Sin inversión, no crecerá el empleo

Aunque poco alentador, evidentemente no resulta una sorpresa el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el sentido de que se ha dado en 2019, y sigue en 2020, un elevado nivel de desempleo en América Latina y el Caribe, habida cuenta de que más de 25 millones de latinoamericanos y caribeños están desempleados, y que la cifra seguramente aumentará en 2020 debido al débil crecimiento de las economías.
El reporte destaca que entre las mujeres el desempleo está aumentando más que entre los hombres, y que la situación de los jóvenes latinoamericanos “es alarmante”, pues ahora uno de cada cinco “no puede conseguir empleo”, la tasa más alta en una década.
“Los mercados del trabajo de América Latina y el Caribe atraviesan por un momento de incertidumbre reflejado en una leve alza de la tasa de desocupación regional e indicios de precarización que podrían empeorar en 2020”, advirtió el organismo al presentar en Lima su informe anual Panorama Laboral.
La tasa de desempleo en la región al cierre de 2019 es de 8,1%, una décima más del 8% de 2018. “Es un alza leve, pero aun así significa que más de 25 millones de personas están buscando empleo activamente y no lo consiguen”, dice el informe.
En este estudio asimismo se da cuenta de que el desempleo aumentó el último año en nueve de 14 países latinoamericanos incluidos en el estudio de la OIT, en tanto, en el Caribe angloparlante, que tiene menos población, “hubo un descenso del desempleo de 0,7 décimas”, precisa el reporte.
Claro, la realidad del empleo en América Latina se inscribe en un contexto heterogéneo, pero en términos generales, estamos ante un componente cíclico, que tiene directa relación con los vaivenes de la economía mundial y en términos comparativos, con una baja calidad y primarización que precisamente depende de los altibajos de economías exportadoras de productos primarios y por ende con bajo o nulo valor agregado.
“La situación del mercado del trabajo es compleja”, declaró el director regional de la OIT, Juan Felipe Hunt, al presentar el informe a la prensa, acompañado del coordinador del estudio, Hugo Ñopo, y del jefe regional de comunicaciones, Luis Córdova, para agregar que “la dinámica de desaceleración económica observada desde mediados de 2018 ha impactado tanto en la estructura como en la calidad de los empleos”.
Precisamente reafirmó el jerarca que hay una “precarización” en los empleos que se crean en la región, así como un aumento del trabajo por “cuenta propia, no calificado”, lo que obedece a una necesidad de salirle a lo que venga y no a un espíritu emprendedor. Ello da la pauta de una realidad socioeconómica que no ha tenido modificaciones estructurales significativas en muchas décadas, pese a que la región se vio favorecida durante más de diez años por condiciones excepcionales en los mercados mundiales, lo que potenció los precios de los productos de exportación de la región.
Un capítulo aparte refiere a la mano de obra femenina, si se tiene en cuenta que en lo que tiene que ver con el trabajo de las mujeres, la OIT señaló que debido a las condiciones económicas la tasa de desempleo puede trepar a 8,4% este año, lo que significaría que la región tendría 27 millones de personas sin trabajo, considerando que hay un rezago en las estadísticas laborales, por lo que en el segundo o tercer trimestre comenzaría a verse el impacto.
El informe expresa que a pesar del aumento de la participación laboral de las mujeres (a 50,9%), “ésta sigue estando más de 20 puntos porcentuales por debajo de la de los hombres” (74,3%).
Destaca además que la tasa de desempleo femenino subió dos décimas a 10,2%, mientras que la de los hombres se mantuvo sin cambios en 7,3%, “lo que indicaría que el peso del aumento del desempleo regional afectó en forma desproporcionada a las mujeres”.
En lo que refiere a Uruguay, el estudio sostiene que en nuestro país de alguna forma el comportamiento de nuestros indicadores se diferencia de la tendencia regional por categoría ocupacional y a nivel de ramas de actividad.
En Uruguay se observó una contracción del empleo asalariado durante 2019 (-0,3%) y un leve crecimiento del empleo por cuenta propia (+0,8%). Respecto a las ramas de actividad económica, se observó la contracción del empleo en la industria manufacturera (-2,5%).
Por otro lado, nuestro país siguió las tendencias regionales a nivel de los salarios reales. En línea con la tendencia regional, Uruguay también experimentó un incremento del salario mínimo real (3,7%) superior al de 2018 (1,9%), dentro de un contexto regional de aumentos similares (3,9% en 2019 y 1,5% en 2018).
Ocurre que el tramado socioeconómico es muy complejo, y el nivel salarial, la calidad del trabajo, responde inevitablemente a la salud de las empresas, que son empleadoras directas y no pueden sostenerse con números en rojo, como sí lo hacen las empresas públicas, mientras haya actividad privada que pueda sostenerlas. Cuando la economía de las empresas está en peligro, cosa que se ha acentuado en la región y en nuestro país a medida que ha quedado atrás la década de bonanza económica producto del viento favorable del exterior, el crecimiento del salario real que se ha dado en varios sectores fue a costa de la pérdida de rentabilidad de las empresas y de empleos, desde que la ecuación económica se ha deteriorado.
Ergo, esta desaceleración no se ha sentido en el sector estatal, naturalmente, pero sí en la mayoría de las empresas privadas que han debido hacer frente a esta erosión apelando al ajuste en el nivel de empleo, ante una normativa laboral muy rígida, y se ha mantenido el salario real a costa de la reducción de puestos de empleo.
Ello da cuenta, por si había alguna duda, de que no hay magia en economía, y sí leyes que no pueden soslayarse. Quienes han sufrido las consecuencias del deterioro de la economía que se ha acentuado en el Uruguay a partir de 2015, han sido del sector privado, trabajadores y empresas, así como los cuentapropistas.
La única forma de salir de este atolladero en nuestro país y la región es por la vía de la inversión genuina, de la inyección y regeneración de recursos que permitan hacer crecer la torta para distribuir, y no poner la carreta delante de los bueyes.
Desde la OIT, precisamente, el coordinador del estudio, Hugo Ñopo, explicó que así como el desempleo y las precarias condiciones laborales estimulan las protestas, éstas también impactan en el crecimiento económico, lo que a su vez afecta las tasas de empleo, por lo que lejos de las soluciones, se realimenta el círculo vicioso que no deja salidas a corto plazo para el problema, lamentablemente.