Los “comebosta” que generan la verdadera riqueza

Bajo el coro de muchos desubicados que no pueden disimular su veta ideológica tildándolos de “canarios” y “oligarcas”, la semana anterior el movimiento Un Solo Uruguay protagonizó una manifestación en reclamo de soluciones para el agro y la producción en general, ante lo que considera desinterés del gobierno en atender al sector y la ausencia de soluciones reales.
Más allá de que las prioridades del gobierno del Frente Amplio nunca han estado en el agro, en tanto su fuerte siempre ha estado en los sindicatos y gremios afines –sin olvidar políticas sociales que tienen alto grado de asistencialismo– es evidente que además de su escaso margen de maniobra por haberse encerrado irresponsablemente con el aumento del gasto, en el gobierno se está en una dicotomía flagrante: se necesita inversión para generar riqueza y empleos genuinos, pero no se cuenta con margen para resignación fiscal que permita estímulos significativos para radicar inversiones.
La excepción ha sido la segunda planta de UPM, a la que se han efectuado concesiones de las que no gozan otros empresarios de nuestro medio y tampoco el agro, pero con la salvedad de que esta inversión en el mejor de los casos comenzará a generar retorno en un período no menor al año y medio a dos años, mientras que el estancamiento económico del país, así como los productores, requieren respuestas ahora.
En el reclamo de los manifestantes que fueron “trancados” por el Ministerio del Interior y la Intendencia Departamental capitalina en su intento de marchar con sus tractores por las calles de Montevideo –a diferencia de la tolerancia manifiesta con los integrantes del movimiento anarquista Plenaria Memoria y Justicia, que han marchado con su acostumbrada secuela de destrozos, pintadas y agresiones a las fuerzas policiales sin ser molestados por la autoridad– el productor Guillermo Franchi, en su discurso frente al Palacio Legislativo, mencionó que “se fundió un tercio de los productores lecheros, cayó la producción de arroz en un cuarto del área, se pierde un productor de granja por día y hay 1.600 apicultores menos”.
Podría evaluarse, en forma optimista, que es un hecho coyuntural, pero la experiencia indica que esa fuerza vital que se va del campo, se descapitaliza, se dedica luego a otras actividades y muchas veces en el caso de pequeños productores, van a engrosar los cinturones marginales de las zonas urbanas, y luego no retornan al medio rural.
Lamentablemente, los maniqueísmos y los planteos retardatarios de carácter ideológico, sobre todo montevideanos, presentan a los productores y a este reclamo de Un Solo Uruguay como si proviniera de grupos que quieren obtener solo prebendas o ventajas, cuando se trata nada más y nada menos que de la fuerza vital del país, de los que producen para alimentar a los tres millones de uruguayos y exportan sus producciones para obtener las divisas que tanto necesita el país. Tanto es así que cuando el campo estuvo fuerte, con buenos valores para la exportación, el país entero vivió la mejor época en décadas.
Ello choca por supuesto contra el pensamiento anacrónico de quienes hacen hincapié en la supuesta distribución de la riqueza sin hacer nada por crearla, y de ahí que se pretenda descalificar a quienes arriesgan su capital, aportan su trabajo, y se ven postergados en las decisiones de gobierno que solo atienden prioridades sectoriales que no coinciden con el interés general.
Es un grave error, suicida, negar el impacto positivo del trabajo del campo en la economía nacional, así como también relativizar su importancia, porque se trata del instrumento por excelencia, en un país de base agropecuaria, para la creación genuina de riqueza que se va extendiendo en círculos concéntricos desde el interior profundo hacia las pequeñas localidades, los pueblos y ciudades del Interior y luego hacia la capital, donde sin embargo el ciudadano promedio menosprecia esta fuente de riqueza que sostiene la calidad de vida de la burocracia ciudadana.
Sin dudas uno de los sectores del agro más castigados en esta coyuntura es el de la lechería, porque por encima de los problemas de precios internacionales, la incidencia del costo país es el factor fundamental que ha desplazado a la producción nacional de los mercados, y en este aspecto no hay tregua tanto para este sector productivo como para otros que no han tenido todavía las mismas consecuencias pero que están padeciendo serias dificultades.
Precisamente la situación de la lechería fue considerada en el foro desarrollado en la Expo Prado sobre el fin de semana, con participación de los representantes del Partido Nacional, Partido Colorado, Frente Amplio y Partido Independiente, oportunidad en la que se evaluó la problemática del sector y se hizo hincapié entre otros temas en la desconsideración del sindicato de Conaprole hacia el trabajo de los tamberos, que llueva o truene dejan su esfuerzo en el campo, mientras frecuentemente tienen lugar medidas sindicales que trancan la cadena de valor y van en desmedro hasta de la propia viabilidad de los tamberos, ante la pasividad del Ministerio de Trabajo, y a veces hasta complicidad, cuando se toman medidas drásticas a contrapelo de todo raciocinio.
Es así que mientras la base de la pirámide productiva, o sea el tambero, va desapareciendo por la inviabilidad de su empresa ante los costos que debe afrontar, el sindicato sigue tirando de la piolita exigiendo cada vez más, y por supuesto, el empleado y menos el sindicalista hasta ahora ni se ha enterado de la crisis porque en su bolsillo no se ha visto reflejada, en tanto siguen ganando como en la época de las vacas gordas.
En este sentido, el representante nacionalista, Alvaro Lapido, expuso en este ámbito que “cada primavera dos o tres veces por año se destruye (por medidas sindicales) el valor de la cooperativa, de miles de familias que trabajan, ante la mirada pasiva del ministro de Industria, de Trabajo, dejan que rompan la generación de valor de Conaprole. Esto no es tener conciencia agropecuaria”.
Por supuesto que no, y una clara demostración de esta realidad, es que dirigentes del sindicato de la cooperativa de productores catalogaron de “comebosta” a los tamberos, a aquellos que precisamente con su trabajo diario, con sus emprendimientos de riesgo, crean la producción que le da trabajo a los integrantes del sindicato y a toda la fuerza laboral de esa industria.
Y mientras no se asuma desde el gobierno, tanto del presente –que ha estado prescindente en torno a esta problemática– como del que le suceda en marzo de 2020, que sin medidas de apoyo al agro nuestro país no tiene futuro –más allá de acciones paralelas para generar valor agregado a la producción primaria– seguiremos padeciendo sin remedio los avatares de las miradas ideológicas y los cortoplacismos en desmedro de la mayor fuente de riqueza que tiene el país.