Que sean amigos

Argentina y Brasil llevan más de 200 años de relaciones, tiempo en el que mucho ha sucedido, en el que han competido, han tratado de imponer su visión en la región, en hacer pesar su estampa a nivel de América Latina y, también por qué no, en el ámbito global. Es un vínculo que a Uruguay mucho le interesa por cuestiones geopolíticas, y cuanto mejor estén los grandes de Sudamérica entre ellos, más beneficioso para todos.
Con la asunción en Argentina del presidente Alberto Fernández, el pasado diciembre, se estableció una clara contraposición entre su figura y la del mandatario brasileño, Jair Bolsonaro. El agua y el aceite. Y así se han dado una serie de polémicas que poco favor le hacen a sus pueblos y al resto de las naciones que los rodean.
En estos últimos meses, ambos presidentes han privilegiado su público y agendas domésticas. Pero como por fortuna existe conciencia de que eso se tiene que ir terminando, comenzaron los gestos de acercamiento. Primero, Eduardo Bolsonaro, el hijo del presidente brasileño, que es titular de la comisión de Relaciones Exteriores y presidente de la comisión de Defensa, dijo que empezaba a notar un proceso de acercamiento entre Argentina y Brasil.
También los industriales brasileños y argentinos dijeron que más allá de las diferencias ideológicas, la relación entre ambos países es una prioridad estratégica desde todo punto de vista. En el mismo sentido, la cancillería y diplomáticos brasileños y diplomáticos argentinos han hecho artículos hablando de que las diferencias políticas e ideológicas no deben afectar la integración. Entonces se está generando un clima que podría derivar en una desescalada de las tensiones, ha comentado el argentino Fabián Calle, especialista en relaciones Internacionales y profesor de la Universidad Austral de Buenos Aires.
“Ahora bien, si por necesidades domésticas estos amagues de ir resolviendo las diferencias se interrumpen, creo que la relación bilateral va a entrar en una crisis importante”, deja en claro el experto.
Es que las diferentes visiones de ambos gobiernos son notorias. “Brasil siente que tiene un viento a favor a nivel de reformas económicas”, afirma Calle. Cuenta con un ministro de economía muy poderoso y un Congreso que, con ciertas limitaciones, le aprueba todo y un presidente y vicepresidente que apoyan mucho a ese ministro.
A su vez, se están llevando bien con China, con Estados Unidos y con la Unión Europea. En contraposición, se encuentra una Argentina más estatista, más cercana a Cuba, Venezuela, contestataria con el FMI y Washington, y todo ésto se trata de una carga que Brasil no desea.
“Esta idea de que es una relación añeja, con interdependencia económica, comercio y turismo, y que eso la hace sobrevivir a cualquier dificultad, la verdad que no es del todo cierta. Tenemos más de 200 años de historia en común y hemos sido actores cooperativos durante 30 de esos 200 años. Tuvimos 170 que no. Por lo tanto, hay un montón de antecedentes de buenos entendimientos y también muchos de malos entendimientos. Por esto, me parece que va a ser un equilibrio delicado”, vuelve a dejar en claro el especialista argentino.
De cualquier modo, esta semana se dio una instancia de acercamiento. El canciller brasileño, Ernesto Araújo, recibió el miércoles en Brasilia a su homólogo argentino, Felipe Solá, para una primera cita que ambos consideraron “franca” y “sincera”, y que supuso el primer paso para una distensión de la relación bilateral.
Las divergencias ideológicas fueron dejadas de lado por los dos ministros, quienes subrayaron los lazos históricos bilaterales, la cooperación que mantienen los dos países en las más diversas áreas y la apuesta común en el Mercosur, bloque que también integran Uruguay y Paraguay.
El deseo común de superar las diferencias quedó reflejado en la decisión de volver a convocar a unas comisiones bilaterales en las áreas de economía, infraestructura y hasta política, cuyo trabajo se interrumpió tras la victoria el año pasado de Fernández.
Solá afirmó que su visita “al hermano Brasil” se dio en un “marco de acercamiento” y la consideró como un “viaje de amistad y calidez postergado por varias razones”, que le ha permitido exponer la difícil situación económica “heredada” por el nuevo gobierno. Incluso, Solá fue más allá en el intento de reducir la tensión con Brasil al pedirle ayuda para renegociar la deuda con el FMI.
Luego habrá que ver si esta nueva reconciliación prospera y se extiende en el tiempo. Se tiende a pensar que volverán a surgir diferencias que se plasmarán en el comercio, en la política exterior y en las relaciones bilaterales, influyendo como siempre en la región y más allá.
De cualquier modo, se los precisa lo más amigos posible y estos pasos van en esa dirección, en la dirección del sentido común, de la conveniencia bien entendida, de la verdadera dinámica que debe prevalecer entre los pueblos.