“Quería hablar únicamente con los brazos”

Llegó con la paleta en la mano junto a su esposa y sus dos hijos, que tardaron bien poco en comenzar a pegarle a la pelota.
Álvaro Medina llegó al trinquete de Pelotaris, donde nació deportivamente, y planificó el partido amistoso que a la noche jugaría con sus amigos de siempre.
Medina no necesita presentación. Pero si hay algún distraído, vale repasar que el pelotari sanducero es referente en la paleta de cuero en España y Europa. Y lleva sobre sus espaldas una enormidad de títulos para transformarse, seguramente, en uno de los deportistas uruguayos más exitosos fuera de fronteras.
“Me crié jugando acá desde los 10 años, y volver, y tocar en este caso la pelota de goma, es una sensación diferente” dijo.
Medina deja constancia de que “el trinquete ha cambiado y está mucho más lindo que cuando me fui”. Y se anima a reconocer que este Paysandú “siempre fue cuna de grandes deportistas en diferentes disciplinas”, poniendo por delante, en la suya, a Carlitos Buzzo y Luis Bell.
“Tenemos que estar orgullosos de que el deporte sanducero sacara grandes deportistas a nivel nacional e internacional”, tira mientras observa cómo sus hijos pelotean dentro del trinquete. Álvaro a secas, como le llaman en España, recuerda aquellos primeros pasos. El jugar en el trinquete sanducero, desde donde pudo saltar a Montevideo y a la selección. Pero aspiraba a más.
En realidad, quería probarse. Por eso, recuerda que “me fui con la selección a jugar un torneo en el País Vasco, y le dije a mi madre que si surgía algo, una posibilidad de quedarme, lo iba a intentar. Tenía esa curiosidad por saber a dónde podía llegar con la pelota de cuero al mejor nivel del mundo, que es España”.
Y hay una realidad: “se dio todo redondo. Tanto, que si lo hubiera planificado nada hubiera salido así”.
En aquel torneo con la selección perdió la final. Pero su rendimiento fue importante.
Y llegó de sorpresa esa llamada que imaginó. Era Pedro Martínez, el empresario dueño del Club Puertas Bamar de Valladolid, para invitarlo a quedarse por seis meses.
“Si el tren pasa, hay que subirse porque quizá no vuelva a pasar. Yo tenía 24 años, no tenía compromisos, y decidí subirme al tren. Y las cosas se dieron muchísimo mejor de lo que podía imaginar”, confesó.
El llamado a Paysandú para avisar que no volvería. “Y esos seis meses se transformaron en un año, luego en tres, y aquí estoy, en una carrera que se fue alargando por los logros deportivos que se fueron alcanzando”.
Medina se sumergió en el sacrificio. Porque, confiesa, sentía que podría ser mejor que quienes luego serían sus rivales.
“Al principio a los españoles no les gustaba nada que les ganara. Pero yo solo trabajaba, entrenaba, y me decía que tenía que hablar únicamente con los brazos, y soñar con ser el mejor dentro de la cancha. Siempre quise responder jugando”, explicó.
Pedro Martínez se abrazó a la recomendación de su jugador estrella en aquel momento, el cubano Richard. El caribeño había enfrentado a Medina en algunas ocasiones a nivel de selección, y fue el nombre del sanducero el que le dio a Martínez cuando éste le preguntó con quién se podría reforzar al club para dar el salto de calidad.
“Le dijo que justamente yo estaba en el País Vasco, y me llamó”, recordó Medina, quien junto al cubano conformaron una pareja imbatible. Y de verdad. “Ganamos todo durante una década. Si había 10 torneos en el año, los ganábamos a los 10”, dijo recordando también a su excompañero, hoy fallecido.
Medina triunfó rápidamente, sorprendiendo a propios y extraños. Por eso hoy, “a mis 42 años voy a cualquier frontón de España y me reconocen”.
Este sanducero de exportación llegó de visita a su lugar con un vicecampeonato de España a cuestas. “Llegamos invictos tras 15 partidos, pero perdimos la final”, se lamenta. Pero a medias, porque sabe que “pasan los años y me sigo sintiendo bien, soy competitivo, así que se estirará un poco el retiro”.
El 7 de setiembre comenzará a jugar el Campeonato de Europa en Íscar, donde el Puertas Bamar es local. Un enorme desafío. Pero mira hacia atrás y reconoce que “nunca me imaginé nada de esto”.
“Cuando comenzás a jugar lo hacés para divertirte, juntarte con amigos. Luego empezaron a llegar otras cosas porque estaban allí las condiciones. Me llevaron a Montevideo, la selección y se fueron subiendo escalones”, sentenció mientras ultimó detalles para ese partido amistoso que se jugaría a la noche.