Están en el gobierno y también en la oposición

Los almuerzos organizados por la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) son muy esperados. Cada vez que son invitados, a ese lugar asiste la clase dirigente o integrantes del Gobierno, para efectuar lanzamientos de medidas o realizar anuncios destacados.
Hasta allí concurrió el ministro de Economía, Danilo Astori, con lo que sería un mensaje muy fuerte hacia su interna partidaria –porque lo que es a la oposición no tiene nada que convencer–, sobre la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Chile.
Y lanzó: “la principal desventaja competitiva de Uruguay radica en el muy pobre acceso con preferencias a los mercados del mundo”. Según la Secretaría de Prensa de Presidencia de la República, el ministro ubicó en poco más del 30% de las exportaciones uruguayas a mercados con bajo arancel, mientras que Chile tiene el 96% en esta situación. Ante un público heterogéneo, informó que los productos uruguayos derivados de la producción ovina, pagan aranceles “muy superiores” a Nueva Zelanda y Australia. En tal sentido, “Uruguay tendrá que laudar el abordaje con sus negocios de un Mercosur con problemas, para luego avanzar con terceros en posibles acuerdos comerciales” porque “lo primero a tener en cuenta es la necesidad de conocer cómo se negocia en el mundo de hoy, los ritmos y urgencias sobre con quiénes se negocia y cuáles son las técnicas de formulación de los acuerdos”.
El ministro intentaba convencer a su propia fuerza política que los acuerdos se firman con flexibilidad y no con actitudes intransigentes e inflexibles porque para eso no existe un “formato Uruguay” de negociación.
Es decir: claramente la agenda de temas económicos y de inserción en política internacional no se plantean entre el Gobierno y la oposición, sino desde un mismo lugar. La decadente institucionalidad interna en el partido de gobierno, saca a la luz que las mayorías no siempre se encuentran en una misma bancada. En este caso, una mitad opositora junto a un cuarto oficialista, aguardan por definiciones del otro cuarto que, en realidad, sostiene el poder. El “enfoque tradicional y estático”, criticado por el ministro, muestra la falta de visión global: “hay que mirar toda la realidad y no la que más conviene, hay que ser consciente sobre todos nuestros problemas, porque puede ser una realidad insalvable. Nadie cambia lo que ignora”, sentenció.
Y por si eso fuera poco, cargó un poco más a fondo contra una costumbre que Astori también aplica. “Gobernar es arriesgar, algunos creen que el principal riesgo es equivocarse, pero es dejarse llevar por la corriente sin rumbo, es paralizarnos y dedicarnos a explicar las dificultades. Estoy seguro de que como sociedad sabremos evitar esa actitud y dar el salto que podemos y debemos dar, empujados por la confianza”.
Es una costumbre la constante explicación de dificultades en todas las áreas, además de Economía. O como lo explicó en la web de su agrupación, www.2121.org.uy, donde aseguró que es “una antigüedad, sinceramente” la discusión sobre la pertinencia de un TLC con Chile. “Esas son las cosas que hay que superar: ahí está gran parte de la renovación que el Frente Amplio está necesitando. Gran parte. ¿Qué ganaría el Frente renovando personas si sigue practicando ideas muy antiguas? La renovación de ideas es lo primero y lo segundo es el elenco, el concepto más amplio y flexible que permite, precisamente, articular renovación con experiencia”.
Este hombre de 78 años, siempre criticó el comportamiento de su interna partidaria pero hasta ahora, dicha actitud no ha servido para nada.
Y mientras Astori plantea la renovación a partir de la superación de las divisiones de las opiniones “que hacen que no se trabaje bien”, habrá –seguramente– otros que recuerden su tarea como vicepresidente de la República, durante la gestión de José Mujica, nefasta en lo respecta a los resultados de la economía del país.
Por ahora solo dice: “No se puede seguir haciendo política con conceptos muy ancianos a esta altura. No es que haya gente de edad representando liderazgos como los que podamos representar Tabaré Vázquez, Mujica y yo; es que, además, en el Frente Amplio hay ideas muy viejas todavía”.
Convengamos que no son corrientes las alusiones directas, efectuadas durante una disertación, o la forma en que plantea la autocrítica para un medio de difusión interno. Sin embargo, lleva sobre sus hombros la responsabilidad en la coparticipación de decisiones que dejaron por el camino la rentabilidad de empresas monopólicas y el crecimiento de un déficit fiscal que hoy sirve para replantear estas cuestiones.
También es real que existe una fuerza política en el gobierno que hoy se encuentra partida al medio y con un plenario suspendido de manera indefinida, mientras el gobierno busca “mayores insumos” sobre el impacto del acuerdo.
Nueve horas de debate llevó esa definición que demuestra la lejanía de un consenso para resolver un asunto que se encuentra en la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Senadores desde finales de 2016. Porque este tema no se debatió en el lugar que nos define como una república, sino todo lo contrario. Permanece preso en las manos de un grupo de sectores chicos minoritarios que se oponen al tratado y que, en general, triunfan porque tienen la sartén por el mango, mientras que el resto del país, la mayoría, hocica ante ellos o se resigna a la mano de yeso de la bancada oficialista.
En todo caso, Astori no es el único izquierdista en la región que maneja esos conceptos. La senadora socialista chilena, Isabel Allende, estuvo en Uruguay y participó en las reuniones del Comité para América Latina y el Caribe de la Internacional Socialista. La consulta fue obvia y la respuesta, acorde: “Nosotros pensamos que las políticas proteccionistas son un poco destinadas al fracaso. Eso es un poco lo que quiere hacer Estados Unidos”, disparó.
Al progresismo local le falta coherencia. Esa misma que reclama a la oposición cada vez que habla de economía, porque en un mundo globalizado, donde se debe apostar mejor a las pequeñas y medianas empresas, Uruguay parece cerrarse bajo visiones anacrónicas, que terminan en beneficios de unos pocos, a contrapelo del relato existente.