Lo que dejó la campaña

El presidente Tabaré Vázquez criticó la reforma constitucional propuesta por el senador Jorge Larrañaga, calificó de “triste” la situación protagonizada por el intendente de Colonia, Carlos Moreira, rechazó las críticas a su reunión con la fórmula presidencial del Frente Amplio y dijo que en la oposición “nadie se lo pidió”. Y, además, mantuvo un encuentro con el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda.
También lamentó las protestas en Chile –pero sin decírselo a su homólogo Sebastián Piñera–, defendió el aumento de funcionarios públicos, rechazó las afirmaciones de Guido Manini Ríos sobre la falta de independencia de los fiscales y habló sobre las publicaciones con declaraciones políticas de los ministros en la página de la Secretaría de Prensa de Presidencia de la República.
Vázquez respondió a las dudas de la esposa de Manini, Irene Moreira, sobre el futuro de las elecciones en los próximos cinco años, planteó la posibilidad de las “alianzas parciales” en el Parlamento que se instalará en febrero y dijo que “no sabe qué tiene adentro” el proyecto de ley de urgente consideración de Luis Lacalle Pou.
Todo eso, para un presidente que hacía tiempo no hablaba. De hecho, ha mostrado cautela o ironía, en el caso de que alguna pregunta lo incomodara. Demasiados temas para que los hable todos juntos, alguien que debatió una única vez hace 25 años y después se negó a hacerlo.
Alguien, que es el presidente de todos los uruguayos, respondió a eso y más, unas pocas horas antes de comenzar la veda electoral el viernes pasado. Es, de hecho, la figura que –por antonomasia– debe respetar la Constitución, particularmente el artículo 77 numeral 5. Allí, justamente, donde dice que el presidente no puede “intervenir en ninguna forma en la propaganda política de carácter electoral”.
Porque el ejemplo va desde arriba hacia abajo y con ese perfil de declaraciones, sólo consigue que la oposición “caliente los motores” y salga a contestarle.
El espíritu republicano marca el accionar e indica que no existen grandes violaciones o pequeñas violaciones a la Constitución. Y, aunque los constitucionalistas no se arriesguen, existe una ética marcada por el conductor de una nación porque sus opiniones, influyen políticamente hablando. Y, porque nadie es tan inocente como para no creerlo.
Al presidente lo esperaron al ingreso del laboratorio de prótesis del Centro Nacional de Ayudas Técnicas y Tecnológicas para una recorrida junto a la vicepresidenta, Lucía Topolanski y allí mismo respondió con todo el tiempo del mundo.
El próximo 17 de enero, el presidente cumplirá 80 años y hace 30 que se dedica a la actividad política. Vázquez sabe lo que hace cuando habla y cuando dice lo que dice. Incluso sus gestos y la forma de ubicar la voz, muestran mucho más de él que de cualquier otro referente de su fuerza política. Al menos, en estos momentos tan personales e íntimos.
Pero el comportamiento no es novedoso. El aparato estatal estuvo al servicio del partido en el gobierno que, ciertamente, no son la misma cosa. Las instituciones más destacadas, como la Universidad de la República, marcaron un posicionamiento reprobable de intransigencia e intolerancia. Una forma de ver la vida política del país que, si hubiese sido al revés y con la oposición en el gobierno, el oficialismo actual no tardaba un minuto en enrostrarle a quien fuera.
¿O condenaron de igual modo que las protestas en Chile, la muerte de estudiantes venezolanos en las marchas contra Nicolás Maduro? ¿O los asesinatos en plena calle del régimen del ciudadano ilustre de Montevideo, Daniel Ortega, en Nicaragua? Porque el presidente –acusado de abuso sexual–, no tuvo la reprimenda social merecida por parte de sus amigos ideológicos. Y porque en el caso de Chile, sí rechazaron las represiones de los carabineros a los manifestantes. Un asesinato es tan reprobable como otro, al igual que un abuso. ¿O a Ortega “sí le creen”, parafraseando las frases tan usadas en las movidas de las organizaciones sociales denominadas “proderechos”?
Cuando hay abuso de la cosa pública se nota mucho. Y cuando hay un abuso hipócrita, se nota mucho más. Por eso hay que “escandalizarse” siempre, cuando se llame Carlos Moreira, pero también cuando se llame Michelle Suárez o Rodrigo Arcamone. Y en este último caso hubo un aislamiento y posterior renuncia, pero no declaraciones tan públicas que reafirmaran que “ni una menos” va para todos lados, incluso para los propios.
El aparato cultural construido en torno a estos temas ya asusta. Por ideológico, por “políticamente correcto” hasta el paroxismo y por la exaltación llevada al extremo de la colonización de las mentes de una generación que empieza a abrirse paso en la vida.
Las instituciones públicas son eso, y permanecen aunque los gobernantes y sus orgánicas pasen. Porque no puede lesionarse la convivencia ni el sentir republicano por razones de ideologías. Y porque es absolutamente reprobable que esa ideología mida una trayectoria académica, cuando la propia Constitución establece como únicas diferencias a “los talentos y las virtudes”.
Sin embargo, queda una fuerte colonización de las mentes en las instituciones educativas, donde antes nos jactábamos de la laicidad. Hoy hablamos de “inclusión” pero cuesta aclarar que la “veta inclusiva” es meramente ideológica porque resulta excluyente para quien piensa distinto. Y así lo hicieron saber en algunas facultades.
Queda mucho por hacer y por recomponer. Esperemos que no sea tarde y que las nuevas generaciones comprendan que Uruguay siempre estuvo a la vanguardia.