Aunque nadie la quiere, la culpa tiene responsables

Es mucho más fácil y más cómodo que la culpa sea de los demás, siempre los otros: los políticos, que hacen méritos, eso sí; los medios, que también se exponen; los entrenadores, el árbitro, la lluvia. La mala suerte obviamente. El vecino, el perro del vecino. En fin que candidatos a llevarse la culpa sobran. Siempre, claro, ellos.
El domingo 30 de junio pasado se realizaron las elecciones internas en todo el país, que se desarrollaron con normalidad. Aquí en Paysandú también. Por lo menos hasta la madrugada cuando en un hecho sin precedentes un centenar de equipos integrantes de mesas receptoras de votos no tuvieron otro remedio que permanecer a la intemperie, con un frío intenso –aunque no había llegado aun la ola polar–, las urnas en el suelo (dentro de las valijas eso sí), sin saber exactamente qué pasaba.
No hay registro de algo similar. En toda elección la entrega de urnas siempre se ha realizado en forma rápida y fluida. Cuando mucho unos minutos de espera cuando llegaban varios circuitos al mismo tiempo y nada más. Pero esta vez los últimos terminaron la entrega alrededor de las 7 de la mañana. Agotados, con hambre, con mucho frío y ciertamente nada alegres.
Incuestionablemente, algo salió mal. Las explicaciones oficiales indicaron que hubo integrantes de mesa que no se tomaron el trabajo de estudiar los manuales, que prolijamente estaban online. Que hubo diferencias entre los datos que se entregaban por lo que había que controlar allí mismo, mientras el reloj marcaba las horas que pasaban.
Hubo “sobre todo errores humanos”, de acuerdo a la evaluación oficial. Humanos de los otros humanos, no de la Corte Electoral, claro está. A esos humanos “culposos” se les dio una capacitación de tres días pero –pillos ellos– no prestaron atención. Así no se puede. Claramente culpables.
En verdad, nunca se había dado una situación extrema como esta. Entre las explicaciones que se brindaron algunas son razonables, como la falta de suficiente espacio dentro de la Junta Electoral. Pero se sabía de antemano eso. En consecuencia se pudo actuar antes, pidiendo por ejemplo el uso del Casino de Oficiales de Jefatura de Policía, apenas enfrente a la Junta.
De ahí a tener en la calle a equipos integrantes de mesas receptoras cinco, seis o siete horas hay una enorme diferencia. Hay una regla básica de las relaciones laborales que es bien clara y evidente, y que se aplica no solamente en este caso sino en todos. Si los subordinados se equivocan, la culpa es del jefe. No hay otra manera de interpretar. No hay justificación posible. Si no se entendió, es que no se explicó lo suficiente. Aquí la Junta Electoral de Paysandú, su jefatura, sus integrantes, se equivocaron antes del acto eleccionario, al no tomar las medidas correspondientes y por tanto se vieron sobrepasados por los acontecimientos y no hubo ni tiempo ni manera de solucionar los problemas.
Por ejemplo, si se hicieron cursos de capacitación y los asistentes no prestaron atención –quizás respondían mensajes de WhatsApp en plena clase–, no entendían o no tenían interés, la responsabilidad si bien les cabe a cada uno porque debe cumplir con su obligación (o renunciar a ella y aceptar las consecuencias) en primer lugar es de la propia Junta Electoral. Porque una vez finalizada la capacitación, debe certificar que los integrantes de mesa realmente hayan aprendido. Por lo expresado, si bien había evaluaciones disponibles en línea, los responsables no se tomaron el trabajo de saber si realmente se las realizaba y mucho menos del resultado. Y se así se hizo, ¿cómo es que esa gente llegó a la mesa sin los conocimientos necesarios? ¿Quién los “certificó” como calificados para esa tarea?
La responsabilidad principal era de quien organizaba el acto eleccionario, la Corte Electoral que a nivel departamental delega en las Juntas Electorales. Y lo sigue siendo. La culpa es del jefe, o de la Dirección, en su defecto. No hay otra. Sea quien sea el jefe y mande en el ámbito que mande.
Porque la cuestión más importante ni siquiera son los errores cometidos, que fueron unos cuantos y que como justificativo se asegura son responsabilidad de quienes actuaron en las mesas. Lo realmente preocupante es que en los próximos meses pueden registrarse hasta tres elecciones nacionales. Dos para determinar quién será el presidente de la República durante los próximos cinco años (si debe realizarse balotaje) y una para elegir los gobiernos departamentales.
En consecuencia, los problemas podrían repetirse. De hecho, se sabe que en la Junta Electoral no hay suficiente espacio, que hay algunas personas que no prestan atención a la capacitación, que otros ni siquiera se preocupan en presentarse. ¿Y qué se hace para evitarlo? ¿Apelar a la buena voluntad del funcionario eventual? ¿Qué pasa si no concurre, generando graves perjuicios para la organización? Se supone que hay “graves sanciones” que corresponden para estos casos, pero si tanto se da el ausentismo, solo se pueden obtener dos conclusiones: o que las sanciones no son tan duras y por lo tanto, no “duelen” lo suficiente; o que no se aplican rigurosamente. Cualquiera de los dos casos son, una vez más, responsabilidad de la Corte Electoral, por aquello de que “la culpa no es del chancho, sino de quien le rasca el lomo”.
Acá lo que corresponde es que se acepte la responsabilidad. Quienes organizaron y dirigieron el operativo la tienen en primer lugar, no los convocados. Mucho menos los que hicieron las cosas debidamente, y tuvieron que bancarse el plantón toda la noche, tras trabajar desde la madrugada anterior en los circuitos de votación. ¡Y por suerte que no llovió o si bien estuvo frío, no fue una noche como la de anoche, con temperaturas bajo cero!
Si esto no se reconoce cabalmente, están condenados a repetir los errores. Entonces, si los integrantes de mesas receptoras no entienden, en primer lugar es responsabilidad de quienes los capacitan; si el espacio físico no es suficiente para contener las urnas de alrededor de 270 circuitos, hay que buscar otro lugar ahora, cuando faltan meses; si hay quienes no concurrieron a ocupar su lugar en los circuitos y no tuvieron una razón valedera, deben ser sancionados con todo el peso de la reglamentación, sin miramientos. Y ahora. Para que sirva de ejemplo a quienes sean convocados para las próximas instancias electorales.
Esto es, aquí y ahora las autoridades tienen que asumir responsabilidades y dejar de buscar o identificar otros culpables. Porque si la culpa es de los otros, no se hace necesario tomar acción alguna. Si no se actúa para corregir lo que fue mal realizado, la realidad es muy simple: la condena será repetir los errores. Y eso, no es una buena elección. De una buena vez, maduremos y empecemos a aceptar las responsabilidades que nos tocan.