Mala onda

La simpatía no es un atributo del ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro. Tiene la cualidad de mostrarse siempre hosco y altanero, sin hacer mucho esfuerzo por practicar la empatía. Hablamos del titular de un ministerio clave en el engranaje de la vida política, social y económica del país, y en el que cualquier gobierno pone mayores esfuerzos para que funcione adecuadamente. El que lleve la batuta de esta cartera, al menos, debería ser alguien con quien los diferentes sectores de la economía puedan tender puentes, establecer un diálogo fluido e intercambiar puntos de vista sin mayores dramas.
Más aún en un contexto como el actual, de destrucción del empleo y de un aumento paulatino del desempleo. En Paysandú es notoria la merma de actividad, por más que hace poco el propio ministro, de visita por la ciudad, dijo que en el departamento hay 3.500 personas desocupadas y 51.000 con empleo. Todo según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). Las cifras llamaron la atención a todos: la sensación es que hay más desempleados por estos pagos. Incluso en adherentes al partido de gobierno.
La última antipatía del hombre al que le cuesta mucho sonreír y de mirada dura tuvo lugar en una comisión de Diputados. Citaron a Murro para conversar sobre la situación del sector lácteo, en el que se tocarían los temas de PILI y Conaprole. Incomodado por las preguntas y por los planteos, dijo –molesto– que no sabía a qué había ido.
“La violación del convenio colectivo, de la cláusula de paz, por el sindicato de Conaprole, terminó de poner en evidencia que, en esta oportunidad, le faltó el respeto al ministerio”, dijo el diputado nacionalista Rodrigo Goñi en esa instancia, según la versión taquigráfica y que consigna El Observador. “Hemos escuchado la denuncia de que el sindicato se rió en la cara de las autoridades del ministerio, creemos que ese episodio y sobre todo la respuesta que tuvo el ministerio ponen en evidencia la impotencia, incapacidad o falta de autoridad por parte de la cartera para poder frenar ese nuevo desborde sindical”, continuó el legislador. Goñi señaló además que las autoridades deberían asumir su responsabilidad en el conflicto de Conaprole e incluso manejó que dejaran “paso a otros que puedan tener soluciones y que puedan recuperar la credibilidad del Ministerio de Trabajo”.
Entonces Murro, en su turno para responder, lo hizo muy a su estilo. “Tengo una duda: no sé a qué vinimos. Si se parte de la base de que no somos creíbles, de que nos tenemos que ir, la pregunta es a qué vinimos”. Y ante el retruque de Goñi, que le recordó que la función del Parlamento es reclamar responsabilidad ante “denuncias muy graves”, el ministro dio la misma respuesta: “Acá se ha dicho que el ministerio es cómplice, que el ministerio no tiene credibilidad, que hay que dejar paso a otros… Entonces, no sé por qué se nos llama a nosotros”.
No es menor la responsabilidad de Murro por el conflicto de Conaprole. Y es otro ejemplo de cómo los sindicatos pueden más que este gobierno. Especialmente, este de Conaprole, que suele traspasar todos los límites imaginados ante la pasividad gubernamental. Y, por supuesto, el ministro tiene que dar explicaciones, para eso también se le paga el sueldo.
En esa misma comisión, otro que habló fue el diputado sanducero Nicolás Olivera. Lo hizo en el mismo tono que su correligionario sobre la actividad del secretario de Estado y sin ahondar sobre el tema que convocó la comisión. Lo hizo con particular dureza. “Debo mostrar mi sorpresa. Creo que no está claro en qué consiste el rol del legislador y del Parlamento y en qué consiste la figura del invitado, en este caso, un ministro de Estado. Los ministros de Estado vienen al Poder Legislativo a dar explicaciones”, expresó.
“Puedo decir que para mí el ministro Murro es el peor ministro de la historia, pero es una opinión mía y este es el ámbito que la Constitución y la gente nos dio para decirlo, pero no por eso el ministro tiene que venir a jugar al gato y al ratón, diciendo ‘no sé a qué vine’. ¿Cómo que no sabe a qué vino? En la convocatoria está claro”, manifestó.
El ministro Murro se había anunciado como precandidato a la Presidencia por el Frente Amplio. Días después de hacerlo, manifestaba que disfrutaba de ese motivo, pero ese entusiasmo se chocó con la realidad. Pocos siguieron la aventura de subirse a su carro y pronto se bajó de esa posibilidad. A través de un extenso mensaje divulgado a principios de octubre, Murro explicó el por qué de su decisión. Por un lado, su candidatura no tuvo apoyos políticos “imprescindibles para este proceso”. Las “dudas jurídicas” que “se potenciaron dentro y fuera del Frente Amplio” sobre la constitucionalidad de la candidatura fue otro de los argumentos esgrimidos.
Cabe concordar en que Murro hizo bien en no tirarse a pelear la interna del Frente Amplio. Decir que le falta carisma es quedarse corto en la apreciación. Además, desde su perenne mala onda se direccionaba a una derrota segura y es bueno para estos momentos, que se enfoque en las cosas importantes de su ministerio que, claro está, le queda grande.