Hay que aprovechar que Donald está irascible para negociar con “los chinitos”

Llegaron un día. De pronto Paysandú “se llenó de chinitos” según la expresión popular. Después que el intendente Guillermo Caraballo “aprovechara la volada” y se incorporara a la delegación del Congreso de Intendentes a China, apenas pocos meses después, comenzaron a verse los resultados y desde el gigante asiático comenzaron a llegar delegaciones, autoridades y hasta empresarios.
Sin dudas, hubo un período de estudio y preparación de la Intendencia de Paysandú para intentar intercambios con China, una nación tan enorme a la cual no se la puede convencer por la cantidad de productos, solo por la calidad. Claramente, el deporte, el arte y el intercambio estudiantil están tomando fuerza hacia uno y otro lado, en virtud que el factor población no es el más importante.
Si a esto le sumamos que no hace siguiera un mes –el 28 de junio– la Unión Europea, conglomerado integrado por 28 naciones, firmó un histórico acuerdo de libre comercio con el bloque Mercosur, esto es con Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, es evidente que algo está ocurriendo.
Probablemente mucho tenga que ver un presidente con nombre de pato de Disney y tan rico como el mismísimo Rico MacPato, Donald Trump. Hay un nuevo fenómeno mundial que ha recibido poca atención de los medios, pero que puede tener un gran impacto en el futuro. Hay un cambio en el concepto de globalización, en la medida que asistimos a un proceso de este tipo del cual se está alejando Estados Unidos, lo que ciertamente establece grandes posibilidades para China especialmente.
Con su carácter irascible, el presidente Donald Trump se retiró de algunos de los acuerdos más grandes del mundo, como el gigantesco tratado comercial transpacífico de 12 naciones, y el Acuerdo Climático de París de 195 países. Además ha anunciado aranceles contra productos europeos, canadienses y mexicanos. El resto del mundo –en tanto– está firmando importantes acuerdos comerciales que están pasando por alto a Estados Unidos.
Para no sentirse tan solo Trump anunció que Estados Unidos, México y Canadá alcanzaron un nuevo acuerdo de comercio, que llevará por nombre USMCA (United States-Mexico-Canada Agreement). Pero por otro lado amenaza a los mexicanos si no detienen la oleada migratoria que tiene por objetivo el país que alguna ofreció la quimera de “hacerse la América”.
El acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur involucra a 780 millones de personas, cifra a la que Uruguay aporta unos modestos 3,5 millones. Pero en virtud del acuerdo, que tendrá que ser aprobado por los parlamentos de los países signatarios, los aranceles se reducirán en un total de 4.500 millones de dólares al año.
Con América Latina –ironía pura– Estados Unidos intentó firmar un acuerdo de libre comercio hemisférico durante dos décadas, desde la Cumbre de las Américas de 1994 en Miami. Pero el plan fue rechazado por Argentina en 2005 y ha sido archivado. El gobierno de Trump no ha planteado retomar la idea de ningún acuerdo comercial regional con Sudamérica.
En tanto, en la otra parte del mundo, China e India están negociando activamente la llamada Asociación Económica Integral Regional (RCEP) con otras 14 naciones asiáticas que podrían convertirse en el mayor bloque comercial del mundo. Las negociaciones del RCEP incluyen a Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur y Vietnam.
Y eso podrá ser así porque Trump –de nuevo– el año pasado decidió retirarse del acuerdo TPP, que había creado el mayor bloque comercial del mundo y fue concebido por el expresidente Barack Obama en parte para contrarrestar la creciente influencia económica de China. Ni lerdos ni perezosos, los restantes países signatarios firmaron el llamado acuerdo TPP-11 sin Estados Unidos, que incluye a Japón, Australia, Vietnam, Singapur, México, Chile y Perú.
Pero Donald sigue entretenido con su propia historieta y aferrado a un obsoleto nacionalismo proteccionista. Ha dicho que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, algo que la mayoría de los economistas consideran una estupidez mayúscula.
Es posible que los aranceles de Trump hagan que algunas fábricas regresen a Estados Unidos, el aumento del costo de vida debido al incremento de precio en los bienes de uso importados contrarresta ese efecto, generando más pobreza en lugar de amentar la riqueza. Además, muchas de esas fábricas probablemente serán operadas por robots. Los robots son cada vez más inteligentes y más baratos que un empleado medio norteamericano. Trabajan tres turnos seguidos y no piden aumento de sueldo. Apenas un poco de lubricante de tanto en tanto y una ración diaria de electricidad.
Por ahora Estados Unidos sigue siendo la economía más grande del mundo, pero para nada le conviene no estar incluido en el proceso de globalización. Mucho menos con el proteccionismo obsoleto, que solo hará una nación aislada y más débil.
En medio de todo ese Juego de Tronos, recostado al Uruguay, Paysandú mira con interés los movimientos de los unos y los otros.
No está en condiciones de negociar ningún acuerdo pues estos se hacen entre naciones, pero puede sacar algún provecho del repentino interés de la nación del dragón. La reciente visita de un grupo de empresarios chinos que Nanning, que manejan grandes superficies gourmet, pueden abrir camino a que empresas sanduceras puedan exportar a ese nuevo mercado. La carne, la naranja y los vinos en primer lugar. No van a provocar que los chinos engorden con la carne uruguaya ni tengan un exceso de vitamina C. Mucho menos que se emborrachen.
Pero sea lo que sea que se pueda vender resultará –como escribió el poeta uruguayo Elías Regules– “cosas chicas para el mundo pero grandes para mí”. A esto habrá que sumar los beneficios que aparecen al alcance de la mano en áreas como el deporte y la cultura.
El mundo con sus grandes movimientos y maniobras, Paysandú a punto de sacar provecho del repentino interés chino en la región. Un movimiento estratégico bien pensado, apuntando a un par de objetivos en China. Puede generar interesantes negocios a un departamento que de nuevo busca su destino, en un mundo tan cambiante, donde las grandes industrias de otrora ya no son, el turismo sigue siendo un horizonte no alcanzado y no aparecen inversiones que generen empleo real y concreto. En tanto comercios céntricos siguen cerrando sus puertas para al otro día encontrar en la vereda a un vendedor ambulante irregular sin que control alguno. Venderle lo que se pueda a Nanning u otra ciudad o región china, por parte de industrias establecidas, es eso tan deseado: ganar-ganar.