Eficiencia energética contra el calentamiento global

Desde hace décadas los expertos han señalado la necesidad de que ante la superpoblación mundial y la sobreexplotación de los recursos naturales, es preciso ir generando correctivos para la racionalización del uso de la energía ––gran parte de la cual se vuelca precisamente a la producción de alimentos– y a la vez evolucionar hacia un compromiso de las grandes naciones en la instrumentación de políticas que vayan en esta dirección, desde que hay grandes asimetrías entre el consumo y el ordenamiento mundial.
En este escenario, los países subdesarrollados, lejos de evolucionar en su participación en la cadena de valor, siguen en gran medida en la función de proveedores de materia prima para las naciones industrializadas, en base a sus ventajas comparativas para producir por contar con gran disponibilidad de recursos naturales. Sin embargo, no tienen en cuenta que el uso racional debe primar por sobre las urgencias que terminan en la sobreexplotación.
Y no se trata solo de producir sino también de consumir en forma racional, porque una consecuencia directa de hacerlo en forma desmedida es contribuir a la degradación del medio ambiente, lo que debe lograrse mediante acuerdos y compromisos internacionales con participación plena de todas las partes interesadas.
Hasta no hace mucho se había logrado avanzar en la búsqueda de una mayor eficiencia energética como regla general, pero en los dos últimos años se ha puesto de manifiesto –según indican los organismos que hacen un seguimiento del tema– cierta flexibilidad en estas políticas, lo que no es un buen augurio para el futuro inmediato.
Precisamente, la Agencia Internacional de Energía (AIE) señala en un reciente informe que por sí solas las políticas de eficiencia energética permitirían conseguir más del 40% de la reducción de emisiones necesarias para alcanzar esos objetivos, y todo eso con las tecnologías actuales. Al mismo tiempo advierte que los esfuerzos de eficiencia energética se han relajado en los últimos años, cuando ese es uno de los dispositivos más potentes para limitar el calentamiento climático.
En un comunicado hace notar que “tendencias recientes” muestran que ese impulso se ha debilitado, lo que se ha traducido en que los logros se estén ralentizando por las políticas de los dos últimos años y ha contribuido a la aceleración de la demanda global de energía constatada en el 2017. Para tratar de revertir esa tendencia, la agencia que reúne a los principales consumidores de energía miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) plantea el escenario de lo que ocurriría si se aprovecharan todas las oportunidades para incrementar la eficiencia energética.
Por ejemplo, con una mayor eficiencia, la factura energética para los consumidores se reduciría en más de U$S 500.000 millones anuales, disminuirían las importaciones de energía y bajaría la contaminación del aire en las ciudades. Gracias a la eficiencia se le podría sacar el doble de valor económico al uso de la energía respecto a la situación actual en el horizonte del 2040. Para ese entonces se considera que la población mundial se incrementaría en 20% y el Producto Bruto Interno (PBI) global se duplicaría, mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero (responsables del calentamiento climático) caerían 12%.
Y en cuanto a las áreas en las que más rápidamente se podría tener consecuencias positivas son el transporte, haciendo que los vehículos sean más eficientes y, con el paso de los años, un elemento de gran consumo lo constituyen los equipos de aire acondicionado, que podrían ser el doble de eficientes que los actuales si se instrumentan medidas que combinen estímulos y controles regulatorios.
Por lo demás, el informe de la AIE indica que los progresos que ya han hecho en materia de eficiencia se deben a políticas que no cubren dos tercios de la energía que se utiliza en el mundo, por lo que es preciso implementar nuevas normas. El informe identifica algunos campos en los que hay potencial para una mejora de la eficiencia energética, como en el del ahorro de energía en edificios donde –dice– se han hecho avances pero se puede hacer aún más, y en el transporte.
Sobre este tema también reflexionó la ministra de Economía de Alemania, Brigitte Zypries, quien dijo que “la energía más limpia que existe es la que no se usa. Por eso es importante seguir aumentando la eficiencia energética”.
Además, el aumento de la eficiencia energética contribuye a la seguridad en el suministro en la electricidad y reduce costos. Así, por ejemplo, la eficiencia energética le permite ahorrar a los hogares alemanes cerca de 500 euros al año.
Y en un período, además, en que hay manifiesta preocupación a nivel global por las dificultades en revertir los factores que traen aparejado el efecto invernadero, el informe de AIE señala que justamente gracias a las mejoras en la eficiencia energética se ha frenado el aumento de las emisiones responsables del llamado efecto invernadero. Sin los avances en la eficiencia energética, según el informe, en 2016 se hubiera gastado un 12 por ciento más de energía en el mundo, lo que equivale al consumo de toda la Unión Europea (UE). Desde 2010 la intensidad del uso de la energía había ido bajando constantemente en un promedio del 2,1 por ciento anual, lo que indica que el mundo está produciendo más por cada unidad de energía consumida. Pero los datos de que se dispone indican que en un período de dos años se ha enlentecido este escenario auspicioso, lo que determina la necesidad de espacios de debate e intercambio de información, en coordinación con la misma AIE, para detectar dónde surgieron los problemas que han frenado la tendencia y, sobre todo, generar las condiciones para que esta involución se deje atrás lo antes posible.