El básquetbol celeste sigue afuera de los Mundiales

Se aspiraba a más. En un determinado momento, el debut ante Argentina como visitante y la victoria obtenida, el triunfo ante Puerto Rico como local y hasta esa reacción al final ante el mismo rival que hasta pudo llevar el partido al alargue, fueron circunstancias que ilusionaron y pudieron haber quebrado una racha desfavorable de 33 años sin poder competir en un certamen mundial.
Pero más allá de eso, es indudable que otra vez nos golpeó la realidad.
Está ya muy lejano en el tiempo aquel Mundial de España 1986, última vez que el básquetbol uruguayo participó de un torneo de dicha naturaleza.
Y vale como contrapartida: precisamente Puerto Rico, el equipo que nos dejó afuera de la competencia, viene participando ininterrumpidamente desde ese Mundial de España 1986 en todos los torneos que se disputaron hasta la fecha. Y seguramente ahora se intentará buscar aquellos argumentos que intenten explicar el motivo de estas ausencias mundialistas.
Uruguay tuvo hace muchos años un gran predicamento en el básquetbol sudamericano, donde ganó varios certámenes en seguidilla y por otra parte todavía se recuerdan aquellas dos medallas de bronce olímpicas, en Helsinki 1952 y Melbourne en 1956.
Después fueron cambiando las cosas, pese a que se lograran algunos títulos sudamericanos más, se lograra un sexto puesto olímpico en Los Ángeles en la década de los ochenta y un bronce panamericano.
Lo cierto es que el básquetbol uruguayo no creció en la medida que lo fueron haciendo otros países, y por ejemplo a nivel sudamericano fuimos pasando de primeros a cuartos con alguna excepción como en el último torneo disputado.
La competencia interna no creció y aquella Liga que se insinuara como algo que podría revertir ese proceso, terminó siendo en los últimos años una competencia solamente montevideana.
Se fue aumentando el número de jugadores extranjeros para jerarquizar más la Liga Uruguaya y mejorar la performance de los equipos. Pero si bien aparecieron algunos recambios, no alcanzan para cubrir lo que se necesita en cantidad y nivel internacional, salvo escasas excepciones, incluso algunos de ellos emigrando para jugar en otros países.
Se intentó una variante apostando a la llegada del técnico argentino Rubén Magnano, uno de los que llevó a Argentina a consagraciones internacionales de la llamada “generación dorada”.
Pero el tiempo de trabajo era escaso antes de cada ventana y de esa manera, más allá de su capacidad, tampoco se pudo conseguir cosas mayores.
De manera que se llegó a la instancia final con esperanzas, que al principio del juego, Uruguay con fuerza y aciertos se ilusionó e ilusionó a la gente. Después llegó el desacertado segundo cuarto y más tarde esa reacción postrera que hasta pudo llevar al equipo a un alargue.
Pero no se pudo quebrar ese tabú que marcaba que Uruguay de visitante nunca le pudo ganar a Puerto Rico, y lo más importante, que desde aquel 1986 Uruguay no puede llegar a jugar un torneo Mundial o Copa del Mundo.
Más allá del esfuerzo de los jugadores, de su espíritu, nos volvió a golpear la realidad.
“Chapatín”