Las definiciones relativas de la pobreza

El último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) informó que América Latina y el Caribe alcanzaron en 2017 su peor registro de pobreza extrema en nueve años, en tanto afecta al 10,2% de la población y la pobreza se mantuvo estable en el 30,2%.
Las proyecciones del organismo indican que este último guarismo bajará al 29,6%, de acuerdo a los datos correspondientes al 2018 y en 2019, la economía en el continente crecería 1,7%.
Para la Cepal, las personas en “pobreza extrema” viven en hogares con ingresos per cápita inferiores al costo de una canasta básica de alimentos. En Uruguay, la canasta familiar, basada en el Índice de Precios al Consumo, está cercana a $80.000, por lo tanto, se aprecia una variación de los criterios en cada país. Incluso en Uruguay, existen diferencias entre las formas de medición de la Cepal y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Por su lado, el INE elaboró la Canasta Básica Alimentaria que calcula por persona y con los productos que responden a las necesidades nutricionales. Según la Cepal, el 2,7% de la población uruguaya vive en la pobreza, con un descenso calculado sobre las pensiones y transferencias que hace el Estado en los hogares de menores recursos. Además, el organismo reafirma el concepto y, en su visión, “corrobora la importancia de dotar de más recursos a la población en situación de pobreza, combinando el fortalecimiento de los ingresos laborales con la provisión de transferencias públicas y el fortalecimiento de los sistemas de protección social”.
El INE, por su lado, compara el ingreso por cápita del hogar con respecto a la línea de pobreza o indigencia y si está por debajo de ese umbral, se considera pobre o indigente. Las líneas se calcularon en base al consumo de los hogares y sus costos respectivos que lo actualiza anualmente en relación a la variación de los precios de los productos que componen una canasta alimenticia y no alimenticia.
O traducido en plata: según las cifras de abril 2018, es aproximadamente unos $3.500 pesos por mes y por persona en Montevideo y unos $2.900 en el Interior urbano para ser indigente. O de unos $13.000 por persona y por mes en Montevideo, $ 8.500 en el Interior urbano y $ 5.700 en el Interior rural para ser pobre, según la canasta elaborada por el INE. Con estos niveles tan bajos, queda en evidencia cualquier debate dispuesto a aclarar los criterios que definen a un hogar como pobre o no. El tema –el gran tema– es si continuaremos con las definiciones estrictamente monetarias cada vez que definamos estos fenómenos sociales, ciertamente más complejos que el dinero contante y sonante.
En realidad, claramente no se incluye en esta discusión a la exclusión social y desigualdad, porque no es menos cierto que América Latina continúa ubicado como el continente más desigual y tampoco se discute si la pobreza incluye o no las carencias educativas o culturales de las comunidades. Es, sobre todo, una metodología habitual que se sigue a nivel internacional con indicadores que pretenden ser objetivos, sin embargo, son válidas las connotaciones subjetivas que se generan al momento de observar estos dos indicadores.
Si vemos los ingresos en forma individual, parece un panorama. Pero, el economista del Instituto Cuesta Duarte, Daniel Olesker, señala que “la línea de pobreza para un hogar de tres personas en Montevideo anda cerca de $30.000” y dicho así, parece otro.
De acuerdo al INE, los niños y adolescentes menores de 18 años son los más afectados por la pobreza, porque 174 de cada 1.000 niños menores de 6 años son pobres, y 64 de cada 1.000 personas de entre 18 y 64 años también lo son. Los adultos mayores de 65 años pertenecen al grupo etario con menor incidencia de la pobreza, donde 13 de cada 1.000 no cuentan con el ingreso necesario para afrontar la canasta básica alimentaria y no alimentaria. Ni que hablar de la población afrodescendiente que registra mayores niveles de pobreza, así como los hogares con jefatura femenina.
La Encuesta Continua de Hogares que ya lleva medio siglo, señala que el 7,9% de los uruguayos son considerados pobres. Es decir, bastante por encima del criterio utilizado por la Cepal. Pero, a su vez, no es lo mismo ser pobre en Montevideo que en el Interior urbano y ni siquiera en el Interior rural. Por lo tanto, hay tantos criterios como mediciones utilizadas para demostrar cuándo una población está por debajo del índice de pobreza o indigencia.
Es así como se observa una mayor pobreza en la infancia, por tanto los desafíos pasan –además de las transferencias estatales– por la necesidad de desarrollar las capacidades de los integrantes de un hogar.
No obstante, dada las características del empleo en Uruguay, el nivel de las capacitaciones de esa fuerza laboral que sale al mercado del empleo y la idiosincracia propia de las poblaciones, se observa en el mismo período que hay un 40% de hogares en situación de vulnerabilidad o sea, en riesgo de caer en la pobreza, de acuerdo a un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para Uruguay.
En este caso, toma otros guarismos y ubica a las clases media con el 21,3% dentro de la línea de pobreza, 39,4% en sectores de vulnerabilidad, 38,6% para la clase media consolidada y 0,7% para la clase alta.
El sector vulnerable mide un ingreso diario por persona entre U$S 4 y U$S 10 y la consolidada, entre U$S 10 y U$S 50. Significa además, que a pesar de mejorar los niveles de pobreza, ese incremento de la zona de vulnerabilidad no garantiza que ante un escenario de dificultades, no pueda caer en la situación anterior porque no llegaron a un nivel de consolidación ni estabilidad. Lo cual es diferente porque en la vulnerabilidad, también se presentan rezagos educativos que no se tienen en cuenta en algunas mediciones.
Es factible que en la calle, cuando se pregunte sobre las preferencias entre las transferencias estatales u otras políticas públicas orientadas a la población con mayores vulnerabilidades, la respuesta no se haga esperar y se vuelquen masivamente a la opción del trabajo.
Por lo tanto, la pobreza así como la indigencia son cuestiones relativas que se atan a otras variables, más allá de la objetividad que otorgan los números y que no siempre se tienen en cuenta al momento de una definición dogmática. Tan de moda por estas tierras.