Cómo llegó Tabárez a los 200 partidos con la Celeste

Todo un récord. Pasó el partido del 15 de octubre en Lima, el amistoso ante Perú, y los números recorrieron el mundo: el técnico de Uruguay, Oscar Tabárez, alcanzó la histórica cifra de 200 partidos dirigiendo a una misma selección.
Sabido es que Tabárez fue el entrenador de la Celeste desde 1988 a 1990, un ciclo que incluyó 34 partidos, entre los que están los disputados en el Mundial de Italia 90. Fueron, en aquel período, 34 partidos al frente de la selección, con un saldo positivo en números: 17 encuentros ganados, 8 empatados y 9 perdidos. Y sumó, además de la clasificación al Mundial azzurro, el segundo puesto en la Copa América de Brasil el año anterior.
Mucha agua corrió debajo del puente hasta que el maestro volviera a calzarse el buzo de entrenador celeste. Hoy, este segundo ciclo que se inició en 2006 incluye 166 partidos, de los cuales se ganó 80, se empató 43 y se perdió la misma cantidad. Y en cuanto a títulos, figura la Copa América 2011, aunque la realidad es que se sumaron además tres clasificaciones al hilo a los Mundiales (Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018), siendo la mejor actuación mundialista aquel cuarto puesto en el primer Mundial desarrollado en África. Los números son claros, aunque lógicamente tienen varias lecturas, dependiendo de quién los mire.
Pero nadie puede dejar de destacar el hecho histórico de los 200 partidos dirigidos por un mismo entrenador en una misma selección.
Ahora bien: todo tuvo un comienzo. ¿Se acuerdan los más chicos cómo llegó Tabárez a dirigir por segunda vez a la Celeste? ¿Saben que la llegada del maestro fue descartada con anterioridad en varias ocasiones? ¿Tienen en claro que el gobierno nacional tuvo mucho que ver?
Tabárez se despidió de la Celeste tras el Mundial de Italia 90. ¿Alguien se acuerda quién dirigió luego a la selección? Desde aquel momento pasaron Luis Cubilla, Roberto Fleitas, Héctor Núñez, Juan Ahuntchain, Roque Máspoli, Víctor Púa, Daniel Pasarella, volvió Púa, Jorge Da Silva, Gustavo Ferrín, Juan Ramón Carrasco y Jorge Fossati.
Lógicamente que Uruguay, en medio de ese caos, no estuvo en los Mundiales de Estados Unidos 94, Francia 98, y Alemania 2006. La Celeste sí clasificó para Japón-Corea 2002, y se volvió rápido.
¿Cuándo apareció el nombre de Tabárez? Apenas culminó el Mundial de Francia. Pero la mayoría del Ejecutivo de la AUF, liderada por Eugenio Figueredo, optó, con el apoyo de Tenfield (que incluso pagaba parte del sueldo), contratar a Daniel Pasarella. Que duró poco, al punto que Púa debió agarrar el fierro caliente, pudiendo al final clasificar a Uruguay al Mundial 2002.
En 2003 había que elegir técnico. Y apareció el nombre de Tabárez en la mesa de la AUF, junto al de Hugo De León, que quedó descartado por aquel problema con su título de DT conseguido en Brasil.
Pero los dirigentes optaron por Juan Ramón Carrasco, que también duró poco y tras la histórica caída en el Centenario ante Venezuela, en eliminatorias, fue cesado. Su lugar fue ocupado por Jorge Fossati en medio de la improvisación que, como era de esperar, dejó a Uruguay sin Mundial 2006.
El ambiente futbolístico estaba enrarecido. La relación de Figueredo con Tenfield, que tomaba decisiones, era insostenible y estaba en el ojo de la tormenta.
A fines de 2005 había que definir el nuevo entrenador de la Celeste. Y otra vez apareció el nombre de Tabárez, presentado por el mismo dirigente que lo había propuesto con anterioridad y que seguía insistiendo: Daniel Pastorini.
Pastorini conocía de primera mano el proyecto de Tabárez, pero cada vez que lo proponía encontraba una piedra en el camino. Según contó en su momento a Ecos, dijo a sus compañeros de Ejecutivo: “Bueno, llegó el momento de nombrar a Tabárez. ¿O quieren seguir esperando?”.
La respuesta no fue positiva. Pero Pastorini contó con un aliado: el gobierno, a través de su ministro de Turismo y Deportes, Héctor Lescano.
Mientras se comenzaba a pensar como posibilidad en Tabárez, se pusieron mil trabas. Como por ejemplo el sueldo que se le ofrecería al DT: 25 mil dólares a repartir entre todo su cuerpo técnico. La mitad de lo que le ofrecían, para él solo, en el exterior.
Pastorini hizo al entrenador, con vergüenza, el planteo. Y mientras Tabárez pensó que se le estaba tomando el pelo, sus colaboradores Celso Otero y el profesor José Herrera, pusieron todas las cartas sobre la mesa para convencer al maestro.
Y fue clave el gobierno de turno: Lescano pedía a quien lo quisiera escuchar un baño con agua, jabón y cepillo de alambre para el fútbol.
Pastorini recurrió a Lescano, sabiendo que en el gobierno no se quería saber nada con Figueredo y sus prácticas. Y se comulgaba con la idea de Pastorini, pero se quería estirar la designación de Tabárez (por la que primero había que pelear) hasta que Figueredo se fuera de la AUF, después del Mundial 2006.
Fernando Cáceres, por aquel momento el segundo de Lescano en el Ministerio de Deportes y hoy secretario nacional del Deporte, confesó a EL TELEGRAFO que fue de la partida de una reunión en la que el gobierno manifestó todo su apoyo a la propuesta de Pastorini.
Fue justamente en la casa de Pastorini. “Me acuerdo de un hecho muy concreto: una reunión en la casa de un alto dirigente del fútbol, en la que participé como invitado en representación del gobierno por este alto dirigente con el entonces ministro de Turismo y Deporte”, recordó Cáceres.
“En ese entonces la AUF estaba considerando la contratación de Tabárez para las selecciones nacionales, y el presidente de la AUF era Eugenio Figueredo. La relación nuestra con Figueredo siempre fue difícil, y en aquel momento se criticaba mucho desde el gobierno el funcionamiento de la Asociación, y entonces el presidente pidió también el auxilio de otros dirigentes del fútbol para propiciar un encuentro y ver si el gobierno estaba alineado con esa idea de contratar al maestro Tabárez. Nosotros expresamos nuestra opinión favorable porque conocíamos el proyecto de selecciones nacionales”, agregó.
Finalmente Figueredo estaba acorralado. Y el 8 de marzo de 2006 presentó a regañadientes, junto a Pastorini, el también neutral Jorge Almada, y Cáceres en representación del Ministerio de Turismo y Deporte, a Tabárez como nuevo entrenador de la selección uruguaya de fútbol.
“La idea es que el proyecto sea permanente, que no pase como pasaba hasta ahora que cualquier criterio de selección terminaba con el entrenador de turno, y generalmente en el mejor de los casos empezaba y terminaba antes y después de cada Mundial”, dijo Tabárez en aquella presentación.
Y agregó: “debemos aprovechar todo el tiempo en la formación de los jóvenes y en la capacitación de futbolistas, que sean continuas, coordinadas entre todos los estamentos de la selección y que se lleven a cabo a nivel nacional”.
El técnico que iniciaría su segundo ciclo al frente de la Celeste aseguró que se quería establecer una línea de trabajo común en todas las selecciones, que había que medirse a nivel internacional con los mejores, y que todas las selecciones jugarían con el mismo sistema: 4-3-3. “Para nuestro fútbol es importante aplicar esta figura. Nos permite jugar con menor potencial técnico y contar con más posibilidades de triunfo”, analizó en aquella presentación.
Los dirigentes se aferraron a su idea con respecto a lo organizativo. Y en lo que respecta al sistema táctico, pocos partidos bastaron para que Tabárez se diera cuenta de la realidad.
Pero hay que remarcar hoy, 200 partidos después, que la designación de Tabárez fue un parto que llevó varios años de pelea no solo por las opiniones de dirigentes, sino también de intereses externos. Tan es así que hasta el gobierno nacional, que le había hecho la cruz a Figueredo y sus prácticas, decidió tomar partido.
Después, la historia más acá en el tiempo es conocida. El último capítulo incluyó ese récord histórico de 200 partidos de Tabárez al frente de la Celeste, que en realidad no refleja realmente de lo que se trata ese proyecto integral que incluye a todas las selecciones nacionales, que se puso en marcha en 2006.
Lo que está claro es que casi 14 años después nadie pudo imaginarse que Tabárez continuaría al frente de ese proyecto que se mantuvo pese a los vaivenes deportivos.
No lo imaginaron aquellos que pelearon contra intereses que, en aquel momento, eran a simple vista el gobierno paralelo del fútbol uruguayo.
Y tampoco ellos se imaginaron qué pasaría 200 partidos después.