Deleznable es que artistas se presten al juego partidario

Una de las piezas publicitarias de la actual campaña electoral ante el balotaje que permitirá que la ciudadanía elija al próximo Presidente de la República, es protagonizado por artistas. El Frente Amplio promociona en canales de televisión la pieza de propaganda en la que aparecen figuras como Raúl Castro, Ruben Rada, Mónica Navarro, Luana La Princesita, Marcos da Costa, “Hache” Souza, Gerardo “El Alemán” Dorado, la sanducera Ana Prada y Los Olimareños, entre otros.
Agitan un futuro tenebroso y dantesco si el Frente Amplio pierde el Poder Ejecutivo y apelan a la filosofía de tribuna (nosotros somos los mejores, ellos los peores) que se resume en el “¡Uruguay nomá!” Precisamente por ser carácter esquemático –de no conocerlos– jamás se podría vincular a los protagonistas del spot con artistas, a menos que se acepte que el arte puede convertirse en un panfletarismo tonto.
Reconocemos la complejidad de opinar ante la aparición de esta pieza de propaganda en la medida que si se osare exponer sus debilidades, en el fragor de una campaña electoral que tiende a dividir a los ciudadanos entre buenos y pésimos, rápidamente podríamos ser catalogados como difusores de las virtudes de la otra opción a votar.
Nada más lejos de la realidad. EL TELEGRAFO es un diario profundamente republicano y para serlo es imprescindible que respete el libre albedrío de sus lectores, que no necesitan precisamente que desde estas páginas se les sugiera a quién votar. Ni ahora ni nunca. Tan republicano –orgullosamente– es este medio de prensa que fue la única tribuna que conceptuados dirigentes políticos de todas las tiendas partidarias tuvieron durante la dictadura militar.
Esa misma convicción republicana nos permite expresar nuestra posición, lo mismo que hace ese grupo de artistas que han prestado su imagen para fortalecer la campaña electoral del Frente Amplio. Lo primero que hay que indicar es la clara sumisión que exponen, aun cuando en el spot aparecen fieles a sus principios, lo que desde el colectivo de creadores se utiliza para legitimar sus acciones. Está lejos de ser la verdad. Muy pocos artistas a lo largo de la historia han podido defender su emancipación creativa. Primero fueron mecenas y posteriormente –en tiempos modernos– simplemente los cambiaron por el Estado providente, sometiéndose.
De otra manera que Los Olimareños expliquen qué sintieron cuando el 14 de enero de 2012 brindaron un concierto con entrada gratuita por el centenario de Atlántida, que le costó a todos los uruguayos –la mayoría obviamente no pudimos estar presentes– 221.300 dólares, que pagó Antel según resolución 1885/11 (acta 2410); dólares de 2012, por las dudas.
O los artistas que estos años han trabajado intensamente gracias a los fondos “concursables” del Ministerio de Educación y Cultura o a los apoyos de otros ministerios o de las empresas públicas. Eso es, precisamente, sumisión al Estado providente.
Guillem Martínez Teruel, escritor y periodista español expresa con claridad en su ensayo “CT o la Cultura de la Transición” –desde este punto de vista, porque ya saldrán a agitar otros fantasmas– “la cultura no se mete en política, salvo para dar la razón al Estado y a cambio el Estado no se mete en la cultura, salvo para subvencionarla, premiarla, o darle honores”. Un más que sutil control que las instituciones políticas ejercen en la creación, que se supone crítica y hostil a su absorción por el poder. Un mito. Construido tanto por artistas como por la clase política.
Cesar Brie, actor y director argentino que se exilió en Europa lo mismo que sus compañeros de Comuna Baires, amenazado de muerte por la Triple A –grupo parapolicial terrorista de extrema derecha gestado por el peronismo y parte del sindicalismo, la Policia Federal y las Fuerzas Armadas argentinas conectadas con la logia anticomunista Propaganda Due (P2)– sostiene que “todo tiene relación con la política, lo que no creo es que deba existir una relación entre arte y partido, eso es deleznable. Los artistas de partidos son los peores, los partidos políticos siempre van a terminar mintiendo”. En LaIzquierda Diario, del Partido de los Trabajadores Socialistas en el Frente de Izquierda, en Argentina –que nadie puede pensar en sus más esquizofrénicos sueños que es un medio de derecha– resalta que “el arte tiene que decir la verdad, el arte debe ser responsable. Y no debe ser partidario, porque el día en que el partido mienta, ¿qué hace el arte?, ¿miente también? El arte tiene que estar por encima y más allá de los partidos. Porque tiene que decir siempre la verdad, aun cuando es incómoda”.
Ciertamente este colectivo –¿se los podrá nombrar así o solamente rejuntados?– de artistas uruguayos tiene una visión diferente del arte. Demasiado diferente para ser creíble.
En el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente, escrito en México en 1938 por André Breton, León Trotsky y Diego Rivera, se sostiene como premisa “total libertad en el arte”.
Y, por último para no aburrir –porque felizmente hay muchos grandes artistas que defienden el arte y no a un partido con la esperanza de ocupar mañana un lugar en el Ministerio de Cultura–, Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, destaca: “no creo que los artistas deban militar ni en iglesias ni en partidos políticos. Creo que los escritores debemos permanecer lejos de los partidos políticos, con esto no quiero decir que los escritores no tengamos ideas políticas. Creo que la militancia política no enriquece al escritor, por el contrario, lo empobrece. Cuando los escritores se han nutrido de consignas es cuando se ha perjudicado su obra”.
Cualquiera puede actuar como quiera dentro de la institucionalidad y claramente estos artistas uruguayos no han salida de ella. Pero creemos que se han equivocado crudamente. El público uruguayo no los respeta, no los sigue por sus ideas partidarias sino por su mayor o menor (porque en ese grupo hay de todo) talento. Es en su acción artística que el artista, como ha quedado claro en lo anteriormente indicado, hace política. Pero ahora se cae en la cuenta que dolorosamente –por lo que afirman– no se apoyan en un pensamiento crítico e independiente sino que en un “compromiso” dinosaúrico.
Así como se denuncia –y se seguirá haciendo– lo que hicieron las dictaduras militares de corte fascista, para que nunca haya olvido, no se puede dejar pasar esta barrabasada de este grupo de artistas uruguayos que expresan “compromiso” únicamente con una perspectiva ideológica (al resto que se los lleve Satanás) y que han confundido el arte con el panfleto.