Culminada la instancia fundamental y determinante de las elecciones internas, ha quedado atrás el período de las especulaciones respecto a las fórmulas presidenciales y los consecuentes realineamientos internos de cara a la búsqueda del apoyo ciudadano a través del voto.
Llega además la hora de la verdad, del desafío de los presidenciables de convencer y seducir al electorado, el que a esta altura, a más de treinta años del retorno a la democracia, da muestras de un creciente descreimiento hacia la política y los políticos en general, por encima de partidos, sobre todo, porque las respuestas que se han esperado tanto tiempo han sido muy parciales, en el mejor de los casos, y los avatares económicos, sobre todo, nos sitúan en una coyuntura particularmente delicada, por falta de empleo y de oportunidades.
Desde el punto de vista electoral, luego de haberse completado las fórmulas presidenciales de los principales partidos, se pasa a la recta final de la campaña a las elecciones nacionales pero en gran medida ya como preámbulo a las elecciones departamentales del año venidero, como lo establece la reforma constitucional en vigencia y por lo tanto hay un elemento de continuidad desde el punto de vista de la campaña electoral que sin dudas constituye un factor de distorsión durante casi dos años, que un período considerable durante el cual se distrae del abordaje de los temas que realmente son importantes para la población.
Pero la separación entre las elecciones nacionales y las departamentales, el limitar la oferta a un candidato único por partido, el balotaje, son sin dudas elementos positivos que se han incorporado a la normativa electoral en nuestro país, por cuanto significa apuntar a por lo menos una mínima cohesión dentro de cada colectividad cívica, a la vez que reduce significativamente la influencia de la elección nacional sobre la departamental –el voto simultáneo anterior tenía un efecto de arrastre del candidato presidencial sobre la convocatoria departamental– y sobre todo el balotaje es una instancia decisiva en la que el elector tiene la posibilidad de decidir a quien quiere o en su defecto a quien no quiere para la Presidencia, lo que le agrega una chance más y pronunciarse con cartas vistas.
Un elemento introducido por presión de grupos feministas en la integración de la fórmula presidencial tras las elecciones internas ha sido la de la denominada propuesta “paritaria”, es decir una cuota que habilita una candidata femenina a la vicepresidencia, lo que se ha dado finalmente en la propuesta frenteamplista –con sus bemoles– y en el caso del Partido Nacional, por decisión propia del candidato Luis Lacalle, pero no por mandato de órganos partidarios, lo que indica que se trató de una decisión personal y no impuesta.
A su vez el candidato colorado Ernesto Talvi optó por Robert Silva, un dirigente del riñón colorado en el Codicen, de fuerte personalidad que ha puesto de manifiesto reiteradamente en un lugar en que ha salido airoso de la presión constante de sindicatos de la enseñanza fuertemente ideologizados, además de tener una sólida formación en derecho.
En este caso es de destacar que más allá de las tentaciones a manejarse dentro de lo “políticamente correcto” –una forma de hipocresía para la tribuna– para que también su propuesta fuera paritaria y consecuentemente eligiera una mujer para acompañarlo en la fórmula, Talvi buscó la persona que consideró más adecuada para su propuesta, fuera hombre o mujer. Y este es el punto: se trata de atender méritos, de capacidad, de convencimiento. Y para ocupar cargos de gobierno, la integración puede ser paritaria, como la llaman, o integrada por dos hombres o por dos mujeres. Pero no debería ser por cuota de género, que es el punto menos relevante, salvo para quienes han ingresado en los clásicos fanatismos de blanco y negro y abrazado esta causa por encima de toda otra consideración, tratando de imponerla a los demás.
En el caso de Daniel Martínez, en el Frente Amplio, contra todo lo que podía esperarse, el candidato desestimó a la segunda precandidata más votada, Carolina Cosse, compañera “cantada” en los papeles, si tenemos en cuenta que salió segunda en la elección interna y a la vez es mujer, cumpliendo con el compromiso interno de la fórmula paritaria. Pero todo indica que hay una relación no del todo armoniosa entre ambos, y que Martínez, contrariamente a lo que piensa la mayoría del Frente Amplio, eligió a la exedila Graciela Villar, de discurso combativo, apegada a los viejos dogmas frenteamlistas, a la militancia y al mundo en blanco y negro.
¿Qué influyó en Martínez para haber llegado a esta decisión, desafiando incluso los liderazgos de sectores que instaban a cumplir con la cuota femenina y al respaldo de los votos, reunidos en una sola persona? Hasta ahora no ha dado explicaciones a su interna, si es que piensa darla, pero a esta altura además la interrogante que surge es si esta opción arriesgada le resultará positiva mdesde el punto de vista electoral.
En principio, teniendo en cuenta que la elección será complicada para el Frente Amplio, habida cuenta de la difícil situación económica, el desempleo, los números en rojo de las cuentas del Estado y la pérdida de la mística por el desgaste que genera el desencanto en buena parte de los votantes, el reto pasa por considerar si Villar, con este discurso y antecedentes, estará en condiciones de retener a votantes de centro o centro izquierda, que no necesariamente son votantes tradicionales de este partido y que por lo tanto forman parte de no menos del 20 por ciento de votantes que cambian de partido en la elección, según venga la mano.
Y por cierto, un discurso combativo, apelando a la emoción, a los encantos de la revolución que nunca fue ni va a ser, al agravio de los “Hitler” en la persona de Manini Ríos o de Bolsonaro, pero sin siquiera mencionar a los dictadores magnicidas soviéticos, como así tampoco a los Maduro, a los Ortega, no parece en principio una buena estrategia para convencer al electorado pensante, al margen de los dogmas y moderado.
En el Partido Nacional las interrogantes pasan por otros ejes, de acuerdo a la experiencia, porque Luis Lacalle Pou, más allá del objetivo común de desalojar del poder al Frente Amplio, deberá tener la capacidad de encolumnar detrás de sí a los otros sectores, aliancistas, sartoristas y las huestes de Enrique Antía, que sumados en las encuestas como candidatos separados son una cosa en cantidad de votos, pero que no siempre terminan votando al candidato único y por lo tanto se traduce en defecciones en la elección nacional.
Es decir que hay perspectivas e incertidumbre de diversa naturaleza en cada partido cuando se entra en la recta final de cara a las convocatorias de octubre y noviembre. La experiencia indica que es un momento crítico en el que los errores se pagan caro y que aún el mínimo desliz es magnificado por campañas sucias, en tanto desde las redes sociales se esparcen como reguero de pólvora rumores que –aún en su falsedad demostrada– nunca despejan del todo las dudas.
Y ante tantas distorsiones, es de esperar que el ciudadano apele a su sentido común, a su discernimiento, por encima de pasiones y eslóganes, para encontrar la mejor opción para el país, que somos todos. → Leer más