trasciende las bonanzas y las crisis, porque es consecuencia de la despoblación que se sigue dando en la campaña, sometida a una emigración constante.
Sobre todo, porque en muchos casos la mudanza de una sola familia, por la causa que sea, puede obligar a cerrar un centro educativo de campaña, incrementado así los números negativos de la estadística, porque dos de cada diez escuelas rurales tienen cinco o menos alumnos y hay 20 que tienen un solo estudiante.
Un caso paradigmático es el departamento de Treinta y Tres, donde este año dejó de dictarse cursos en la escuela 42, de Tres Bocas, a la vez que de las 50 escuelas que aún tiene la zona, hay 18 con cinco o menos estudiantes.
Precisamente la emigración del campo a la ciudad o a otras zonas rurales, explica la pérdida de alumnado en el medio rural y el cierre de escuelas, según evalúa Límber Santos, director del Departamento de Educación Rural de Primaria, quien observó que ese corrimiento de población se está haciendo más notorio en el noreste y Este del país, acentuado en Rivera, Cerro Largo y Treinta y Tres.
El fenómeno data de largo tiempo, porque los datos indican que hace ya un siglo que la matrícula estudiantil de las zonas rurales viene en declive, pero recién en los últimos 50 años se cerraron escuelas porque directamente se iban quedando sin alumnos, y en los últimos años este proceso se ha ido acelerando.
Así, según el censo de 2011, la población dispersa en el medio rural era de 175.613 habitantes, pero solo quince años antes, en el censo de 1996, era de 291.686, es decir un 40% más. Este escenario se enmarca en la distribución demográfica del país, y los profundos cambios en proceso, como señala en sus reflexiones a El País el Sociólogo Joaquín Cardeillac, al señalar que “los datos demuestran que han crecido algunas localidades pequeñas, pero la población rural dispersa (esa que vive literalmente en medio del campo) sigue decreciendo”, y consideró que “las explotaciones agrarias más pequeñas tienden a desaparecer”.
Volviendo a Primaria, Santos subrayó que suele haber reconocimiento al modelo educativo de la escuela rural (multigrado y con indicadores por encima del promedio del país), y trajo a colación que a diferencia de otros países, en Uruguay no hay un límite de niños para que una escuela abra o cierre. “Si hay niños, hay escuelas”, explicó Santos. “En algunos casos, por pedido de los padres o por sugerencia de la Inspección, se acuerda para transportar al alumno a otra escuela cercana”.
El año anterior, Santos había señalado a EL TELEGRAFO que el descenso continuo de la matrícula y el cierre de los locales por el despoblamiento son algunos de los problemas que padecen las escuelas rurales. Destacó que unas 600 instituciones, de 1.100 que hay en todo el país, tienen 10 alumnos o menos, y evaluó que la matrícula en las escuelas rurales desciende porque es una respuesta directa del descenso de la población rural y la migración del campo a las ciudades, que es un problema de décadas.
Según el responsable del Departamento de Educación Rural el fenómeno ha incorporado recientemente aristas más complejas, y evaluó que hay situaciones disímiles de acuerdo a la zona de que se trate, por cuanto “aunque podemos encontrar medios rurales puntuales donde la población se mantiene estable, aumenta en distintos departamentos”.
Observó sin embargo que esos incrementos son fugaces, al punto que está atado a dinámicas laborales que son circunstanciales o fuentes laborales que “hoy están y mañana no”, incluso debido a muchas migraciones internas en las zonas rurales siguiendo nuevos trabajos.
Otro efecto visible es la desaparición de algunas escuelas cuando se quedan sin niños, pero con el agregado de que en esta migración “también ha pasado que escuelas cerradas han tenido que reabrir” y consideró que una manera de abordar el problema es apoyar a los docentes para que puedan gestionar la escuela en esa situación tan excepcional de contar con menos de cinco niños.
Dijo que en Uruguay hay unas 250 escuelas rurales con menos de esa cantidad. “Eso implica un vínculo donde la mayor cantidad de esa comunidad viva en la zona, pero no tengan niños en la escuela”, en tanto ello da cuenta de que una característica que se pone de manifiesto es el común denominador del envejecimiento de la población del país.
La mención de estos aspectos pone de relieve que estamos ante serios desafíos, tanto desde el punto de vista de los factores que inciden en la despoblación rural como en la necesidad de que desde el punto de vista pedagógico se encare una actualización que esté a tono con este escenario.
Estaríamos limitando seriamente la proyección de esta problemática si estuviéramos evaluando a las escuelas solo como un ámbito de educación constreñido al alumnado que concurre a diario, por cuanto con ser igualmente un aspecto importante, la escuela rural tiene una proyección que va mucho más allá de la misión que cumple en los centros urbanos, donde la problemática es diferente y naturalmente, tienen muchas veces dificultades adicionales.
Ocurre que en el medio rural la escuela es en gran medida un foco cultural y caja de resonancia de las inquietudes y necesidades de zonas de los rincones más olvidados del país. La realidad es que a las escuelas “se trata de tenerlas abiertas hasta tanto sea posible. Nos quedamos con escuelas con bajo alumnado porque es el referente para la comunidad y porque para esos niños no hay otra institución cercana”, reflexionó en esta línea el encargado del Departamento Rural de Primaria.
El panorama en las escuelas rurales es por lo tanto un reflejo de lo que ocurre en el interior profundo de nuestro país, donde es preciso contar con atractivos para que el poblador rural permanezca en su lugar de origen y sobre todo encuentre formas de satisfacer sus aspiraciones en materia de servicios, de empleo, de realizarse en la vida, con parámetros que naturalmente no suelen ser los mismos que los de un habitante de un centro urbano.
Y este es el meollo del asunto, porque la despoblación rural y el cierre de escuelas es solo la manifestación de un fenómeno, la emigración crónica desde el campo a las cinturones de las ciudades o centros poblados, que ha desbordado hasta ahora las tímidas e insuficientes respuestas que se han intentado para contener el proceso, con una mirada centralista.