Amor y eternidad en cada flor para Eduardo

Con elementos propios del realismo mágico se conmemoró el trigésimo primer aniversario del fallecimiento de Eduardo Franco, compositor y cantante de Los Iracundos, grupo que este año celebrará el sexagésimo aniversario de su primera actuación -como Los Blue Kings- en el teatro Florencio Sánchez.
Unas cincuenta personas se reunieron en torno al busto a Eduardo Franco en avenida España, que está allí desde 1997. Entre otros estaban presentes María Karlowicz de Franco y Julia Franco, viuda e hija del artista sanducero; Julio Baccaro del programa de radio “Por siempre Iracundos” que coordina las actividades conmemorativas; Daniel Escondeur, impulsor de la campaña que permitió financiar el busto esculpido por Martha Escondeur; Mario Moreira, que conduce en Paso de los Toros el programa “La Magia de Los Iracundos”, que hoy se emitirá desde Paysandú; fanáticos de varios países, algunos de ellos que retornan en cada febrero para rendir tributo a su ídolo.
Lo del realismo mágico se relacionó con algunas anécdotas que vincularon a Eduardo Franco con hechos más o menos mágicos. Su hija Julia contó que cuando compró recientemente un automóvil usado, propiedad de una persona anciana no contemporánea con Los Iracundos, mientras manipulaba el equipo de sonido descubrió un disco compacto del grupo, lo que vinculó a un hecho casi milagroso. Y así otros fanáticos que fueron tomando la palabra relataron cómo Eduardo Franco ha cambiado sus vidas en acciones con elementos fantásticos.
Como cada año, todos los presentes llevaban en sus manos una flor que tras las anécdotas, poesías y comentarios depositaron en la base del busto, tomándose un momento para ese contacto único con el ídolo y para tomarse fotografías. No mucho más, la sencillez caracteriza estos encuentros donde la emoción invade. Temprano, una media hora antes de que se reunieran donde está el busto, llegó al lugar un protagonista de aquella historia a fines de los cincuenta comienzos de los sesenta, Juan José Oberti, primer manager (aunque por entonces ese concepto no estaba muy afirmado en nuestra región), amigo de Eduardo y de los otros cinco Iracundos.
En rigor amigo de los siete, porque hay un séptimo que nunca aparece en ningún 1º de febrero, pero que seguramente, como Oberti, el “Rayo”, recuerda en silencio aquellos años jóvenes, cuando la música los hizo soñar, los unió por siempre, y los convirtió -a seis de ellos, el séptimo no pudo continuar- en los embajadores de Paysandú por el mundo. Pasión y vida. Eso no se olvida nunca, nunca más.