Cual caballo desbocado y sin soluciones

En tanto el director de Human Rights Watch (HRW), el chileno José Miguel Vivanco, ha escrito recientemente en su cuenta de Twitter que “el silencio de Uruguay sobre la dictadura de Maduro es desolador”, sumándose así a las observaciones formuladas por Amnistía Internacional, nada menos, a la postura uruguaya ante el régimen dictatorial del sucesor de Hugo Chávez, su delfín admitió en las últimas horas lo que solamente un ciego no quería ver y se advirtió a Maduro desde todo el mundo: el fracaso de su régimen en Venezuela, que llevó al país a la hiperinflación tras cuatro años de recesión.
“Los modelos productivos que hasta ahora hemos ensayado han fracasado y la responsabilidad es nuestra, es mía, es tuya”, dijo Maduro en el congreso del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) la noche del lunes.
“Basta de lloriqueos (…), nos toca producir con agresión o sin agresión, con bloqueos y sin bloqueos, hacer de Venezuela una potencia económica (…) Cero lloriqueo, yo lo que quiero es soluciones compañeros”, subrayó.
En los últimos tiempos, siguiendo los pasos de Chávez, el régimen de Maduro estatizó sectores como el del cemento y acero, expropió cientos de empresas –entre ellas cadenas de supermercados– y más recientemente militarizó mercados municipales en una cruzada contra los altos precios. Asimismo, fija los precios de varios rubros y monopoliza las divisas mediante un control de cambios.
Sin embargo, pese a admitir que todo lo hecho hasta ahora ha fracasado, lejos está de dar un paso al costado y soltar el poder. Por el contrario el hombre se siente seguro de su capacidad y muy suelto de cuerpo dijo que “calculo unos dos años para lograr un alto nivel de estabilidad y que podamos ver los primeros síntomas de la prosperidad nueva, económica, sin abandonar un segundo la protección y seguridad social”. Todo eso al parecer, manteniendo el modelo socialista que lo llevó al fracaso en todos y cada uno de los planes que inventó, para salir de las sucesivas crisis que él mismo provocó al aplicar esos planes. A esta altura es difícil saber a ciencia cierta cuál de sus “virtudes” es mayor, si la soberbia o su incapacidad. En todo caso, cuenta con un alto grado de las dos cosas, que sumado al poder con que cuenta, han condenado a la miseria al pueblo de uno de los países más ricos del planeta.
Trajo a colación en su delirio, sin embargo, que sus planes para la recuperación económica incluyen “llegar a seis millones de barriles diarios en el 2025 o antes”, en medio de una producción petrolera que se desplomó de 3,2 millones de barriles diarios en el 2008 a 1,5 millones en 2018.
Según el último reporte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), elaborado a partir de fuentes secundarias, actualmente Venezuela bombea solo 1,4 millones de barriles diarios de crudo.
Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que este año la inflación de Venezuela será de casi un millón por ciento y que el PBI (Producto Bruto Interno) caerá 18%, tras haberse desplomado 14% el año pasado y 16,5% en 2016. Todo eso mientras el petróleo aumenta de precio en dólares, al tiempo que la divisa norteamericana se fortalece.
Pero Maduro sigue atribuyendo como la causa de la crisis a una “guerra económica” promovida por Estados Unidos para derrocarlo, y sin bajarse del caballo, llamó a la militancia del PSUV a sumarse a la recuperación de la producción.
Pero el desmantelamiento de una economía basada exclusivamente en la riqueza petrolera no es solo consecuencia, ni siquiera en una pequeña parte, de que Estados Unidos haya impuesto sanciones financieras contra Maduro, varios funcionarios del gobierno y la petrolera estatal Pdvsa, que aporta 96% de los ingresos del país por la exportación de crudo.
El punto es que Venezuela no produce prácticamente nada dentro de sus fronteras, y se ha apoyado históricamente en comprar todo a partir de la billetera petrolera, pasando en el período de Chávez, encima, a comprar voluntades de gobiernos “amigos” ideológicamente en el Cono Sur, –entre ellos el de Uruguay– lo que ahora es muy difícil de mantener sin dinero y sobre todo cuando varios regímenes populistas fueron desalojados del poder por la ciudadanía en las urnas, a causa de sus desastrosas gestiones.
En la nación caribeña, el sector agrícola apenas abastece 25% del consumo nacional, según estimaciones de la Federación Nacional de Agricultores y la poco dimensionada industria, por su parte, funciona a un 30% de su capacidad, según la privada Conindustria.
Y ante la enorme crisis, Maduro anunció la semana pasada una serie de medidas que incluyen suprimir cinco ceros al bolívar, revisar la ley de cambios, censar el parque automotor para promover el “uso racional” de los combustibles y levantar los impuestos a la importación de bienes de capital, lo que aparece poco menos que utilizar aspirinas para una enfermedad terminal, y de dudosa instrumentación, por decir lo menos, en un país donde campea la corrupción a todo nivel.
Una pequeña muestra del desquicio lo tenemos en que por ejemplo la crisis económica ha determinado que varios servicios públicos estén colapsados por falta de mantenimiento. Por ejemplo, un masivo apagón en Caracas este martes ocasionó caos en el transporte, el comercio, la telefonía celular y el servicio de Internet. El corte dejó inicialmente sin electricidad al 80% de la capital, de unos seis millones de habitantes,
Los cortes eléctricos son frecuentes en Venezuela, principalmente en las provincias. En varios estados del oeste, como el petrolero Zulia, se aplica un racionamiento diario que en ocasiones dura hasta 12 horas.
Sin embargo, lejos de admitir los problemas de gestión, el gobierno atribuye los apagones a “sabotajes” de sus adversarios para picanear el descontento popular, mientras que naturalmente, los técnicos los vinculan con el deterioro de la infraestructura por falta de inversión, impericia y corrupción.
Y son estas apelaciones, el atribuir el problema propio a todos los otros, a los enemigos de afuera y a los de adentro pero no a su propia incapacidad, ceguera ideológica y delirio, la demostración flagrante de que la dictadura solo trata de ganar tiempo porque Maduro está perdido y sin rumbo en una economía desquiciada y una crisis social sin precedentes, a la que lamentablemente no se le ve salida por ningún lado.