A 30 años de la “grieta”

Un día de 1989, el periodista argentino Jorge Lanata escribió una nota editorial en la contratapa de Página 12 titulada “La grieta”. A partir de allí, nunca pensó que esa palabra haría historia y sería tan reiterada. En aquel momento, Lanata escribía sobre la apropiación de niños durante la última dictadura, la identidad de los nietos recuperados y la “grieta”, es decir, la división entre quienes añoraban a los militares y quienes no, en un momento específico en la historia del vecino país.
El término tan argentino, que parece una creación de los últimos años del kirchnerismo, tiene ya treinta años. Y no hace tanto que pasó la frontera uruguaya. Hoy, en plena campaña electoral usamos a la “grieta” para establecer diferencias y, sobre todo, ubicar a quienes están de un lado y del otro.
Algunos ejemplos son recientes. La candidata a la vicepresidencia por el Partido Nacional, Beatriz Argimón, reparó en el nivel de agresión de la dirigencia frenteamplista, luego de un gobierno de 15 años, con alto déficit fiscal y desempleo que construye una “grieta entre los uruguayos”. Esa afirmación tuvo una rápida respuesta de la integrante de la fórmula oficialista, Graciela Villar, quien le recordó que es una palabra importada de “la otra orilla”.
En gira por el litoral, Daniel Martínez, defendió a su fuerza política, al resaltar que todos van “contra el Frente Amplio”. Y, mientras otros arman “la grieta”, “nosotros vamos a tender puentes, porque tenemos que unirnos en un mundo recontracomplicado”, aseguró el presidenciable. Casi en paralelo, el exprecandidato Jorge Larrañaga se sumó a esta réplica, y respondió que el Frente Amplio es “un proyecto agrietado y agrietador”.
Pero, quizás, no sea ese el concepto de la “grieta” que ya está arraigado, en las opiniones generalizadas de quienes observaron críticamente a las últimas movilizaciones realizadas en Montevideo.
Las percepciones urbanas han transformado los debates y hoy, un productor agropecuario es un “oligarca” que protesta porque quiere mantener su “4X4” bajo un persistente reclamo egoísta. Sin embargo, pareciera que pocos saben el riesgo que implica dedicarse a una actividad que dependerá del clima y mirar el cielo no será una simple experiencia vivencial. Allí habrá arriesgado capital, inversión y esfuerzo porque no es lo mismo la lluvia o su ausencia, ni un cambio de estación se acotará a cambiar la hoja en un almanaque. Y la dependencia de la moneda estadounidense no será la misma si el dólar sube o baja, porque de esos valores dependen las exportaciones, pero también absolutamente todos los insumos que deberá comprar. Incluso ocurrirá que el consumidor ni siquiera reflexionará sobre las razones del incremento de cualquier producto, sino que creerá que la riqueza irá a unos pocos bolsillos.
Hoy, la “grieta” entre el campo y la ciudad se observa con mayor claridad en las redes sociales, donde comentaristas acostumbrados a ver los productos en las góndolas antes que en su hábitat natural, opinan con una displicencia que a veces asusta y otras, acongoja.
Y ocurre así porque está instalada a partir de una clase dirigente que en nuestro país accedió al gobierno a partir de las divisiones. “Tender puentes” no era un concepto arraigado en la forma de hacer política, sino absolutamente todo lo contrario. Es decir que, esta problemática en la producción nacional que en otros países –sobre todos aquellos con los que nos gusta compararnos– involucra a las comunidades en su conjunto en pos de una solución, acá nos encuentra en la tarea de ubicar personas de la “grieta” para allá o de la “grieta” para acá. Y muchas veces, solo por su opinión.
Así también estamos ubicados en la denominada “agenda de derechos”, donde las medidas se enfocan a colectivos específicos: LGBTI, afrodescendientes y personas con discapacidad. La pregunta es si aquellas personas que tienen más de 40 años, perdieron su empleo y se presentan a cualquier solicitud, también están contempladas en dicha “agenda” en tanto los pedidos de personal tienen el límite de los 35 años.
O si en la “agenda” se incluyen los derechos de cualquier ciudadano –hombre o mujer– a caminar libremente por la calle, sin temor a la delincuencia que impulsa las estadísticas de violencia al alza y se desempeña con total impunidad. Sin miras, tampoco, de endurecer las penas porque la respuesta siempre es la misma. “Esa no es la solución”, dicen.
La calidad de la convivencia va en franco retroceso y la clase política fogonea, con su doble moral, a que la situación empeore. Porque es mejor tenernos divididos, para gobernar, que todos juntos bajo un mismo objetivo. Y porque tampoco importa el nivel cultural, todo es igual y en pos de la “inclusión”, emparejamos hacia abajo, aunque a algunos les rechine esta realidad.
Y porque el reparto, del que tanto gargantean y usan como argumento contra la “grieta”, está garantizado con un sistema como el capitalista y con una democracia liberal. Pero la arrogancia es una debilidad muy humana, como para reconocer que el entramado social tuvo mucho que ver con la recuperación de libertades, tanto individuales como sociales o económicas.
Las “grietas” nacen de aquellos que imponen su pensamiento como una visión omnipresente, sin dejar una oportunidad a las alternativas, ni siquiera a la duda. Porque hoy, todos se muestran convencidos. Sin embargo, hemos llegado hasta acá, con problemas a cuestas que parecían resueltos.
Hasta acá llegamos con la “grieta” que no es el resultado de la negociación ni del diálogo, ni del acuerdo, sino todo lo contrario. Es el resultado de intercambiar los valores compasivos por los acusatorios, de confrontar y atacar con irracionalidad, en un año electoral que puede cambiar el escenario parlamentario.
Hay mucha gente nerviosa y ese nerviosismo se nota demasiado. Esos, que son capaces de polarizar las opiniones y transformarse en “barrabravas”, nunca entendieron que los urguayos siempre fuimos distintos. Sin embargo, no les importa. En vez de preservar uno de los valores más auténticos de nuestra convivencia en sociedad, han apostado a las descalificaciones.
A una “grieta” que puede volverse contra nosotros.